viernes, 13 de abril de 2012

Desert Nomad House


En la búsqueda de casas integradas en el paisaje y soluciones constructivas que no dañen el entorno, me he dado cuenta de que las que más me atraen no son precisamente las que crecen esquivando los troncos de los árboles, sino aquellas que esquivan otras cosas más delicadas y son capaces de integrarse en paisajes de una aspereza y austeridad que arañan el alma. No hace mucho publiqué una entrada sobre el proyecto de paisajismo de Ron Lutsko en el estado de Idaho, en la que buscaba reflejar la interrelación de una casa con su paisaje a través de un jardín que suaviza y facilita la integración de ambos. La entrada de hoy va de ir un poquito más lejos: la interrelación de una casa con su paisaje sin facilitadores, conseguir que la vivienda parezca plenamente integrada en su paisaje, que parezca caída del cielo o nacida de la tierra, y que además no estorbe demasiado. Esto es algo que puede parecer fácil conseguir cuando el paisaje es un bosque húmedo de rápido crecimiento capaz de envolver en poco tiempo lo que se encuentre dentro de él. Pero, ¿qué pasa cuando la casa se levanta en un desierto dónde un cactus puede tardar décadas en crecer? ¿Cómo logramos construir sin destrozar sin remedio el entorno? ¿Cómo logramos que una construcción tenga continuidad en un paisaje de rocas, polvo, cactus y arbustos espinosos? Pues no lo sé, si lo supiera igual era arquitecto, pero seguro que las claves están en la obra de Rick Joy. 
Su Desert Nomad House, en el desierto de Sonora, Arizona, está formada por tres cajas independientes de acero corten. El propio arquitecto asegura que es su proyecto más conceptual y que en realidad es una pieza de arte. Lo cierto es que la casa bien podrían ser una escultura de Richard Serra.



Cada caja tiene su baño y es un espacio dedicado a un aspecto de la vida doméstica: salón, comedor y cocina en uno, dormitorio en otro y despacho o habitación de invitados el tercero. Los grandes ventanales de cada caja tienen una orientación diferente, incrementando su intimidad frente a los otros espacios y dándoles su propio carácter. Mientras dos de ellas disfrutan de vistas hacia espacios abiertos, la tercera, la que hace las funciones de casa de invitados, enfrenta su ventanal hacia las montañas, lo que aumenta la sensación de integración en el desierto. 



A pesar de las incomodidades que puede generar una casa con espacios totalmente independientes (en el desierto puede hacer mucho calor y también mucho frío, así que no sé la gracia que hará tener que salir a horas intempestivas a la calle a, digamos por ejemplo, coger las gafas que te has olvidado en la habitación) el concepto de espacios organizados de manera físicamente independiente, es una opción que debe dar mucha libertad, intimidad e independencia sus habitantes. La relación entre las tres casas y los espacios entre ellas, hace que la vivienda pueda parecerse a un pequeño pueblo. 
Además de la sencillez de las formas y la reducción espartana en el uso de materiales, uno de los aspectos que facilitan la integración de la casa con el paisaje es que éste permanece inalterado. Los cubos se adaptan a la pendiente flotando sobre pilares y los espacios entre ellos conservan la vegetación original y no han sido pavimentados, con la excepción de una terraza que incluye una chimenea al aire libre escavada en el terreno. Un sitio ideal para disfrutar de la noche en el desierto al calor de una hoguera. 


El garaje, elemento diferenciado y aislado de los tres módulos principales, me parece otra obra de arte. En la primera foto de esta entrada, es el elemento que parece difuminarse en el desierto a la derecha de la imagen. Una estructura de lamas de acero oxidado es la que genera este efecto en la distancia.

Rick Joy, como Steve Martino, es un especialista en la creación de proyectos de arquitectura y paisajismo capaces de harmonizar con el desértico paisaje de Arizona y que además, o como consecuencia de ello, crean en el espectador un importante impacto sensorial. Según el arquitecto, la belleza del desierto es capaz de crear una atmósfera muy especial definida por la calidad de la luz y otras entradas sensoriales, y en sus proyectos busca sacar partido de ello, y lo consigue, habida cuenta de que sus proyectos (tiene otras casas espectaculares) aunque podríamos calificarlos de modernistas, no tienen nada de la frialdad que a veces aqueja a este movimiento. Sus obras no son rechazadas por el paisaje circundante, no intentan imponerse sobre él y éste les deja que se incorporen con naturalidad. Incidiendo en esto, lo que más me gusta de la casa es su capacidad de respetar un paisaje de suma fragilidad. Los cactus Saguaro (Carnegiea gigantea) que tanto asociamos a las películas del oeste, tienen un crecimiento de un metro cada 30 años, así que algunos de los ejemplares que rodean la casa pueden ser centenarios, y esto es algo que el arquitecto sin duda tuvo en cuenta a la hora de diseñar una solución constructiva de bajísimo impacto. 







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