El zumbido de una avioneta rompe la tranquilad invernal de la campiña inglesa. Un numeroso grupo de acicalados ingleses intenta resguardarse del frío tras las paredes del hangar mientras observan las evoluciones del aparato. A algunos se les escapa una exclamación asustada cuando el avión hace el amago de una pirueta. Otros no exclaman nada y se limitan a zapatear para entrar en calor. Alguno anda rumiando hace un buen rato que el tiempo no está para estas excentricidades. Todos se sienten algo intimidados y miran de reojo al último de los asistentes que acaba de llegar a la fiesta. No es muy habitual que el príncipe Carlos de Inglaterra se digne acudir a una celebración de este tipo y menos aún que alguien le haga esperar. Pero la avioneta enseguida desciende y aterriza con suavidad entre los aplausos de los asistentes. Cualquiera que no supiera por qué están allí observaría con cierto pasmo como la persona que toma la mano del piloto para descender del pequeño avión es una esbelta anciana de pelo blanco que luce un elegante vestido rojo y una atrevida bufanda púrpura. El Príncipe Carlos se acerca sonriente a ella y la mujer que ya pisa tierra parece seguir flotando. Es Rosemary Verey y hoy es el día de su 80 cumpleaños.
Con esta anécdota real empieza el libro Rosemary Verey, The life&lessons of a legendary gardener de Barbara Paul Robinson. No hagan mucho caso a mi versión, tiendo a colorear un poco las anécdotas, aunque con sinceridad no creo que la historia fuese muy distinta a como yo lo cuento. En cualquier caso creo que sirve para vislumbrar la desbordante (y a veces temible) personalidad que tuvo esta diseñadora de jardines.
Rosemary Verey (1918 - 2001)
Rosemary Verey nació el 21 de diciembre de 1918, cuando Europa se secaba las lágrimas de la Primera Guerra Mundial. Hija de un militar y una actriz retirada formó parte de la clase acomodada británica, esa que sin pertenecer a la alta aristocracia tenía posibles para enviar a sus hijas a estudiar a un internado en Kent. Parece que Rosemary se aplicó con especial esmero al tenis y la hípica y que eso no fue obstáculo para que fuera una estudiante brillante capaz de lograr una plaza en el University College en Londres, donde ingresó en 1937 para estudiar historia económica y social. En Londres además de estudiar se dedicó a hacer lo que correspondía a una mujer de su clase: ceñirse a las longevas y fuertes tradiciones y acudir a un montón de eventos sociales. Gracias a lo segundo pudo intimar con David Verey, un antiguo amigo de uno de sus hermanos, y como consecuencia de lo primero no parece que dudase mucho al recibir un telegrama suyo pidiéndole que se casase con él. Esto de pedir a tu pareja que se case contigo por telegrama es de un funcionalismo que espanta, pero en fin, parece que el contexto de la época permitía estas cosas. David Verey, miembro de una familia de la longeva aristocracia, se había alistado en los fusileros reales nada más finalizar sus estudios de arquitectura en el Trinity College de Cambridege. Hoy día resulta difícil de entender que una mujer con la personalidad de Rosemary dijera que sí y abandonase los estudios. Quizás atendiendo al contexto de la época no sea tan difícil de entender. ¿Alguna vez se han fijado en que en las novelas y las películas ambientadas en la Inglaterra de entreguerras las profesoras e institutrices siempre eras Miss?. No es un tópico, es reflejo de un contexto social. Las mujeres casadas no trabajaban. Motivos históricos, sociales o económicos, era lo que había. En ese contexto, ¿para qué seguir estudiando?. También parece que los jóvenes de la época, alarmados por lo que les venía encima (la experiencia de la anterior guerra mundial estaba dolorosamente reciente), sentían el reloj biológico de manera especialmente virulenta. El impulso de casarse y tener hijos antes de que fuese demasiado tarde era poderoso. Rosemary y David se casaron en Octubre de 1939 y Rosemary se convirtió en una ama de casa de una familia acomodada. David sirvió en el servicio de inteligencia durante la guerra en Italia y al norte de África, aunque algún permiso hubo de tener o se dio prisa antes de abandonar Inglaterra habida cuenta de que al final de la contienda la pareja ya tenía dos hijos.
Una vez terminada la guerra David encontró trabajo en el Ministerio de Vivienda como investigador de edificios históricos. La familia abandonó Londres y volvió al campo, a una casa llamada Hinton House, en Ablington a pocas millas de Barnsley, la mansión de los padres de David. No parece que el puesto de trabajo de David diese para llevar un gran nivel de vida, pero dado que más que hijo único era descendiente único y periódicamente heredaba de sus tíos y tías, las rentas debían ser importantes y la familia no vivía mal. De hecho Rosemary durante mucho tiempo no abandonó su papel de ama de casa, encargándose de sus dos hijos y las dos hijas que vendrían más tarde. Ama de casa, aunque de clase acomodada. Es decir, de las que se quejan del tiempo que lleva cuidar a los niños cuando a los niños les cuida la nanny. No parece que ella y su marido tuvieran problemas de tiempo para dedicarse a lo que se esperaba de alguien de su clase social: ir la Iglesia, montar a caballo y disfrutar de las cacerías de zorro y los partidos de tenis. En 1951, los padres de David se mudaron a una casa adyacente y dejaron a la nueva familia la mansión principal de Barnsley, una casa de piedra de 300 años.
Y así nos encontramos con una Rosemary de treintaytantos cuyo aspecto más destacable era una afición desmedida por la hípica. Bueno, ¿y la jardinería? ¿empezaba a hacer sus pinitos en la jardinería?. Pues parece que no demasiado. De hecho hasta el momento su mayor implicación en la jardinería de Barnsley consistió en arrasar con los arriates de flores de su suegra (ya daba muestra de su terrible carácter, no olvidemos que la suegra aún vivía en la casa de al lado) con la escusa de que estaban descuidados y necesitaban espacio para los niños. Aunque sí parece que por esa época sucedieron un par de cosas que marcarían su futuro como estrella de la jardinería. La primera fue un grave accidente montando a caballo que la tuvo convaleciente durante un tiempo y atemperó sus ánimos para con la que había sido su gran afición. El segundo factor lo encontramos en la afición a los libros de David, que contaba con una gran biblioteca sobre arquitectura y jardinería. Allí abundaban libros sobre autores griegos y romanos clásicos como Teofrasto, Dioscórides y Plinio, y de botánicos de los siglos XVI y XVII como William Turner, John Gerard o John Parkinson. Rosemary estudiaba y disfrutaba estos libros que fueron una influencia clara al que sería su posterior estilo, pero no parece que fueran motivo suficiente para salir de la biblioteca, las cuadras y la pista de tenis y lanzarse al jardín de su mansión. Necesitó un acicate bastante mayor, que en este caso fue la congénita ignorancia masculina sobre en qué aspectos de la vida doméstica tenemos o no tenemos poder de decisión.
Hombres, desengañémonos, en los aspectos del hogar podremos tener carácter consultivo en el mejor de los casos, pero nunca ejecutivo. David no supo calibrar esto y creó un monstruo. Los padres de David habían fallecido en el 56 y el 58 y David decidió que era el momento de reducir el césped y recuperar los jardines alrededor de la mansión. No sé si por falta de confianza en la capacidad de su mujer, o porque la veía aún más interesada en sus establos que en sus jardines, David contrató para diseñar los jardines de Barnsley a Percy Cane, un jardinero de renombre en la época. Grave error. Es de suponer que durante una temporada tendría que dormir en otro ala de la mansión. El enfado de Rosemary fue monumental y el jardinero profesional duró dos telediarios, en los que le dio tiempo a sugerir la líneas maestras de los macizos en un diseño bastante clásico y darles algún consejo antes de volver pitando a Londres dejando el jardín en manos de Rosemary y David. A partir de aquí David se encargó de la definición arquitectónica de la estructura del jardín y Rosemary de rellenarla con plantaciones. En palabras de Rosemary "los hombres hacen cosas como mover templos. Yo no habría podido hacer eso y no creo que David hubiera podido diseñar mis plantaciones". Lo de mover templos no es una figura retórica, es literal. En 1962 David movió piedra a piedra un pequeño templo desde Fairford Park hasta Barnsley. La jardinería es una de las profesiones que antes fueron tomadas por las mujeres y el caso de Rosemary, como en otros casos antes, tuvo un poder liberador tremendo. Aunque con limitaciones en sus comienzos. Como admitía la propia Rosemary, después de la guerra y ante la escasez de mano de obra, muchas mujeres tomaron las riendas de sus jardines y aprendieron mucho sobre el cultivo y la combinación de plantas. Pero seguía siendo el hombre el que controlaba el dinero, y era el hombre el que proponía plantar una avenida de árboles, modificar un camino, construir un lago o como su marido trasladar un templo piedra a piedra. Así fue el reparto en su caso. Rosemary continuó aprendiendo sobre plantas y en un pequeño invernadero comenzó a propagarlas y a presentarse a concursos de la RHS. Y sobre todo siguió leyendo vorazmente, ahora libros más contemporáneos, al tiempo que visitaba jardines y escuchaba las recomendaciones de otros.
Fue en aquella época también cuando plantaron algunos de los elementos más representativos del jardín, como la avenida de tilos o el túnel de Laburnums y Wisterias. Dice mucho sobre su carácter la anécdota que cuenta que para esta plantación Rosemary compró 10 Laburnum y 10 Wisteria y a continuación escribió una carta a su hermano notificándole que había decidido que ese fuera el regalo que le hicieran por sus bodas de plata. Adjuntaba la cuenta y juraría que el hermano no rechistó. Sobre este pasillo de flores amarillas y violetas tantas veces fotografiado, Rosemay decía haberse sentido inspirada por el libro Education of a Gardener de Russell Page y sus explicaciones sobre los largos ejes y sus puntos focales. Aunque parece extraño que Rosemary no conociera el paseo de Laburnum mucho mayor de Bodnant, en Gales. El suyo consistía 5 laburnum y 5 wisterias y debajo Allium aflatunense y un camino de cantos rodados. 3 semanas de floración al año para un jardín tan sencillo como impactante que debe ser uno de los espacios más fotografiados de la historia de la jardinería.
Además de este famoso túnel, con el paso de los años Rosemary fue incorporando en Barnsley un largo arriate de flores a lo Gertrude Jekyll, un jardín de aromáticas, un huerto ornamental y lo que los ingleses llaman un Knot Garder, que no es más que el clásico jardín de setos bajos que se anudan para dibujar una figura geométrica, con patrones similares a los de los escudos o las alfombras orientales. En estos jardines encontramos lo que Rosemary supo hacer con maestría: adaptar diseños y modelos clásicos de jardín a la escala del suyo. Su Knot garden estaba basado en jardines clásicos del siglo XVII, del mismo modo que su huerto ornamental estaba claramente inspirado por los famosos jardines de Villandry en Francia. Al fin Barnsely era un jardín de estructura formal, donde siguiendo las recomendaciones de Russel Page (que llegó a hacer amistad con Rosemary y visitó en numerosas ocasiones Barnsley) se buscó favorecer la amplitud de las vistas y se emplearon elementos arquitectónicos que aportasen un punto focal. Y a lo largo de esta estructura axial realizaron exuberantes plantaciones de arbustos y vivaces que suavizaban y daban color y textura al conjunto. Porque además de en la adaptación de jardines clásicos a la escala de una clase media, Rosemary destacó gracias a sus plantaciones florales en las que siguió la estela de Gertrude Jekyll.
Para entender como una simple aficionada a la jardinería termina siendo felicitada por el Príncipe de Inglaterra en su 80 cumpleaños hay que ver los factores que marcaron su salto al mundo profesional. Factores derivados tanto de la oportunidad como de la necesidad. La oportunidad se la ganó gracias a la apertura al público de su jardín a partir de 1970 y a su labor divulgativa como escritora. Ya había escrito artículos en las revistas The Countryman y la prestigiosa Country Life, pero su salto al mundo literario se dio a finales de los 70 cuando Alvilde Lees-Milne (una jardinera más conocida que Rosemary en la época y con una historia y personalidad a sus espaldas que bien se merecerían una entrada) la invitó a escribir un libro juntas. El libro se tituló The Englishwoman's Garden y contenía una colección de 40 jardines ingleses pertenecientes a mujeres de clase acomodada. No parece que las dos autoras tuvieran que escribir demasiado, pero el libro ayudó a aumentar la popularidad de Barnsley, que aparecía en el libro, y a que Rosemary se incorporase al mundillo editorial. El libro se publicó en 1980 y fue el primero de 18. Su popularidad fue en aumento gracias al éxito sus libros y de Barnsley, que se encontraron con un contexto inmejorable: a este lado del Atlántico, en Inglaterra la jardinería dejaba de ser terreno exclusivo de las clases más acomodadas y pasaba a ser propiedad de una clase media que con la salida de la oscuridad de la posguerra retomaba con entusiasmo un afición a la que en tiempos prebélicos se había lanzado siguiendo los pasos de la aristocracia con el dinero que trajo la era industrial. Y para que recordasen dónde se habían quedado, allí estaba Rosemary dispuesta a recordar la gran herencia de la jardinería del pasado. Y además enseñando cómo era posible adaptar los jardines más glamurosos e inmensos que imaginar se pueda a una escala asequible. Al otro lado del atlántico, en Estados Unidos, se encontró con un público creciente y expectante que consideraba todo lo británico como sinónimo del buen gusto. ¿Y qué podía haber más británico que un personaje como Rosemary Verey y el jardín de su mansión? Así, empezaron a sucederse libros como The Scented Garden que llegaban a venderse por miles, charlas en Inglaterra y Estados Unidos y proyectos profesionales a los que parece que tuvo que agarrarse cuando a la muerte de su marido en 1984 se encontró con unas finanzas familiares que dejaban bastante que desear. Irónicamente, a la edad de la jubilación Rosemary se vio obligada a preocuparse de los ingresos que generaban sus actividades para mantener a su familia. Por otro lado la muerte de su marido también tuvo un efecto liberador para una mujer que pese a su potente personalidad siempre se había autoimpuesto las limitaciones que su sexo y su clase le exigían. Sus primeros clientes fueron miembros de la alta sociedad británica y también americanos residentes en Inglaterra. Pero su ascenso ya era meteórico y pronto empezó a trabajar en Estados Unidos y también para famosísimas personalidades. La cota más elevada la alcanzó cuando el Príncipe Carlos de Inglaterra acudió a ella para que colaborase en el diseño de sus jardines en Highgrove. O quizás la cima de su éxito fuese su trabajo para Elton John, diseñando áreas concretas de su jardín de Woodside, donde el forradísimo cantante invertía dinero a espuertas.
El auge de nuevos estilos más modernos como la nueva ola de vivaces se encontraron con una Rosemary en la cima de su carrera. Era tan conocida como referente en el clásico estilo inglés que hubo gente que entendió el movimiento como una reacción contra ella. Y es posible que ella fuera quién mejor entendió que no era así. Cuentan que cuándo asistió a un simposium en Kew dónde dominaban los ponentes holandeses y alemanes sobre los nuevos estilos naturalistas de plantación, a la salida ella comentó algo perpleja que no entendía a qué venía tanto ruido si ella llevaba haciendo eso toda la vida. Lo que en su momento pudo parece un arranque de vanidad de una abuela, tenía una base importante de verdad. Es posible que Rosemary se refiriese a que sus plantaciones, pese a estar acotadas por líneas formales eran exuberantes, entremezcladas y crecían unas sobre otras con algo del espíritu de William Robinson. Es decir, su estilo que hubo quién calificó como informal dentro de una estructura formal, mamaba de un origen común al mismo espíritu naturalista del nuevo movimiento a pesar de su aspecto tan distinto. Es cierto que sus diseños nunca respondieron al lenguaje de la ecología y que nunca adoptó las gramíneas, pero no es menos cierto que en su libro, The Garden in Winter, despertaba en la audiencia el interés por las plantaciones con interés invernal, una idea bastante revolucionaria en la época. Su jardinería fue también una jardinería de trabajo duro, una vuelta al estilo romántico inglés de arbustos, vivaces, anuales y bulbos que exigía grandes dosis de mantenimiento. Un estilo que venía a remplazar la jardinería de bajo mantenimiento que había tomado posiciones por culpa de los problemas económicos y de mano de obra de las posguerra. Y desde mi punto de vista, este estilo fue un impulso necesario para recuperar la belleza en la jardinería y abrir camino a nuevas interpretaciones. Además, este camino se abría a través de un mensaje claro: si yo que soy autodidacta he podido hacer esto, ¿por qué tú no?. Rosemary fue una figura clave para que se recuperase la ilusión y el disfrute por la jardinería entre un público amplio que pronto estaría dispuesto a aceptar nuevos estilos. Estilos, que de una manera imperceptible pueden haber escapado de ciertas tendencias modernistas mucho más espartanas y minimalistas gracias a las plantaciones decorativas de mujeres como Rosemary Verey o Penelope Hobhouse.
Sus últimos años parece que fueron complicados para los que la rodeaban. Su perfeccionismo, su orgullo y su capacidad de sacrificio se mezclaron de manera explosiva con una creciente afición por la bebida. Parece que hay acuerdo entre los que la conocieron en afirmar que cada mañana podías encontrarte a una Rosemay adorable o directamente insufrible en función de la tarde anterior que hubiese pasado. Noel Kingsbury ha escrito sobre la tarde que pasó en Barnsley junto con James Van Sweden y parece que la experiencia debió ser terrorífica. Una anécdota final que puede resumir muy bien lo que significaba su persona es esta: encontrándose hospitalizada un amigo acudió a visitarla. Es de suponer que la sorpresa del amigo fue mayúscula cuando Rosemary llamó a la enfermera para pedirle un par de Gin Tonic, y que se quedaría sin habla cuando la enfermera apareció con ellos. Pero su actividad nunca cesó. Ni el alcohol, ni las caídas, ni las operaciones, ni el mal genio lograron que dejase de dar charlas, recibir premios y diseñar jardines. En la primavera del 2001, Rosemary sufría fuertes dolores mientras diseñaba un jardín en Kentucky sentada en la terraza de la propiedad. Dos meses después moría. Supongo que ahora mismo andará en algún sitio tomándose sus Gin Tonic para calmar la mala leche que sin duda le provocará la decadencia de su Barnsley.
genial!!!!!!
ResponderEliminarMil gracias. Me alegro de que te haya gustado
Eliminar