La primera semana de Abril del 2009 realizamos un viaje a Huelva y Málaga. De Huelva, de la hermosa sierra de Aracena, tengo un recuerdo febril, sin duda provocado por el malestar de una nucleosis aún no diagnosticada, de la desazón de un hígado inflamado y castigado a base de vino, y sobre todo, del cansancio, del aplastante cansancio provocado por la conjunción de dos virus puñeteros ayudados por la carga cuasi constante de veinte kilos de niñas y equipos infantiles varios.
A Málaga, al apartamento del hermano de G. llegué ya no febril, sino con fiebre, y encima de la mesa del televisor me encontré con un libro de bolsillo titulado Bajo el Sol de Toscana, de Frances Mayes. Aliviando mi cansancio y mi fiebre en un sofá incómodo, me introduje en unas páginas que me resultaron de una cercanía sorprendente. En aquel momento me desesperaba por no poder tener aún nuestra casa y abordar de una vez el millón de planes que rondaban (y rondan) permanentemente por mi cabeza, y en aquel librillo me encontré una experiencia tan cercana en motivación e ilusión a la nuestra, tan bien escrita, tan evocadora, que me enganchó como pocos libros lo han hecho en los últimos tiempos. Por desgracia, los compromisos familiares y los virus no me dejaron terminar el libro. Estuve muy tentado de robarlo, o aún peor, de pedirlo, pero me dije que no sería difícil encontrarlo en Madrid. Error, claro, se me olvidó que con los libros empieza a pasar como con las películas, se produce y publica tanto que o estás atento o te arriesgas a la posibilidad de encontrarte el libro agotado, descatalogado y perdido bajo la avalancha de las nuevas publicaciones. Eso me pasó. Probé a comprarlo en inglés (modo ebook) pero mi inglés no da para tanto, me tenía que concentrar en el entendimiento y este es un libro que hay que leerlo como el que respira, perderte en el sentimiento de la autora, encontrando similitudes entre sus ilusionas y las tuyas. No volví a encontrar el libro, hasta hace unas semanas, que por error, lo encargué de segunda mano en Amazon (¿por qué no lo pensaría antes?) Y dos años después, aquí estoy, disfrutándolo tanto como la primera vez, empujado por la experiencia de esa pareja a seguir abordando el millón de ideas que tenemos.
Por cierto, un inciso: habría que denunciar al que decidió poner en la portada de esta edición de bolsillo una imagen de la película homónima. No tienen nada que ver, salvo el nombre. De hecho, es fácil encontrar en internet quejas de lectoras que se han comprado el libro buscando la melosa historia de amor de la película y se han encontrado con un manual del camino a la autosuficiencia y de recetas toscanas contadas por una californiana pausada.
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