miércoles, 18 de julio de 2012

La modesta complejidad de Bernard Trainor

Hay una frase de Borges al hilo de los escritores nóveles que me encanta: al principio, todo escritor es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta complejidad.
La frase puede aplicar a casi cualquier actividad creativa. Alguien que se enfrente por primera vez a la decoración de una casa deberá vencer a todos sus demonios para no saturarla con cada uno de los muebles y detalles de los que se encapriche. Del mismo modo que he conocido ingenieros de software que competían por ver quién desarrollaba la solución más alambicada. Y por su puesto, el proceso de creación de un jardín, es un proceso de renuncia constante si no quieres terminar teniendo una colección de plantas soñadas pero incapaces de encajar en algo con una mínima ambición de conjunto. 
Pero la corrección del proceso creativo para evitar lo recargado y rebuscado no se limita a desechar, hay que seleccionar, inventar, diseñar, investigar y equivocarse una y otra vez. Alcanzar la modesta y secreta complejidad está sólo al alcance de los más pacientes. En el mundo de la jardinería, como en la literatura, siento que un autor lo ha conseguido cuando se vuelve trasparente en su obra. Quizás por eso, aunque me gustan y los considero obras de arte, no terminan de convencerme los jardines verticales de Patrick Blanc. Es un genio con un conocimiento estratosférico de las plantas y de la composición, pero eso se nota demasiado. No puedes mirar un muro de Patrick Blanc sin pensar en Patrick Blanc. Yo prefiero esos jardines que pueden llegar a pasar desapercibidos para el ojo inexperto, los que transmiten sosiego, armonía y belleza sin llevar estampada una firma que invariablemente chille: ¡ qué tío este jardinero!. La modesta complejidad. 
Es quizás en Estados Unidos donde encuentro mejores ejemplos de esta modesta complejidad, el último ejemplo que he encontrado, este jardín en California del paisajista Bernard Trainor. Este paisajista de origen australiano se reconoce seguidor de los principios del arquitecto Glenn Murcutt, que afirma ver la simplicidad no tanto como un rechazo de la complejidad, sino como una aclaración de lo significante. No creo que la simplicidad de Murcutt, difiera mucho de la complejidad de Borges.
Trainor trabajó en Inglaterra con Beth Chatto, y sus ideas naturalistas enfocadas a buscar siempre la planta adecuada para el sitio adecuado han dirigido su obra desde entonces hacia la senda de los jardines sostenibles y naturales en los que predominan las especies nativas, el camino de los jardines que visualmente se convierten en una parte integral de la naturaleza a la que pertenecen, paisajismo a favor del paisaje que decíamos otro día. 
En este caso, los dueños de la propiedad estaban enamorados del emplazamiento de su finca y no querían que nada interfiriera con él. La obra del paisajista debía integrar una casa de corte contemporáneo y lineas limpias en una paisaje espectacular. Para ello Trainor renunció a cualquier cuadrícula formal, a cualquier eje que alienase la composición, a cualquier línea que separara lo diseñado de lo natural. Para las plantaciones decidió restaurar la praderas de plantas nativas y realizó plantaciones puntuales de hierbas altas y especies exóticas adaptadas al clima y capaces de añadir un acento al conjunto. El resultado, una casa y una piscina que parecen abandonadas en mitad de los prados de un enorme paisaje. 
 
Trainor creó también una serie de espacios confortables que eliminan mediante muros de contención de piedra la pendiente natural de la parcela y permiten disfrutar a sus propietarios del exterior con comodidad. En algún caso, esos espacios exteriores son patios que generan intimidad, refugio y descanso a la vista, un antídoto contra la agorafobia que puede llegar a provocar paisajes tan inmensos. Se puede ver muy bien en el contraste entre las vistas de esta puerta y el recogimiento del patio al que accede. 
El inmenso árbol, espectacular, es un Laurel de California, Umbellularia californica.
Creo que si este proyecto me ha gustado tanto, ha sido por los ecos que encuentro en él de nuestra aventura: la casa de corte moderno que se desliza sobre la pendiente de la parcela, acceso a la finca desde el punto de mayor altitud, lo que permite aislar la casa de los caminos y enfrentarla al paisaje, construcción de patios acotados por muros que entregan espacios cómodos e íntimos, la necesidad de crear algo respetuoso con un paisaje que encandila los propietarios y la necesidad de emplear especies de bajo mantenimiento y autóctonas, para conseguir el punto anterior y también para reducir el mantenimiento en una parcela de importante extensión. 
 

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