Partamos de que soy nuevo en el tema. Toda mi vida no he sido más que un plantador o coleccionista de árboles, como se quiera ver. Desde que mi padre me llevó a comprar un abeto de Navidad hará unos veinticinco años, los he plantado a miles, pero mi única preocupación siempre fue tener nuevas especies, y casi siempre los plantaba sin demasiado orden ni concierto. Intuía y sabía que la belleza estaba en otras cosas distintas a la variedad y el número, pero tampoco me preocupaba demasiado. No fue hasta que nos compramos una parcela de una hectárea en mitad de un rebollar y Cova, nuestra arquitecta, nos dijo aquello de "esto más que un proyecto de jardinería es un proyecto de paisajismo" que no se me encendió la chispa por el tema y empecé a navegar por el ancho internet y a comprar libros. Enlaces y más enlaces, libros y más libros, que inevitablemente te llevan a otros y estos a otros y a otros y a otros, en un proceso dichosamente interminable. Y así, aunque mi principal vicio siguen siendo los árboles y me sigue perdiendo el afán coleccionista, estoy descubriendo el mundo que hay alrededor de la mejora y embellecimiento de un paisaje. Y he confirmado con pruebas empíricas que la belleza de un jardín gira alrededor de una brillante ordenación del volumen que cuide todas las capas, que de arriba a abajo ocupan árboles, trepadoras, arbustos, perennes, hierbas y anuales. Y he descubierto que la arquitectura y el paisajismo son artes hermanas obligadas a ir de la mano, y que hay corrientes que van desde el clasicismo más puro hasta el naturalismo más salvaje, y que todo esto se refleja en la obra de una larga lista de fueras de serie que llevan unas cuantas décadas revolucionando el panorama de la jardinería y el paisajismo. Cuando uno cree que empieza a arañar el entendimiento de la clave de la maestría de Piet Outdolf, o Fernando Caruncho, o Wolfgang Oehme, o James Van Sweden, o Andrea Cochran o Jacques Wirtz, o Kongjian Yu, o Michel Desvigne, o Ron Lutsko, o, o, o... llega uno nuevo a enseñarte algo, porque ese es el problema (bendito problema), que la lista no deja de crecer. Y en realidad todo este rollo viene a cuento de que hoy me he tropezado con la obra de Dan Pearson, y cómo no va uno a estudiarlo si su trabajo sigue la siguiente senda:
Fuente: Dan Pearson
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