jueves, 6 de septiembre de 2012

Un Gigante Caído


Si hay dos especies de árboles en España capaces de reflejar todos los siglos de historia que han visto sus troncos estos son el Olivo y la Sabina Albar (Juniperus thurifera). Auténticas esculturas vivientes que clavan sus raíces en tierras pisadas por cartagineses, romanos, godos, musulmanes y la cristiana mezcla de todo lo anterior. El olivo tiene la desdicha de dejarse trasplantar, así que parece que no haya rotonda en España que no tenga un olivo centenario. Yo me quedo con la sabina, por mucho más escasa, discreta y espartana. Como decía el libro de árboles del que no me separaba de niño, es "capaz de resistir las duras condiciones de las altas parameras". Pues eso, terrenos pedregosos, calizos, arcillosos, áridos, gélidos en invierno y tórridos en verano, la sabina puede con todo y es capaz de vivir muchos cientos de años, que no es lo mismo que vivir eternamente, como pude comprobar la semana pasada, cuando me acerqué al Enebral de Hornuez. Lo de enebral, es porque en Segovia se llama enebro a la sabina, lo que no es tan raro. En mi terruño hace cuatro años nació un arbolillo, que yo, libro en ristre, ya había calificado de Juniperus communis, descartando orgulloso que fuera Juniperus oxycedrus, y que a traición se ha transformado en Juniperus thurifera. Ya se ve que no es fácil o que estoy hecho todo un Linneo. Volviendo a mi visita al enebral o sabinar, fui allí buscando el Enebro de la Borrega, una enorme sabina de casi veinte metros de alto y entre 600 y 800 años de edad. Después de dar vueltas y vueltas por la dehesa de sabinas enormes, sacando fotos a diestro y siniestro con la banda sonora de las voces de mis hijas que jugaban a las piratas, tuve que tirar de la foto del libro de Árboles Singulares de Castilla y León que llevaba encima para rendirme a la evidencia de que lo que quedaba de la anciana sabina era esto: 
Parece que hace sólo dos años que un fuerte vendaval tronchó lo que quedaba del ya castigado tronco. Al menos, en este caso en los alrededores hay otras sabinas que no desmerecen. 














El sabinar está a pocos kilómetros de Moral de Hornuez, muy cercano a las Hoces del Riaza. La ermita del siglo XVIII conmemora la aparición de una imagen de la virgen en lo alto de una sabina a unos pastores, allá por el siglo XIII. Yo no he entrado en la ermita, pero por lo visto en el altar se conservan los restos de la sabina milagrosa, algo chamuscados después de un incendio que arrasó con la ermita a principios del siglo XX. En los alrededores de la ermita, además de sabinas centenarias, hay un parquecillo con columpios, bancos y un pequeño estanque rodeado de Álamos temblones (Populus tremula) al que apenas nos asomamos porque en él debían beber todas las abejas de la provincia. 

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