domingo, 10 de marzo de 2013

Un ejemplo chino de sostenibilidad: Kongjian Yu


Las imágenes que uno tiene de un lugar que no conoce, muchas veces son más intensas que las de otros donde se ha vivido. Sobre todo si estas imágenes se sustentan en buena literatura. Con catorce años leí por primera vez la saga de Pearl S. Buck que arranca con su novela La Buena Tierra, y desde entonces tengo una imagen de China bastante nítida, sobre todo teniendo en cuenta que para ser honestos mi ignorancia sobre tan descomunal país es total. Luego vinieron las más que probables mentiras o medias verdades de los libros viajeros de Paul Theroux, o las excelente descripciones de un libro de José Ovejero llamado China para Hipocondríacos, a completar la escena. Todo esto aderezado con las noticias que lanza la prensa de un gigante comunista y desalmado lanzado a comerse la economía mundial con patatas (o con arroz), resulta en la imagen estereotipada que tengo de este país: un inmenso y saturado paisaje agrícola devorado a un ritmo endiablado por ciudades feas, grises y contaminadas que se extienden como una mancha de petróleo. Con este panorama en mi cabeza, es fácil imaginar que no es precisamente el lugar dónde yo esperaría encontrar buenos ejemplos de paisajismo sostenible. Pero claro, reducir a imágenes simplistas un país de la extensión, historia y cultura chinas, es como poco eso, ser un poco simple. Y como demostración palpable de mi error, tenemos al que posiblemente sea el rey absoluto del paisajismo sostenible de estos tiempo: Kongjian Yu. 
Kongjian Yu es el fundador de Turenscape, una firma de paisajismo ubicada en Pekín que emplea a la friolera de 600 personas. Yu está en la cuarentena y ya tiene a sus espaldas un trabajo ingente y nada menos que 9 premios ASLA (posiblemente los premisos de paisajismo de mayor renombre a escala mundial). Criado en una familia de agricultores de un país en el que ha tenido que vivir calamidades como la revolución cultural china, Yu consiguió escapar de su entorno de pobreza y llegar hasta donde está gracias a un genio fuera de lo normal. Con el apoyo de un profesor que se fijó en su enorme capacidad en su niñez, consiguió alcanzar la universidad, algo que en países como China no está al alcance de cualquiera. De hecho fue la primera persona de su pueblo que lo logró, lo que creo que resume bien el ambiente en el que creció. Influido por sus raíces agrícolas y dolido por la destrucción urbanística e industrial que veía a su alrededor, Yu admiró en su etapa universitaria a pioneros de la planificación ecológica del paisaje como Ian McHarg y Carl Steinitz. Logró llamar la atención del segundo y estudiar en su programa universitario en Harward. Cómo llegar de un pequeño pueblo de la China rural a Harward es una historia para novelar, pero mejor nos esperamos porque parece que sobre Yu aún habrá mucho que contar. A su vuelta a China se convirtió en profesor, fundó su firma y se propuso combatir la destrucción medioambiental de su país. Una hormiga contra un elefante que no cesa en su empeño. Mucho de su trabajo ha sido una obra de restauración, y de hecho, además de diseñar paisajes espectaculares ha logrado algo más notable: colaborar en el despertar de la preocupación de las autoridades chinas por el impacto medioambiental que está provocando su crecimiento desbocado. Su trabajo debe ser una gota en el enorme mar del crecimiento chino, pero quién sabe si sus ejemplos sirven como chispa  de un movimiento en un país capaz de abordar proyectos gigantescos como nadie (me río yo del Land Art viendo la muralla china)
Kongjian Yu se enfrenta a un mundo destructivo y despiadado, y para él la arquitectura del paisaje es un arte que tiene más que ver con la supervivencia que con la jardinería o el entretenimiento. En consonancia con esta filosofía, sus paisajes buscan la ecología y la sostenibilidad, el empleo de plantas capaces de atenderse a sí mismas y la huida como de la peste del empleo de insecticidas y herbicidas. En sus paisajes se respira su espíritu agrícola, y no es raro disfrutar en ellos de plantaciones de arroz y girasoles. Pero si tuviéramos que buscar una línea argumental clave en su trabajo, esta sería el tratamiento ecológico del agua. China aborda un inmenso problema en todos los procesos relacionados con la gestión del agua. Se estima que en 20 años más de 800 millones de chinos habitarán en ciudades. Muchas de ellas carecerán del agua suficiente y ni un solo río en sus áreas urbanas y suburbanas estará libre de polución. En este contexto, la ecología es quizás el mayor reto al que se debe enfrentar el gigante. El gobierno ya se ha puesto manos a la obra y ha establecido que para cada nueva ciudad (sólo en un país como China pueden aparecer nuevas ciudades como setas) entre el 20% y el 30% del terreno debe ser espacio público o espacio verde. Hay entre 400 y 600 nuevas ciudades en construcción o planificadas para ser construidas en los próximos años en China, y creo que el mejor ejemplo para entender cuál sería la propuesta de Yu para ese 20% o 30% de espacios verdes es uno de sus trabajos más recientes: El Qunli Stormwater Park. 
Qunli es una nueva ciudad en las afueras de Harbin, al norte de China, muy cerca de la frontera con Rusia. 3200 hectáreas de nuevos edificios donde en poco tiempo vivirán unas 300.000 personas. Harbin es conocida como la ciudad del hielo por sus largos y fríos inviernos. Las lluvias se acumulan en verano, y una cuarta parte de los 567 mm anuales pueden caer en una tormenta en un sólo día. Esto, para cualquier ciudad en la que un porcentaje abrumador del terreno está cubierto por hormigón y asfalto impermeables, genera un problema de evacuación y almacenamiento de las aguas de tormenta considerable. Además, tal y como hemos señalado en China no están para desperdiciar el agua. De hecho, en la zona de Qunli los acuíferos subterráneos están bajando a razón de entre uno y dos metros al año. Como solución al problema,Turenscape, la firma de Yu, ha diseñado y construido en el centro de la ciudad un parque con un objetivo muy claro: capturar y purificar el agua de lluvia. 
El parque es un antiguo y degradado humedal de 34 hectáreas rodeado por urbanizaciones y carreteras en todas sus caras que cortan sus antiguas fuentes de agua. En lugar de dejar morir al humedal, lo que se ha buscado y conseguido es transformarlo en un gigantesco colector de las aguas de lluvia para toda la ciudad que crece a su alrededor. Una esponja verde de 34 hectáreas. El diseño no puede ser más simple: una red de tuberías instaladas en todo su perímetro se encargan de recoger el agua de las zonas urbanizadas y redistribuirla hacia un anillo de estanques que bordea todo el parque. Estos estanques filtran el agua antes de que se vierta al núcleo del humedal. Cada estanque está acompañado de su correspondiente montículo ya que han sido construidos simplemente escavando hoyos en el terreno. De hecho Yu presume de que ni una paletada de tierra ha entrado o salido del emplazamiento. Tanto es así, que salvo los abedules (que representan la fuerte influencia rusa en la zona) plantados en los montículos, no se han introducido nuevas especies y en el humedal se han respetado las nativas existentes, dejando el mayor porcentaje de parque sin intervenir y libre para que evolucione libremente. Así, este anillo de estanques y montículos es el filtro depurador que realiza la transición entre la ciudad y la naturaleza. Junto con el anillo, la mayor intervención arquitectónica del parque es el conjunto de pasarelas, miradores y torres de observación que rodean el parque y permiten a los visitantes integrarse y disfrutar con la naturaleza del humedal. Estos elementos arquitectónicos son contemporáneos y geométricos y resaltan como esculturas frente a la belleza salvaje y desnuda del humedal. Las dos torres de observación, cada una en una esquina, recuerdan una a un árbol y la otra a una plataforma de lanzamiento de un cohete. En el futuro las torres permitirán observar el humedal sobre o entre los espesos bosquetes de abedules que se formarán en pocos años. Entre ellas hay cinco pabellones que flotan sobre el parque, cada uno construido de un material representativo de las soluciones constructivas de la zona: bambú, madera, piedra, ladrillo y acero. Al nivel del terreno hay pasarelas y zonas de observación que serpentean entre el anillo de estanques y montículos para que la gente pueda experimentar la naturaleza del parque desde su interior.
El proyecto, que fue diseñado y construido en menos de un año, demuestra como la arquitectura del paisaje puede superar a la ingeniería a la hora de proponer soluciones para la gestión del agua, ya que es capaz de mezclar eficacia y belleza al tiempo que entrega una enorme lista de servicios medioambientales: limpieza y almacenamiento del agua de lluvia, protección de hábitats naturales, recarga de los acuíferos y uso recreativo como parque público. El proyecto ganó un premio ASLA a la excelencia en 2012. El último de los recibidos por Turenscape que sin embargo no será el último.


















Fuentes: Turenscape, Asla Award 2012, Landscape Architecture Magazine - February 2013

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