martes, 12 de junio de 2012

Innisfree


Hace tiempo leí a un afamado paisajista criticar la recurrente imitación de jardines japoneses en occidente. La crítica razonaba que el tratar de reproducir un arte milenario que nace y se entrelaza con una cultura tan antigua y potente como la japonesa, nunca conseguirá fuera de su contexto mucho más que imitaciones más o menos toscas. Estoy de acuerdo, pero creo que sustituyendo imitación por inspiración la cosa cambia, y la prueba son los espectaculares jardines de inspiración oriental que podemos disfrutar en América y Europa. 
Un buen ejemplo es Innisfree, un jardín de 80 hectáreas en Millbrook, en el valle del Hudson, 90 millas al norte de Nueva York. Sus propietarios Walter y Marion Beck bautizaron a su propiedad Innisfre inspirados por el poema de William Butler Yeats, The Lake Isle of Innisfree. Walter Beck era un gran conocedor de la obra del pintor y poeta chino del siglo octavo Wang Wei, y empleó este conocimiento para tomar algunos conceptos de diseño de los jardines chinos como fuente de inspiración para el suyo. En concreto, el principal elemento tomado como fuente de inspiración fue el de "jardín taza". Walter Beck se dio cuenta de que las pinturas de pergamino de la antigüedad china, reproducían paisajes que contenían elementos diferenciados en un espacio no mayor que una taza. El jardín taza busca resaltar algo especial o bello, y lo hace aislándolo, estableciendo límites alrededor de ese elemento especial que permitan que pueda ser disfrutado sin distracción. Un jardín taza puede contener un pequeño prado, un estanque o una roca, da lo mismo mientras sea una fuente de belleza y serenidad que pueda ser disfrutada sin la intromisión de lo que la rodea. Walter y Marion trabajaron en su jardín durante treinta años, y cuando conocieron a Lester Collins, sus ideas debieron encajar porque no dudaron en pedirle que se ocupara de ejecutar un diseño que permitiera enlazar sus jardines tazas en un todo perfecto. Collins se inspiró en las composiciones de libros japoneses antiguos para crear un jardín donde el visitante pasea de una composición perfecta a otra, como si desenrollase un pergamino que descubre ante sus ojos una serie de paisajes delicados. Inspiración, que no imitación, porque el paisaje natural en el que se circunscribe (un lago natural rodeado de colinas boscosas) y el empleo de materiales y plantas nativas, hacen que el jardín sea puramente americano. Y aunque americano, es capaz de dejar de lado la tradición paisajística occidental, la de los jardines versallescos en los que todo aparece a la vista, en los que el jardín se puede abarcar con una mirada, y deslizarse a la tradición oriental que oculta esta vista completa. Hoy día el jardín pertenece a una fundación y está abierto al público. 












En nuestro caso, la topografía y frondosidad de la parcela, las limitaciones de tiempo y presupuesto, la cantidad de ideas irrenunciables acumuladas, nos empujan hacía la concatenación de jardines taza, hacia el jardín de paseo que vaya descubriendo sus secretos con cuentagotas a través de un sendero que serpentee a lo largo de la parcela. Nuestros jardines tazas ya empiezan a estar bautizados en la terminología familiar como el túnel, los cerezos, el prado, el huerto o el patio, pero lo importante es que algún día G. y un servidor podamos decir que como los Beck trabajamos al menos durante 30 años (y muchos más, espero) en mejorar nuestro jardín.

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