Llevo más de veinte años escuchando que la agricultura y la ganadería en España no tienen futuro fuera del abrigo de un modelo subvencionado. Y durante veinte años me ha costado creer que dicha afirmación pueda ser cierta para un país capaz de producir 850.000 toneladas anuales de aceite de oliva, tener una superficie de invernaderos visible desde la estación espacial europea o producir exquisiteces como el jamón de Jabugo o el vino de la Ribera del Duero. Durante años los pesimistas han argumentado que nuestra agricultura no puede ser competitiva frente a la producción de países menos desarrollados, y durante años he visto como importamos, por poner algún ejemplo, nueces de California o manzanas de Suiza, que no son precisamente países en vías de desarrollo. Contrariamente a lo que me decían, lo que durante años he creído es que lo que no tiene futuro en España es precisamente el modelo de producción agrícola extensivo de productos poco diferenciados, pero que de la mano del esfuerzo, la imaginación y la cercanía a la tierra, un país que en la antigüedad fue el granero de Europa debería tener campo de desarrollo, y que ese desarrollo debería ser bueno tanto para nuestra economía como para nuestros paisajes. De vez en cuando leo alguna noticia que demuestra que otros piensan igual, y por suerte cada vez son más numerosas las alternativas exitosas a los cultivos tradicionales. El cultivo de trufas en comarcas como Soria y Teruel, con las que se ha conseguido reactivar la economía de zonas moribundas y además repoblar miles de hectáreas con encinas. La evolución de éxito de la enología, con los principales motores de denominaciones como La Ribera de Duero o La Rioja, cada vez más capacitados para introducir sus caldos en la gama alta de los vinos a nivel mundial, y que en los últimos años han apostado por incorporar actividades turísticas a su actividad y dar un empaque a sus marcas con arquitectura, paisaje y tecnologías de última generación en sus bodegas. La plantación de cientos de hectáreas de frutales en zonas de altura tan impensables hasta hace poco para esa actividad como el Burgo de Osma, capaces de producir manzanas que no tendrán nada que envidiar a las que importamos del Tirol. Invernaderos en Lleida productores de cerezas de calidad (Cherry Glamour las llaman, nombre acorde a los 150€ el kilo a los que las cobran) en una franja temporal en la que nadie más en el mundo puede hacerlo. La focalización cada vez mayor del olivar hacia la producción de un aceite virgen de calidad, retomando métodos tradicionales menos productivos pero capaces de crear un aceite exportable como artículo para gourmets, para hacer verdad esa frase de un anuncio alemán de hace unos años que decía aquello de: hagan como nuestros vecinos franceses e italianos, consuman aceite de oliva español. La reconversión de terrenos de secano en terrenos de olivar en pueblos de Valladolid, aprovechando la calidad excepcional que da la aceituna un clima que alguna ventaja debe tener. La plantación de cientos de hectáreas de pistachos, un cultivo sostenible y perfectamente adaptado a climas extremos del interior de la península y que produce un fruto del que realizamos importantes importaciones.
Hay muchos más ejemplos, y del último que me he enterado es la iniciativa de plantación de un millón de nogales en la comarca de la Bureba, al norte de Burgos. Para alcanzar esa cifra el modelo que busca el promotor de la iniciativa es el de cooperativa, con la unión de pequeños productores que aporten sus nogales o sus tierras o su trabajo. Para lanzarse a una aventura así, hay que tener muchas ganas de trabajar y dejar de lado las prisas y ciertas mentiras con las que muchos agricultores se autolimitan. En el caso del nogal no es raro escuchar el típico, ¿y para qué voy a plantar nogales, si las nueces las comerán con suerte mis hijos?. Podríamos decir que para eso, para que las coman tus hijos, pero es que además la afirmación es falsa. Con técnicas adecuadas de injerto, se pueden conseguir nogales productivos en pocos años. Y España importa la friolera de diez millones de kilos de nueces al año. Y Europa importa la friolera de ciento cuarenta millones de kilos al año. ¿Por qué debemos seguir siendo ajenos a ese mercado potencial si tenemos zonas aptas para el cultivo? Las nueces de la Bureba seguro que serán más feas y difícil de abrir que las de California, pero tendrán un sabor de una intensidad que bien publicitado, el mercado europeo sabría valorar. Además los nogales tienen la ventaja de ser una inversión a largo plazo excelente por la calidad de su madera y otros productos secundarios, como los pellets y la lija de la cáscara triturada o la nogalina del envoltorio de la nuez. Actualmente la Bureba cuenta con unos 11.000 nogales, por lo que llegar a contar con un millón es un proyecto extremadamente ambicioso, aunque espero que la noticia sea cierta y se plasme en algo, aunque sea mucho más modesto, porque además de las ventajas sociales derivadas de la reactivación económica de la zona, las ventajas paisajistas y medioambientales de una plantación de este calibre serían enormes.
Fuentes: AgroInformación, Nuez de la Bureba
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