A medida que navego en la obra de los más aclamados paisajistas, cada vez me invade con mayor fuerza la sensación de que podríamos catalogarlos dentro dos corrientes bien marcadas, si se me permite la injusticia de la generalización.
Una corriente poderosa es la de autores de tradición inglesa como Beth Chatto, Christopher Lloyd, Gertrude Jekyll, creadores con espíritu de jardinero que hacen un uso magistral del color, de la combinación de un número de plantas que llega a parecer infinito, de los juegos sinuosos del volumen y del flower power. Sus obras me parecen siempre sacadas del jardín de entrada de la típica casa de un pueblecito del Condado de Sussex.
La otra corriente, es la de aquellos paisajistas perseguidores de un retorno a las líneas clásicas de la antigüedad, de una variedad de especies acotada a lo que podemos contar con los dedos de una mano, de los jardines abiertos a la luz mediante el uso de líneas depuradas y rectilíneas, de la serenidad de los olivos, vides, cipreses y gramíneas, de las grandes extensiones siempre bien delimitadas por elegantes borduras. Aquí englobo a Fernando Caruncho o Andrea Cochran, por ejemplo, cuyas creaciones parecen tener la ambición de englobar el paisaje en el jardín más que a la inversa. Fernando Caruncho se autodefine como jardinero, pero de acuerdo a mi mapa mental (bueno o malo es el que es) no puede ser otra cosa que paisajista.
Y luego tenemos a Piet Oudolfs, autor destacado y admirado en Europa desde hace décadas y ahora en boca de todos por su última creación, posiblemente el jardín reciente más aclamado y publicitado en mucho tiempo: la Highline de Nueva York. En las plantaciones realizadas sobre la antigua vía férrea elevada, podemos ver algunas de las señas de identidad de Oudolf: la búsqueda de una evocación artística de la naturaleza mucho más hermosa y ambiciosa que una simple imitación. Las plantaciones de la Highline son un bello engaño que quieren dar continuidad a la vegetación espontánea que llevó a un grupo de vecinos a impulsar la iniciativa de crear un parque público en un sitio tan inverosímil, pero no hay que ser muy observador para darse cuenta que responden a un elaborado y complejo diseño cuyo resultado es infinitamente más hermoso e impactante que un montón de hierbajos nacidos al azar. Nadie mejor que él para definir sus intenciones:
"All my work is related to trying to recreate spontaneous feeling of plants in nature. The idea is not to copy nature, but to give a feeling of nature."
"You look at this, and it goes deeper than what you see. It reminds you of something in the genes - nature, or the longing for nature."
En otras obras de Piet Oudolf, percibo ese espíritu de evocación de la naturaleza, la naturalidad de las praderas de gramíneas y plantas perennes, el ansía de grandes espacios abiertos que difuminan los límites entre el jardín y su entorno, la capacidad de reclamar el protagonismo de todas las estaciones (incluido el moribundo invierno), la preponderancia de la estructura sobre el color, pero todo ello con una variedad de especies, colores, flores y formas apabullante. En una descripción muy buena que leí sobre él, le definían como un chef, alguien que conoce sus ingredientes como nadie, un maestro del medio. Su conocimiento de las plantas no parece tener rival. Outdolf es el paisajista jardinero.
Muchas gracias Miguel! tu interpretación me abre la cabeza!!Y al fin encontré a un jardinero en una g eografía similar a la mía: la pampa semi árida de la Argentina. !!! Intento hacer en mi jardín canteros naturalistas pero cómo cuesta encontrar las variedades de herbáceas y gramíneas adecuadas!!Otra vez gracias
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