Ayer hemos pasado todo el día en el terruño, celebrando el cumpleaños de Txe. Por cierto, al fin he encontrado en Carlos esa persona con una afición por los árboles del tamaño de la mía que ya había descartado encontrar más allá de algún blog o certamen especializado. Pero volviendo al tema que me ocupa: las niñas han disfrutado de una maratón de juegos y alegría desenfrenada. Al volver a casa, C. estaba tan dormida que la he subido en brazos. En la puerta de casa la he dejado de pie mientras abría, he entrado en la habitación y cuando G. me ha llamado muerta de la risa me la he encontrado profundamente dormida en el mueble de la entrada, la espalda contra el espejo de pared y la cabeza apoyada en un montón de libros.
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