Hay personas que un buen día se enamoran de un paisaje y durante años se desviven por poder comprar una parcelita donde hacerse una casa que les permita sacudirse cada mañana las legañas con esas vistas que les quitan el sueño. Lo malo es que a veces lo consiguen y a continuación empiezan con ganas un laborioso proceso de construcción y destrucción que termina por borrar de su parcela todo rastro del paisaje soñado. Quizás como mucho tengan la suerte de poder disfrutarlo en la distancia, pero en su parcela, después de la casa, la valla, los caminos, la pradera de césped, los arriates de flores y el resto de parafernalia a la que nos sentimos empujados para creer que de verdad tenemos una casa, nada de nada.
El paisaje ha sido entendido por mucha gente como un cuadro que había que disfrutar de puertas para fuera de la parcela, un entorno hermoso que rodease nuestro propio espacio más civilizado sin que necesariamente formase parte de él. Siempre he temido que nos pasase eso. En nuestra parcela nos hemos visto obligados a cortar árboles y hacer importantes labores de limpieza, y con cada acto nuestro me ha preocupado estar alejándonos a pequeños pasitos de aquel bosque por el que G. y yo nos perdimos una tarde de septiembre, convencidos desde ese preciso instante de que era allí y no en otro sitio donde queríamos una casa. Esa fue la razón por la que los albañiles tuvieron que convivir en los andamios con encinas que les raspaban el cogote, y esa es la razón por la que ahora, de una manera casi instintiva estamos buscando acondicionar la zona arrasada por la maquinaria y camiones en el frente de la casa, con plantaciones de hierbas y perennes que nos evoquen y no nos distancien ni un milímetro más de aquella naturalidad original.
Uno de los proyectos de paisajismo que creo que mejor logra la integración de una casa con el paisaje, es esta obra de Ron Lutsko junior y el estudio de arquitectura Allied Works. Lo hacen además en Sun Valley, un paisaje árido del estado de Idaho, al noroeste de los Estados Unidos. Idaho es uno de esos territorios que sólo tienen cabida en un país desmesurado como Estados Unidos. Con una superficie mayor que dos veces Castilla y León, su capital y ciudad más poblada es Boise (quién ha oído hablar de Boise), de 200.000 habitantes. Hay mucho espacio en definitiva para montañas, ríos, lagos, cataratas más altas que las del Niágara, cañones más profundos que el del Colorado y un cielo interminable. Un 41% del estado está cubierto por bosques y tienen parte del famoso parque de Yellowstone. Pues en ese contexto, Ron Lutsko junior decidió que en lugar de dar la espalda o protegerse del paisaje, había que invitarlo a entrar en el jardín. Con plantaciones de perennes y flores silvestres adaptadas al duro clima de la zona (árido en verano, frío y seco en invierno) hasta la puerta de casa, jardín y paisaje se funden sin que estén claros los límites de la finca. Las especies elegidas, autóctonas muchas de ellas para reducir las necesidades de riego, sirven para suavizar la transición entre un paisaje descarnado y una arquitectura minimalista. La casa es diseño puro y el paisaje de una gran belleza, pero creo que juntos no se habrían entendido tan bien como lo hacen gracias a los macizos voluminosos de arbustos, hierbas y perennes.
Las fotos, están sacadas de las páginas de Lutsko Associates Landscape y de Allied Works Architecture, y es fácil entender qué es obra de unos y otros, observando el foco principal de las fotografías que publican. Casi podríamos decir que se dedican a esquivarse.
Y para terminar, tres fotos de la ubicación de la casa para los que piensen que sólo es posible tener jardines floridos en la campiña inglesa o la bonanza mediterránea.
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ResponderEliminarI would like to write some entries in English, but I have hardly time to do it in my native language, so here's the Google translator
EliminarThank you for your interest