A solo 22 millas del Ardkinglas Woodland Garden, se encuentra otra poderosa razón para visitar la zona de Argyll. Tan poderosa como las 49 secuoyas gigantes que forman una avenida impresionante en su entrada. Plantadas en 1863 (originalmente se plantaron 50, pero una de ellas no resistió los temporales de 1968) por el primer dueño del jardín, el americano y millonario Piers Patrick (dicen que plantó más de seis mil árboles, muchos coníferas, qué tío), algunas alcanzan alturas superiores que rondan los 50 metros.
El jardín, perteneciente al jardín botánico de Edinburgo, tiene una extensión de 49 hectáreas y se asienta a los pies de unas montañas en una disposición que por alguna razón que se me escapa me recuerda a La Granja. Además de enormes ejemplares de coníferas (la más alta un Abeto Douglas que medía ya 64 metros en el 2005) y un jardín formal que incluye una importante colección de coníferas (en este caso apropiadas para jardines pequeños, osea, enanas) el parque se aprovecha de su clima privilegiado (la corriente del golfo caldea a la nórdica Escocia) y ha añadido recientemente espacios dedicados a representar la flora de Bhutan, Chile, Japón y Tasmania. Un jardín de gigantes y nombres tan sugerentes como Japanesse Valley, Tasmanian Ridge, Chilean Rainforest Glade o Bhutanese Glade, es un must to (Dios, cómo odio esta expresión)
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