jueves, 27 de octubre de 2016

¿Se ha vuelto Caruncho naturalista?

La respuesta a la pregunta que titula esta entrada debería ser, supongo, un rotundo no. Ni falta que le hace, claro. Pedirle a Caruncho que haga jardines naturalistas sería como pedirle a Velázquez que haga sus pinitos en el impresionismo. O a Picasso, que no quiero sugerir que una hipotética evolución de Caruncho al naturalismo sería una evolución de lo antiguo a lo moderno. La jardinería de Fernando Caruncho no puede ser más moderna y actual. La pregunta no es más que la ironía que ha venido a mi cabeza al leer la historia sobre el jardín de su casa que ha publicado recientemente la revista Architectural Digest. El elemento central del jardín de la casa Caruncho es una estanque elevado rodeado en tres de sus caras por una columnata en forma de U y por una ladera cubierta de densos y sinuosos setos de escalonia en la cuarta. Esos setos de escalonia que trepaban hacia un kiosko abierto a la luz y a las montañas eran el elemento vegetal icónico de ese jardín. Y digo eran porque hace cinco años un par de hongos introducidos por nuevas plantas fulminaron los fabulosos setos de escalonia. Después de tratar de eliminar por todos los medios la infección fúngica, Caruncho se vio obligado a asumir que la única solución viable era arrancar todos los macizos de boj y escalonia arrasados por los hongos. La historia es triste pero también inspiradora. Triste porque uno esperaría que un jardín como ese fuese tan eterno como el David de Miguel Ángel. Inspiradora porque lo que acabo de decir es una tontería: no hay jardín eterno e inmutable y si hasta el mismísimo Caruncho con todo el conocimiento y medios a su alcance debe someterse a los caprichos de la naturaleza, qué no deberemos hacer los demás. Cómo dicen en el artículo, después de la desolación inicial Caruncho enseguida percibió que la estructura principal de su jardín aún seguía allí esperando a que enterrase su dolor y se pusiera manos a la obra a cultivar una nueva encarnación del jardín. "Los jardines, como las personas, tienen un ciclo: nacen, crecen, maduran y mueren. Por primera vez en mi vida, entendí esto. Necesitaba aceptar las nuevas condiciones pero retornar a las ideas originales", dice Caruncho al respecto de la debacle de sus escalonias. Mira, en eso llevamos ventaja al maestro. Yo hace mucho que aprendí que el aspecto de mi jardín puede estar marcado por lo caprichos nocturnos de un jabalí. Pero quizás lo más sorprendente ha sido la forma en la que ha rediseñado su jardín, porque los nebulosos y compactos setos han sido sustituidos por una exuberante plantación de cosmos blancos. Anuales para sustituir un seto de arbustos perennes. Frente a lo estático y estable lo movible y variable. Frente a lo robusto y perenne lo frágil y mortal. Frente a la severidad de los setos primorosamente recortados la exuberancia y descontrol de las anuales que se resiembran cada año. Da la sensación de que la crisis de sus escalonias ha abierto los ojos del diseñador hacia los ciclos más fugaces de la naturaleza. Vean la mutación del jardín dentro de una misma estructura formal para entender el cambio sustancial: 
Foto del antes
Foto del antes
Aspecto tras la debacle de las escalonias. Fuente: Fotos de Silvia Cerrada en Architectural Digest


Aspecto tras la debacle de las escalonias. Fuente: Fotos de Silvia Cerrada en Architectural Digest
Parece que los cosmos son una solución temporal que vendrá a ser sustituida por alguna otra especie. Alguna planta que estuviera de moda en los jardines del siglo XIX y haya caído en desuso, dice el paisajista, o alguna especie nativa como Myrtus tarentina porque la debacle de las escalonias le han convertido en un ardiente defensor de las nativas. Ay, las nativas tampoco son la solución o toda la solución. Que se lo digan a los amantes de los olmos o de los castaños. Hasta la invencible encina parece que está siendo diezmada por algo de nombre tan horrible como "la seca". Lo más parecido a una solución puede estar en asumir profundamente las propias palabras de Caruncho: "Es posible tener un jardín que dure para siempre y sea a un tiempo efímero. El renacimiento es el milagro de los jardines, y eso es algo que estará conmigo para el resto de mi vida".
La historia de las escalonia de Caruncho me ha recordado un montón a la historia del fin de otro seto que en su día fue muy conocido: la cortina de setos de tejo que con sus formas de olas creaban el fondo del jardín de Piet Oudolf en Hummelo. Estos setos se encontraban en una zona que se inundaba periódicamente y los hongos habían terminado por hacerles bastante daño, y en Mayo del 2011 Piet decidió eliminar uno de los elementos más representativos y estructurales de su jardín. Tuvo que ser una decisión difícil para él y un disgusto para muchos de los admiradores de su jardín, pero de esto va la jardinería, aunque no todo el mundo lo entienda. El libro Oudolf, Hummelo, acaba con una anécdota muy curiosa sobre la eliminación de estos setos de tejo. Piet Oudolf lo cuenta así: "Una día, dos personas estaban caminando alrededor de nuestra propiedad. Caminaban hacia delante y hacia atrás y noté que no miraban las plantaciones. Me acerqué a ellos y les pregunté si podía ayudarles a encontrar algo. Dijeron que había hecho todo el camino desde Bruselas para ver los setos que habían visto en el libro Landscapes in Landscapes. Les dije que habían muerto, pero que había otro montón de cosas para ver. Estaban sorprendidos y decepcionados. Habían conducido dos horas y media para ver los setos. Sin mirar nada más, se montaron en su coche y se marcharon". En fin, no siento mucha simpatía por esa pareja de belgas. Hay que ser cenutrio para llegar a Hummelo y frustrarte por no ver unos setos de tejo. Hay que entender poco la jardinería. Hasta los mismísimos tejos de Jacques Wirtz, que supongo que la pareja de belgas adorará, un día serán pasado. Porque los jardines son seres vivos que distan mucho de ser eternos. A veces pueden parecerlo, pero no nos engañemos, es sólo porque nosotros aún duramos menos. Quien quiera amar la jardinería debe estar dispuesto a amar los ciclos de la naturaleza, que a veces serán lentos hasta la desesperación y otras fugaces como un suspiro. Y casi nunca se adaptarán a nuestros deseos. Pero bienaventurado el que sea capaz de adaptarse a esos tiempos, de contactar con la naturaleza y acompasar sus ilusiones y anhelos a los caprichos de aquella, porque de él será el reino de los jardines. Pero ojo, que este acompasar y encajar los golpes no es una actitud pasiva. Si me lo permiten voy a usar una frase de Thomas Mann que aunque escrita en un contexto que no tiene nada que ver encaja a la perfección aquí: "Pues la entereza ante el destino y la gracia en medito del sufrimiento no sólo suponen resignación paciente: son también actividad, un triunfo positivo". Así es. Soñar y tratar de anticiparse a los resultados son el núcleo mismo de la jardinería. Y diría que adaptarse y ser resiliente (y aquí me refiero al jardinero, no al jardín) frente a la cruda realidad es el resto.  
Y todo esto me lleva a replantearme de nuevo la pregunta. ¿De verdad no es Caruncho naturalista? Pues a ver, si entendemos por naturalismo la Nueva Ola de Vivaces, pues parece claro que no. Al menos no conozco ningún jardín de este jardinero en el que se empleen complejas mezclas de vivaces para evocar una naturaleza salvaje y exuberante en el espectador. Pero ¿es acaso sólo eso el naturalismo? Yo diría que no, que naturalismo es considerar a la naturaleza como referente y fuente de inspiración fundamental, y que visto desde esta perspectiva cualquier jardinero que se merezca tal nombre, no puede ser más que naturalista aunque no use una sola vivaz en sus plantaciones. La charla Ted de la investigadora y escritora Emma Marris arranca así: "Estamos robando la naturaleza a nuestros hijos. Ahora, cuando digo esto no me refiero a que estamos destruyendo la naturaleza que ellos querrán que nosotros hubiéramos preservado, aunque eso por desgracia es lo que está pasando. Lo que quiero decir aquí es que hemos empezado a definir la naturaleza de una forma que es tan purista y tan estricta que bajo la definición que estamos creando para nosotros mismos, no habrá naturaleza disponible para nuestros hijos cuando sean adultos". A partir de aquí se lanza a una brillante charla de 15 minutos donde hace un excelente resumen de los pilares su libro. El impacto del ser humano sobre los ecosistemas terrestres es tan grande que algunos científicos ya llaman a este período el Antropoceno. Para algunos como Bill McKibben la naturaleza es algo apartado del hombre, y dado que sólo el cambio climático ya supone que cada milímetro del planeta ha sido alterado por el hombre, entonces la naturaleza ya no existe. Pero este supuesto parte de una base injusta y despectiva en grado sumo, que es considerar al ser humano como ajeno a la naturaleza. Seremos dañinos, pero somos tan naturaleza como una simpática ballena o el detestable picudo rojo que acaba con nuestras palmeras. Naturaleza no es aquello que no está tocado por el ser humano, naturaleza es cualquier espacio donde la vida prospera, donde múltiples especies conviven. Y  con este cambio de perspectiva, milagrosamente la naturaleza nos rodea por todas partes. Y además esta naturaleza se encuentra mucho más a mano que los hipergestionados, primorosos e intocables parques nacionales. "Hay una paradoja interesante: esta naturaleza, esta parte salvaje y desatendida de nuestros paisajes urbanos, periurbanos y agrícolas, es más salvaje que un parque nacional, porque los parques nacionales están gestionados con mucho cuidado", dice Marris, que acaba dando dos líneas de acción para que no robemos la naturaleza a nuestros hijos: primero, no podemos definir la naturaleza como algo que no haya sido tocado por el ser humano. No tiene sentido nunca más porque no hemos dejado de tocar todos los ecosistemas terrestres desde hace miles de años y porque eso excluye la naturaleza que la mayoría de la gente puede visitar y disfrutar. Y segundo, dejemos que nuestros hijos toquen la naturaleza, porque lo que no es tocado no es querido. La charla acaba con la foto de un niño con una flor en la mano y Emma dice: "Yo no quiero ser quien le diga que la flor que sujeta es una hierba mala invasiva no nativa que debería tirar como basura. Creo que prefiero aprender de este niño que no importa de dónde viene esta planta, es hermosa y se merece ser tocada y apreciada". 
Pues creo que esta misma argumentación hecha sobre los ecosistemas planetarios se puede llevar al mundo de la jardinería. La nueva ola de vivaces, como producto tierno de nuestros tiempos ha recibido palos a diestro y siniestro. No es difícil encontrar artículos, especialmente en el mundo anglosajón de fuerte tradición horticultural, que hablan de ella con la misma condescendencia despectiva con la que Louis Leroy bautizó a los nuevos pintores como Impresionistas después de ver el famoso cuadro de Monet. Pero curiosamente también reciben críticas de las corrientes más ecologistas que consideran que se quedan tan cortos en su pureza ecológica que hasta son perniciosos. Las críticas de los primeros no preocupan mucho, porque el movimiento está ya tan maduro y son tantas las figuras de primer nivel que conjugan naturalismo con vivaces con planteamientos más tradicionales que la opinión de ciertos críticos puede hacer ya poca mella. Pero las críticas de los segundos, apoyadas en su autoproclamada superioridad moral por defender algo tan noble como y altruista como la supervivencia del planeta pueden hacer más daño. Si hay quien critica como poco ecológicos los jardines de Noel Kingsbury o Piet Oudolf, que no dirán de los jardines de Fernando Caruncho. ¿Pero saben qué les digo? Pues que yo cuando veo un jardín hermoso veo la foto del niño con una flor de Emma Marris, algo que se merece ser disfrutado y apreciado. No dejemos que los jardines de vivaces se hagan con el monopolio de la naturaleza, porque una pradera de gramíneas de Dakota no es más naturaleza como un olivar de Jaén. Y mucho menos dejemos que lo hagan los ecosistemas definidos por algunos rígidos puristas. Hagamos jardines hermosos y larga vida al naturalismo que esconden todos ellos. 

jueves, 13 de octubre de 2016

Amalia Robredo. Pasión por las Nativas

Leyendo las últimas publicaciones sobre jardines naturalistas uno podría pensar que su diseño siempre se ha sustentado fundamentalmente sobre principios ecológicos y de sostenibilidad. En realidad yo tiendo a pensar que estos principios son consecuencia lógica y reciente de la madurez y el contexto social de un movimiento que surgió con ideas más estéticas y funcionales que ecológicas. Los primeros autores  buscaban despertar en el espectador un sentimiento emocional y lo hacían a través de la evocación de determinados paisajes. No deja de ser lo mismo que ya hizo Capability Brown pero cambiando la Arcadia por praderas y prados silvestres. Aún así, el movimiento en seguida se diferenció de las costosísimas borduras inglesas de Gertrude Jekyll o Christopher Lloyd en su afán por poner algo de racionalidad al mantenimiento de los jardines y siempre se apoyó con firmeza en el "la planta adecuada para el lugar adecuado" de Beth Chatto. Pero ha sido en tiempos más recientes, justo cuando grandes segmentos de las sociedades más prósperas perciben el mundo como un ente frágil a punto de ser devastado por cataclismos climáticos bien merecidos por nuestros desmanes, cuando el movimiento se ha visto más influenciado y a veces incluso forzado por criterios de tinte ecológico. La sostenibilidad y la necesaria reducción de los insumos en cualquier actividad, jardinería incluida, son aspectos que sin duda deben preocuparnos en un mundo hiperpoblado e hiperinfluenciado por el hombre. De esta preocupación surgen El Tercer Paisaje de Gilles Clement, The Rambunctious Garden de Emma Marris o Planting in a Post-Wild World de Claudia West y Thomas Rainier. Y también surgen estupideces con tintes absolutistas y a veces hasta un tanto xenófobos que nos hacen leer discusiones tan peregrinas en internet como si Pictorial-Meadows se merece usar la palabra meadow en su nombre o si los jardines de Piet Oudolf no son buenos para la naturaleza porque osa usar flores no nativas. 
Precisamente sobre el uso o no uso de especies exóticas en los jardines hay un perenne y acalorado debate y a partir de lo leído percibo que las personas que abogan por el uso de especies nativas en los jardines (en realidad casi todo el mundo hoy en día) lejos de formar lo que podríamos llamar un grupo ideológico compacto, se mueven a lo largo de un gradiente de extremismo muy marcado: en un extremo tenemos aquellas personas que consideran que lo único aceptable es el uso de plantas nativas y que por lo tanto las exóticas debían prohibirse por ley y en el otro las que más bien opinan que es un desperdicio no usar todas las plantas nativas que tenemos a nuestro alcance dadas las enormes ventajas que aportan. Las primeras suelen argumentar con criterios moralistas con bastante poca base científica y ven en cada flor foránea una invasión de ranas en Australia. Las segundas se acercan al uso de nativas con criterios mucho más cercanos a los principios del movimiento naturalista de diseño de jardines, no se cierran al uso racional y meditado de exóticas y en el fondo de su actuación está la búsqueda de una mayor racionalidad y sostenibilidad en la jardinería. Si queremos usar la planta adecuada en el sitio adecuado, ¿por qué no usar las que ya crecían aquí sin nuestra ayuda?, ¿por qué no disfrutar de las enormes cualidades estéticas de algunas de nuestras plantas silvestres?. Hay muchos ejemplos de diseñadores que han sido capaces de crear jardines con un potente sentido de pertenencia a un lugar apoyándose en un uso mayoritario de especies autóctonas. De hecho apostaría porque la Alhambra que dejó Boabdil era algo así. Pero sin irnos tan lejos, tenemos desde los jardines selváticos de Roberto Burle Marx hasta las praderas de Wolfgang Oehme y James van Sweden o el Millenium Park de Piet Oudolf en Chicago. El uso de especies nativas en jardinería puede tener tantas caras como ecosistemas hay en el mundo, y en la actualidad sigue habiendo personas que tratan de dar con sus jardines una respuesta contundente, clara y empírica a las preguntas que planteábamos. Entre todas ellas si tuviera que elegir una a quien poner el título de pionera de estos días por lo atrevido y esforzado de su planteamiento esa sería sin duda Amalia Robredo. 
En la última edición de la revista Verde es Vida, Elita Acosta realiza una interesante entrevista a esta paisajista argentina que desarrolla su trabajo desde hace años en Uruguay. Amalia empezó estudiando biología (algo que sin duda le ayudó en su futura forma de abordar el paisajismo) hasta que decidió apostar por una vocación en la que el aspecto estético y de estructuración del espacio tenían mucho peso. Así decidió estudiar paisajismo en la Escuela Argentina de Espacios Verdes. Terminados los estudios y lanzada al mundo profesional encuentra su primera influencia en la pareja de paisajistas argentinas Martina Barzi y Josefina Casares, quienes a su vez se reconocen discípulas del prestigioso paisajista inglés John Brookes. John Brookes es un prolífico autor de libros de diseño de jardines como The Room Outside donde explica sus principios de diseño basados en el principio de la cuadrícula que permite que los elementos se relacionen en el jardín de una manera proporcionada. Fruto de este principio y de la influencia que Thomas Church ejerció sobre él, sus jardines abundan en líneas simples y cuidadas curvas que marcan una clara geometría en el jardín. Pero esta geometría es suavizada por grupos de plantas dispuestos al azar a las que se permite propagarse desde semilla y se gestionan mediante la extracción de los elementos que ponen en peligro el éxito de la composición. Estos principios sin duda aparecen en el trabajo y los cursos que imparten en el estudio Barzi-Casares y a través de ellas Amalia se introdujo por primera vez en los conceptos de observación y edición de la naturaleza como herramientas troncales para el diseño y mantenimiento de jardines. Fue precisamente en la finca de Josefina Casares donde Amalia pudo ver praderas en las que las especies nativas crecían con espontaneidad, algo que le sirvió de importante fuente de inspiración para abordar los jardines de su propia finca (chacra le dicen por allí) La Pasionaria. En el 2002 Amalia se trasladó a La Pasionaria, una finca de cinco hectáreas en José Ignacio un pueblecito muy cercano a Punta del Este, en la costa uruguaya. Ajardinar una finca de cinco hectáreas le impuso como requisitos de entraba bajos costes de implantación y mantenimiento. Así, acompañar a la naturaleza dejando que las praderas se desarrollasen por sí mismas parecía algo inteligente y adecuado. Los primeros años dejó que las praderas de su finca donde antes pacía el ganado se desarrollaran libremente.
Praderas naturales en José Ignacio
La autora realizaba pequeñas intervenciones eliminando los árboles y arbustos que aparecían y realizando siegas periódicas. Los primeros años, pese al exigente clima marítimo de la región de Maldonado los resultados fueron espectaculares. Las praderas lucían una diversidad de flores y gramíneas altísima y entre ellas había especies con un alto valor ornamental. Pero a partir del cuarto año esta diversidad comenzó a caer en picado y Amalia se vio obligada a embarcarse en búsqueda de nuevas respuestas. Decidió unirse a un viaje dirigido por Noel Kingsbury a Alemania y Holanda. Conociendo la pasión por su trabajo y el espíritu docente de ambos es fácil aventurar que Noel y Amalia encajaron a la perfección. De hecho Amalia considera a Noel su mentor y gracias a él pudo acceder a un selecto grupo de profesionales que estaban y están haciendo cosas muy interesantes en el diseño de jardines naturalistas. Cassian Schmidt, Piet Oudolf, Roy Diblick o Neil Diboll pudieron conocer de primera mano el trabajo y la pasión de Amalia. Neil Diboll por ejemplo, a quien Amalia pudo conocer en un segundo viaje con Noel, en este caso a Chicago, es un pionero en la industria de producción de planta nativa. Ha dirigido el vivero Prairie Nursery  en Wisconsin durante más de 30 años dedicando su vida a la propagación y promoción de las cualidades estéticas y ambientales de plantas nativas de las praderas del medio oeste americano. Charlas con personas así ayudaron a Amalia a depurar sus protocolos de investigación aunque la primera conclusión con las nativas es que no hay nada que pueda sustituir al trabajo de campo. 
La foto de este diseño de Karina Hogg en un tejado aparece en el libro Planting, A New Perspective
de Noel Kingsbury y Piet Oudolf como un ejemplo de actuación innovadora en tiempos recientes.
Amalia asesoró en la plantación y se emplearon plantas nativas obtenidas en sus primeros trabajos
de reproducción en vivero de especies silvestres de la zona de Maldonado.
Amalia tuvo que experimentar mucho hasta dar con las claves que permitían conservar la biodiversidad de sus praderas en José Ignacio. En estas praderas conviven plantas de crecimiento invernal y floración primaveral con plantas que crecen en primavera y florecen a finales del verano. Mantener los dos tipos de vegetación en una misma pradera requiere ser muy específico con los momentos de siega, ya que una siega en un momento inapropiado puede hacer que unas especies se hagan con el nicho de otras. Una siega primaveral por ejemplo, puede potenciar la capacidad expansiva de las plantas de crecimiento primaveral y llevar a la extinción a las de crecimiento invernal. Conocer esto puede parecer obvio, pero si tratamos de calcular las combinaciones que pueden surgir de cientos de especies junto con decenas de ecosistemas marcados por un tipo de suelo, orientación solar y cualquier otro factor que afecte al desarrollo de las plantas, es fácil concluir que no basta una vida para llegar a resultados deterministas. Pero sí es posible establecer una serie de patrones y factores clave, y para ello quizás el aspecto más importante se encuentra en conocer las plantas que tenemos entre manos. Decía Beth Chatto que diseñar jardines es como escribir. Primero es necesario conocer las palabras y sus significados, y a partir de aquí puedes plantearte hacer combinaciones sencillas (una frase) o complejas (una verdadera historia). Por supuesto en la analogía el equivalente a las palabras y sus significados son las plantas y su comportamiento, y Amalia decidió construirse su propio diccionario. Durante años elaboró un detallado herbario en el que catalogó más de 300 especies nativas de la costa atlántica de Maldonado incluyendo infinidad de datos sobre sus características y ecología. Tanto trabajo tuvo su recompensa en forma de una donación del gobierno uruguayo que la permitió publicar su investigación y, más importante aún, arrancar la producción comercial de algunas especies. Su colaborador Hugo Sierra montó un vivero en el que comenzaron a cultivar algunas de las especies con mayores posibilidades ornamentales. Este trabajo fue clave para empezar a introducirlas en algunos de los jardines que realizaba para sus clientes. Al principio con cuentagotas para evitar que fallos imprevistos provocaran grandes vacíos estructurales en el jardín, y cada vez más generosamente a medida que sus clientes eran personas conocedoras e interesadas en su trabajo. Este trabajo de producción e introducción en jardines privados de especies nativas fue clave para romper el círculo vicioso establecido habitualmente entre viveros y sus clientes: yo tengo lo que quieres comprar y yo compro lo que tienes. Mediante un trabajo basado en el respeto a la naturaleza, la búsqueda de la reducción de los costes de mantenimiento, la conversión de debilidades en fortalezas, la búsqueda de una estructura que optimice el empleo del espacio y el empleo de especies nativas propias de las praderas costeras de su zona, Amalia ha sido capaz de crear un sello propio. Gracias a ello a estas alturas ha logrado introducir más de 30 especies silvestres en la red comercial de viveros, colaborando de manera clave en la difusión del potencial ornamental y por lo tanto en la conservación de algunas especies endémicas. Quién planta una flor en su jardín y se esfuerza porque prospere difícilmente va a mirar con indiferencia esa misma flor cuando la vea en los montes. El valor de la creación de jardines con especies nativas va más allá de los propios jardines, porque conseguir que la gente aprecie es conseguir que la gente preserve. Hoy día los paisajistas y jardineros tienen una responsabilidad con el medio ambiente, con los ecosistemas a los que afectan y en los que pueden aportar un valor diferencial de mejora. Ya no se trata sólo de no afectar negativamente evitando la introducción de especies invasoras o el diseño de jardines que exijan consumos ingentes de agua. Ahora es necesario generar comunidades vegetales y jardines que sumen a la naturaleza y puedan interrelacionarse con y aportar un valor a los seres vivos que los rodean. Y por supuesto sin que esto signifique cruzarse de brazos a ver como la naturaleza actua, porque la naturaleza a sus anchas a veces es rematadamente fea y cruel. La labor del jardinero dentro de su área de acción será embellecer, favorecer ciertos procesos naturales de recuperación y mantenimiento y concienciar a la población local de la importancia de los ecosistemas en los que vive. Todo esto Amalia lo ha hecho tan rematadamente bien que a mi entender se encuentra en un puesto de honor en el mundo actual del diseño naturalista de jardines. Así lo entendieron otros y de hecho ha estado invitada a impartir seminarios y colaborar en proyectos de investigación en otras áreas de Sudamérica como México y el Cerrado Brasileño. Algo que sin duda habrá hecho encantada porque considera parte troncal y emocionante de su trabajo dar charlas, clases y conferencias, escribir artículos, organizar talleres, acoger visitas a su chacra La Pasionaria... o recomendar de vez en cuando un blog en castellano.
Y esto me lleva a reconocer que mi debilidad por esta paisajista no el del todo desinteresada. En una de las películas de Men in Black, Will Smith le dice una tontería de frase a Tommy Lee Jones que siempre me ha encantado: "¿Sabes cuál es la diferencia entre tú yo? Que yo hago que esto luzca". Pues eso mismo podría decirme a mi Amalia. Por el 2004 andaba yo venga a escribir y venga a escribir y el día que ella entró en mi blog y me dedicó un par de alabanzas en su cuenta de Facebook esto se puso a lucir. Empecé a escribir este blog motivado por el difunto blog "Escrito en un instante" de Antonio Muñoz Molina. Encontré el tono y contenido de lo que quería contar gracias a Grounded Design de Thomas Rainier. Y sigo escribiendo gracias a Amalia. Difícil saber cómo una persona llega un blog (se lo dejo a los expertos en SEO) pero estoy seguro de que sin Amalia no conocería ni a una décima parte de las personas tremendamente interesantes que he podido conocer gracias a estas líneas. Y de momento aquí seguimos.






Fuente: Estudio Amalia Robredo. Paisajismo e Investigación

jueves, 1 de septiembre de 2016

Miguel García, la conexión madrileña de Sheffield

Sheffield es una pequeña ciudad del norte de Inglaterra. El típico sitio que uno asocia a lluvia, cerveza, fútbol y decadencia después de la crisis siderúgica y minera de los años 80. Nunca he estado allí, así que supongo que me influye bastante que esta ciudad fuera el escenario de la película Full Monty. Tampoco ayuda que cuando busques algo sobre ella a las primeras de cambio te encuentres con lo que escribió George Orwell:  Sheffield, supongo que podría reclamar justamente ser llamada la ciudad más fea del viejo mundo. Con esta imagen en la cabeza (seguro que injustificada) no deja de resultar sorprendente la cantidad de noticias y estudios interesantes sobre plantaciones naturalistas y ecología que parecen nacer en esta ciudad. En realidad no debe ser tan sorprendente, parece que hoy en día Sheffield es una ciudad con una pujante vida universitaria y una facultad de paisajismo que se ha hecho con un renombre mundial. Nigel Dunnet y James Hitchmough son profesores en esta universidad. Ambos son conocidos por sus trabajos relativos al diseño de plantaciones ecológicas y estéticamente atractivas y especialmente famosos desde su participación junto con Sarah Price en el desarrollo de las plantaciones naturalistas del Parque Olímpico de Londres. Su aproximación se diferencia de otras en que frente a la plantación de pequeñas plantas ellos apuestan por la siembra de mezclas de semillas. La siembra de semillas permite disponer de mayor diversidad de especies y mayor densidad de plantación, lo que conlleva ventajas como mayor competitividad con las malas hierbas y una sucesión estacional más rica.  En ocasiones la siembra se complementará con la plantación de especies cuya obtención desde semilla sea especialmente complicada. Ese precisamente ha sido el planteamiento de la plantación que Nigel Dunnet y Tom Stuart-Smith han realizado en Valladolid, mi patria chica. Allí se plantó una matriz de arbustos que fue completada con la siembra de una mezcla de semillas diseñada por Nigel Dunnet. He visto esta plantación dos veces, en octubre del año pasado y en junio de éste, y mi interés sobre la misma ha crecido de manera exponencial (si alguien conoce al responsable de su mantenimiento estoy deseando tener la oportunidad de hacerle unas cuantas preguntas). En octubre la plantación se encontraba totalmente agostada y me resultó llamativa la radicalidad del planteamiento. Ni complejos sistemas de riego a la vista ni mejora de un suelo paupérrimo, yesoso y pedregoso. Naturalismo extremo. Debo reconocer que no aposté mucho por el éxito de la plantación en semejante ambiente. Pero este año a finales del mes de junio me encontré con una comunidad vegetal exuberante que sin desentonar con la vegetación natural de la zona incorporaba eso que algunos llaman el factor wow. En mi caso el wow vino a estar bien representado por el ¡¡¡haalaaaaaa, pedazo de jardín!!!, que soltó una de mis hijas.





Hay que aplicar mucha ciencia y conocimiento de la ecología del lugar para lograr un resultado así en un par de años con una siembra desde semilla. Aquí el diseño se centra en la selección de las especies más adecuadas para el entorno en el que deban desarrollarse y los efectos estéticos que se deseen lograr. No es algo sencillo ni barato, aunque una vez hecho la misma mezcla puede ser utilizada en distintos emplazamientos que compartan características ambientales. Así, a partir de los trabajos de Nigel Dunnet surgió la empresa Pictorial Meadows que comercializa distintas mezclas de semillas de anuales y vivaces. La aproximación de esta empresa es en concepto similar a la desarrollada por investigadores como Wolfram Kircher. Estos investigadores alemanes han desarrollado una serie de recetas para combinaciones de plantas adecuadas para distintos entornos y efectos estéticos. Cada mezcla contiene una lista de las plantas recomendadas, el número necesario de cada una de ellas para una superficie determinada y la separación con la que deben plantarse. Sobre el terreno será necesario colocar las plantas de una manera más o menos aleatoria aunque siguiendo algunas sencillas instrucciones de agrupación de especies. La más conocida de esta mezclas es la bautizada como Silver Summer, una mezcla de 26 especies apropiadas para terrenos secos en la que abundan las plantas de follaje grisáceo, de ahí lo de silver. En el fondo es la misma idea que las combinaciones que podemos encontrar en los libros de Michael King o Roy Diblick. El verdadero mérito está en determinar que plantas funcionaran visualmente bien en conjunto y asegurarán una floración durante muchos meses. Eso lo hace el diseñador y el aficionado sólo tiene que conseguir los ingredientes y seguir las instrucciones de la receta. En el fondo esto me recuerda un poco a Ikea: nosotros te damos un diseño de calidad y móntatelo tú mismo.
En fin, que el tema resulta apasionante y por eso es una alegría que en Madrid tengamos a Miguel García experimentando con mezclas de anuales y vivaces en colaboración con el ayuntamiento. Miguel es un ingeniero forestal que ha realizado un máster en paisajismo en la universidad de Sheffield, donde debió dejar muy buen recuerdo habida cuenta de que me consta que Piet Oudolf contó con él durante los contactos que tuvo con el botánico de Madrid. Ahora trabaja con la empresa Pictorial Meadows y ha conseguido que el ayuntamiento de Madrid le deje una parcelas de terreno en el parque Felipe VI de Valdebebas para experimentar con sus mezclas de semillas de anuales y vivaces. El tema es sumamente interesante porque pocas veces se habrán llevado a cabo pruebas de este tipo en un clima como el madrileño, por lo que estará obteniendo conclusiones muy valiosas para la definición y posterior gestión de mezclas que puedan ser comercializadas y usadas en un clima como el nuestro. Pero aparte del aspecto formativo, las plantaciones de Miguel en Valdebebas ya han permitido ver cosas interesantes. Yo he podido ver en tres ocasiones distintas las plantaciones y me han encantado. Los picos de floración de las distintas especies se suceden haciendo que las praderas tengan un aspecto totalmente diferente a medida que pasan las semanas. El parque de Valdebebas se asienta sobre la recuperación de terrenos agrícolas, baldíos y escombreras y en términos generales no puede presumir de tener un suelo que destaque por su riqueza. Las parcelas sobre las que experimenta son bastante pobres y se ven castigadas por una población exagerada de conejos.  Aún así los resultados han sido muy buenos en el caso de las anuales y han permitido comprobar el interés que pueden despertar en los visitantes del parque. Porque ha sido un observador por partida doble, observador de la evolución de sus plantaciones y de la reacción del público a ellas, ya que parte del interés del experimento se encuentra en conocer el interés que pueden despertar en los habitantes de Madrid plantaciones de tipo naturalista. Y en fin, en algunos casos el interés llegaba a ser tan alto que tuvo que convencer al ayuntamiento de colocar un cartel indicando de que se trataba de plantaciones experimentales para evitar que la gente se hiciera ramos excesivamente generosos. Digamos que Miguel sigue la filosofía "hombre, no me importa que cojas un par de flores pero no me arrases la plantación". La definición de las plantas adecuadas a nuestro clima y suelo y el ajuste y optimización de aspectos como preparación del terreno, época de siega, gestión de malas hierbas, tipo y frecuencia de riego, estructura necesaria, etc, etc, requieren tiempo y años de práctica. Así que esperemos que su colaboración con el ayuntamiento continúe durante mucho tiempo, podamos seguir disfrutando de sus plantaciones y otros se animen a seguir su ejemplo.

Aspecto de las plantaciones de Valdebebas a finales de Mayo




Aspecto de las plantaciones de Valdebebas a finales de Junio







Aspecto de las plantaciones de Valdebebas a finales de Julio






jueves, 25 de agosto de 2016

Seis cosas con las que luchar en un jardín

Me sugerían en un comentario de la anterior entrada que escribiese algo sobre los aspectos más operativos del jardín. Menos inspiración y más arcilla y malas hierbas. La entrada me la ha puesto en bandeja la edición del mes de Julio de la revista Gardens Illustrated en la que aparece un estupendo reportaje sobre un jardín en Guadalajara de Fernando Martos. No puedo evitar arrancar la entrada con una de las fotos de Claire Takacs que aparece en el artículo.
Jardín de Fernando Martos en Guadalajara. Foto de Claire Takacs
El hecho de que un autor y un jardín español salga en esta revista es síntoma de que en España también se están haciendo cosas muy interesantes. Y es muestra de que la jardinería de estilo naturalista tan en boga en países con climas más amables también es posible en el nuestro. Lo cual no es algo obvio, porque como bien señala Noel Kingsbury al comienzo del artículo, el clima del centro de España no es el más acogedor para el desarrollo de la jardinería. Nos movemos entre rigores invernales nada despreciables y la larga y tórrida sequía de los meses veraniegos. Quién tenga dudas que se de un paseo estos días por Madrid a eso de las cuatro de la tarde y verá a lo que me refiero. En el artículo Fernando comenta que lo que busca en sus jardines es alcanzar ese aspecto natural que incluye movimiento y cambios estacionales tan típico en los jardines ingleses, con plantas adaptadas a nuestro hostil clima. El artículo incluye una serie de indicaciones interesantes para quienes se pregunten cómo conseguir un jardín así en nuestros clima. Estoy de acuerdo con todas ellas y me voy a permitir ampliarlas con la experiencia de un servidor que lleva unos cuantos años matándose contra el secarral. Así que ahí va mi particular lista de los jinetes del apocalipsis:

El Suelo 

Si tuviera que elegir mi mayor enemigo, ese es sin duda la arcilla que tengo por suelo. Un terreno pastoso y pegajoso en invierno y duro como una roca en verano. Gasto una media de tres pares de guantes al año pegándome con este suelo. Un día en el que enseñaba a Miguel Urquijo el terreno en el que quería hacer mi primera plantación de vivaces me recomendó que lo cavase con una retroexcavadora si quería conseguir algo en semejante losa. Desde que le hice caso he empezado a tener resultados. Lo de la retroexcavadora es opcional claro, allá cada uno con sus fuerzas, pero en estos suelos, y en otros como los yesosos, calcáreos y pedregosos de nuestras mesetas, es fundamental hacer una labor en profundidad del terreno. Este cavado en profundidad es esencial para que las plantas puedan enraizar y mejorará la capacidad de expulsar el exceso de agua en invierno y de retener la humedad en verano. Y cuando digo una labor en profundidad es en profundidad de verdad. Una pasada de una motoazada no vale. Hablamos de remover en suelo hasta los 40 o 50 cm de profundidad. Añadir materia orgánica, una buena capa de mantillo, también ayuda mucho. El Gardens Illustrated nos dice que no abonemos nuestras plantas, pero no hagan mucho caso, a los anglosajones les preocupa mucho el exceso de fertilidad de sus suelos. Algunos hasta eliminan la capa más fértil para hacer un prado donde no crezcan demasiado las hierbas. Bueno, me temo que ese no es nuestro problema. En este tipo de suelos mucho cuidado también con el tamaño de lo que se planta. La experiencia me ha enseñado que las plantas que hayan crecido durante mucho tiempo en macetas, especialmente aquellas que ya tengan la raíz espirilizada, están condenadas a morir. Así que hay que elegir muy bien lo que se compra en los viveros. Por otro lado y para mi desgracia muchas plantas especialmente adaptadas a la sequía son amigas de suelos que drenen como un colador, por lo que un invierno húmedo en terreno arcilloso puede dar al traste con muchas de ellas, como la experiencia del invierno pasado me ha demostrado.  
Preparando el terreno en Octubre del 2015 para una nueva plantación


El Frío 

Esta es fácil: no queda otra que elegir plantas capaces de resistir el límite inferior de temperatura de tu zona. En mi caso dada la altitud llegamos a tener temperaturas de hasta -18º, así que elijo especies capaces de aguantar semejante frío. Hay muchas referencias en internet dónde encontrar la resistencia al frío de una determinada especie. A mi me resulta especialmente interesante la información que Olvier Filippi publica en su web y en sus libros donde aporta datos sobre resistencia a la sequía y al frío de muchas especies. Por otro lado nunca está de más experimentar. Si me fiase de los libros los olivos no deberían soportar el frío de mi terreno, pero tengo alguno plantado desde hace unos años y han soportado heladas durísimas sin problemas. ¿Esto quiere decir que los libros no tienen razón? Puede que sí y puede que no, no descarto que cualquier día se me mueran todos, pero qué leches, si nos ajustamos siempre al manual de instrucciones esto sería aburridísimo. 


La Sequía

La más famosa, sin duda. En el centro de España tenemos entre tres y cuatro meses de sequía, así que tenemos dos opciones: o regar mucho o plantar especies adaptadas a un bajo consumo de agua. Lo de regar mucho no parece una buena opción, porque aparte de que el agua es un bien escaso siempre habrá una avería en tus sistemas de riego esperando malévola a tirar por tierra tus esfuerzos de años. Uno puede darse tus caprichos y plantar alguna zona del jardín (o todo él si no es muy grande) con plantas más exigentes con la humedad, pero en general es recomendable que un porcentaje importante de plantas estén adaptadas a nuestros largos períodos de sequía. Por lo que pueda pasar.  Y aún así, si queremos que las plantas se desarrollen y luzcan bien, porque una cosa es conseguir que las plantas sobrevivan y otra conseguir que su aspecto sea atractivo, será necesario regar, al menos los primeros años hasta que las plantas hayan enraizado. Los riegos conviene que sean espaciados y profundos. El riego por goteo es una buena alternativa, su instalación puede ser trabajosa pero compensa con creces la comodidad que te aporta en el futuro. Es importante tratar de disimular las tuberías del riego por goteo que son horrorosas (uno de los temas pendientes en mi jardín) y tener mucho cuidado de evitar el error frecuente asociado al riego por goteo: por algún motivo mucha gente asocia el riego por goteo a regar un poquito todos los días. No tiene porque ser así, claro. De hecho no debe ser así. Hay que permitir que el agua penetre hasta donde queremos que lo hagan las raíces. El laboreo en profundidad del suelo, la incorporación de mantillo y la cubierta de la superficie con un acolchado ayudan mucho también. Yo no me he atrevido a usar grava como acolchado porque tengo la sensación (puede que equivocada) de que la grava mezclada con mi arcilla va a dar lugar a una especie de poderoso hormigón. Pero sí he probado con la corteza de pino y restos de poda y la diferencia es sustancial. También es muy útil el laboreo en superficie, romper la costra superficial del terreno. Mucha gente cree que al cavar el suelo se airea y se seca más. Pero la realidad es que con este laboreo en superficie se rompe gran parte de la pérdida de humedad por capilaridad, evitamos que la humedad de las profundidades se vaya al cielo trepando por un suelo compactado. En mi zona hay un hombre que cultiva tomates sin riego, y sus claves son estas dos: laboreo inicial en profundidad y laboreo frecuente en superficie cada vez que la lluvia ha compactado la superficie del terreno. Las plantaciones de las siguientes fotos realizadas hace dos años han sido regadas este verano una media de una vez cada diez días en ausencia prácticamente total de lluvias desde mediados de Junio, por lo que por mi parte doy por probado que una buena selección de especies puede aportar muy buenos resultados.






Las Malas Hierbas

Hay distintas acepciones de lo que puede ser una mala hierba. Una es cualquier planta que crezca en un sitio inadecuado. Para muestra las plantas de pimiento que este año me han germinado solas en medio de una plantación de Stachys, Phlomis y Sedum y que arranqué recientemente porque ahí no pintaban nada. Otra forma de verlo es decir que malas hierbas son todas aquellas plantas capaces de competir con éxito contra las plantas cultivadas. Ese es más mi caso. En mi parcela el elemento más diferenciador y valioso y la peor mala hierba son la misma cosa: los robles rmelojo (Quercus pyrenaica). Los árboles con un buen porte son estupendos, pero los millones de rebrotes de raíz que intentan ahogar toda la parcela son una pesadilla. Hacer un hoyo de plantación en mi parcela supone atravesar una red impenetrables de raíces. Raíces que durante el verano absorberán toda la humedad a su alcance y se lo harán pasar muy mal a lo que crezca a su alrededor, especialmente si es alguna planta joven y flojucha plantada por mí. Esta es la segunda razón por la que las retroexcavadoras han entrado en mi parcela, para roturar y eliminar las raíces de roble en las zonas despejadas donde queríamos hacer nuestras plantaciones. Desbrozar los rebrotes de roble no es válido, año tras año vuelven a salir, así que con mucho miedo y cuidado también hemos probado a usar glifosato en zonas muy concretas. No se lo recomendaría a nadie, pero la verdad es que en nuestro caso los resultados han sido muy buenos. Hemos acabado con los rebrotes de roble sin acabar con los árboles de buen porte que los rodeaban y en los años siguentes, a los rebrotes de robles los han sucedido una mezcla de flores y hierbas silvestres mucho más rica e infinitamente menos agresiva.
Si hablamos de lo que siempre suele ser entendido por hierba mala, esto es las herbáceas que se reproducen como la peste en nuestras plantaciones, hay que decir que toda la culpa es nuestra. Si se fijan la mayoría de esas plantas no se reproducen en terrenos que no sean cultivados por el hombre, así que como dice Michael Pollan las hierbas malas somos nosotros. Para todas estas hierbas que parecen capaces de aparecer de la nada y reproducirse como si no hubiese un mañana, que removamos, abonemos y reguemos nuestro suelo será la mejor de las noticias. Por eso mucha gente recomienda actuar lo menos posible y evitar estas acciones. Yo no puedo evitarlo por las razones ya dadas, y de hecho un porcentaje muy importante del tiempo invertido en los primeros años de una plantación se me ha ido en eliminar hierbas malas. Pero sí que he notado que en las plantaciones de vivaces en las que después de la plantación no vuelvo a remover ni abonar el terreno la presencia de hierbas malas es menor cada año que pasa. La compactación del suelo, la competencia con lo plantado y el clima debe pasar factura. El huerto es harina de otro costal, aquí no hay esperanza. Para empezar porque el compost que empleo para mejorar el huerto lo obtengo a partir de la basura que generan las gallinas y sobre todo de las hierbas malas que saco del resto de la parcela. Conclusión: es un compost riquísimo en semillas de hierbas malas que extiendo sobre un terreno mullido y siempre regado. Por último, ojo con ser excesivamente severos y considerar hierbas malas a cualquier cosa que no hayamos plantado. Aunque la eliminación de hierbas malas se encuentra en la esencia de la jardinería y es imprescindible si queremos dar una sensación de orden e intencionalidad a nuestras plantaciones, a veces el azar pone a tu alcance plantas que pueden aportar algo interesante al jardín, especialmente en jardines naturalistas.

Verbascum, Reseda, Mentha y Echium realmente son "hierbas malas" en esta plantación

Verbascum, Reseda, Mentha, Hypericum y Echium realmente son "hierbas malas" en esta plantación

Eliminar malas hierbas es imprescindible si queremos que el jardín muestre intencionalidad


La Fauna

Es inevitable, desde la microscópica bacteria hasta la bestia parda de un cochino jabalí todos consideran que nuestro terreno es de su propiedad. No deja de tener su lógica, a fin de cuentas llegaron antes que nosotros. Ya conté en otra entrada bastante sobre mis desventuras con la fauna del lugar, y digamos que siento una victoria suficiente haber evitado con una buena valla que animales de más de tres kilos se paseen por el jardín. Una pareja de gatos que después de zanganear todo el invierno en casa al fin zanganean por el jardín parecen estar siendo bastante molestos para todos los bichos que se mueven en el rango que va de lo visible a lo que es capaz de colarse por debajo de la valla. Preferiría que se centrasen en los ratones y conejos y dejasen en paz a las lagartijas, pero qué le vamos hacer. Aún así, casi todo lo plantado sigue siendo un delicatessen para la fauna segoviana y cada año tengo una larga lista de bajas. Da igual, así tengo sitio para probar cosas nuevas al año siguiente. 


Heaven Knows

El famoso libro The Well-Tempered Garden de Christopher Lloyd arranca así: "Algunas veces mis amigos me piden análisis post-morten de sus esfuerzos jardineros menos exitosos, pero es muy complicado pronunciarse con cierta certeza cuando la historia de su caso ha sido enmascarada a fondo. Planté una docena de ciclamen resistentes, puede decir uno, y ni uno de ellos ha salido. ¿Dónde están?. El cielo lo sabe." Heaven knows. Pues bien, mi experiencia jardinera está repleta de heaven knows. He sembrado mis semilleros de tomates como cada año y no he conseguido que crezcan más de tres centímetros, ¿qué ha pasado?. Heaven knows. Un ciruelo que los años anteriores ha crecido extraordinariamente este año ha decidido secarse, ¿por qué?. Heaven knows. Un montón de vivaces que según todas las fuentes están adaptadas a terrenos arcillosos se pudren durante un invierno no especialmente húmedo, ¿cómo es posible?. Heaven knows.   Y así un larguísimo etcétera. No recuerdo dónde he leído hace poco que practicar la jardinería es un apto de valentía porque supone iniciar un enfrentamiento contra fenómenos naturales que no podemos controlar. Así es. Y quizás esa es la principal razón por la que yo estoy tan inclinado hacia la jardinería de estilo naturalista, porque es dónde encuentro más sencillo practicar una jardinería a favor y no en contra de la naturaleza, donde esos fenómenos incontrolables muchas veces apoyarán en lugar de aniquilar. El tiempo y la práctica te ayudarán también a decidir qué debes hacer y a descubrir dónde ha estado el error cuando ya no haya nada que hacer (eso y no otro cosa es lo que los ingleses llaman Green Thumb), pero aún así, la lista de Heaven Knows seguirá siendo lo suficientemente larga como para poner a prueba la paciencia de los más esforzados. En fin, sólo puedo decir que tenemos dos opciones: buscarnos otra afición más determinista, o hacer caso a lo que decía Rainer Maria Rilke en una de sus cartas a un joven poeta: 

Sé paciente con todo aquello que esté sin resolver en tu corazón e intenta amar las preguntas en sí mismas. No busques las respuestas, no se te pueden dar, pues no serías capaz de vivirlas. Y la clave está en vivirlo todo. Vive las preguntas ahora. Quizá, poco a poco, sin percatarte, vivas hasta llegar, un día lejano, a la respuesta.  
Yo, como no quiero buscarme otra afición y como las respuestas que me devuelve la naturaleza son cada año distintas, he decidido hacerle caso y dedicarme a vivir las preguntas. Y ya veremos qué pasa.  

viernes, 3 de junio de 2016

Verde es Vida

En España no abundan las publicaciones sobre jardinería y paisajismo. Vamos a dejarlo en que no contamos con un Gardens Ilustrated a la española. Por eso me gusta cada vez la revista Verde es Vida de la Asociación Española de Centros de Jardinería. La revista de edición trimestral, una por estación, se puede recoger de manera gratuita en unos cuantos viveros del país. También se pueden encontrar en su web y en formato PDF los números pasados. Siempre me había resultado entretenida, pero en los últimos años, su selección de artículos y entrevistas me ha parecido sin duda lo más interesante que he podido encontrar en castellano en la prensa escrita. No exagero si digo que algún viaje a un vivero me he hecho sólo con la única intención de recoger el último número de la revista. Así que entenderán que el día que me pidieron escribir un artículo sobre mi jardín para ella la ilusión me salía por los poros. Y ya para colmo hasta lo han publicado. En el número 79 de la revista, la edición de verano de este año aparece el siguiente artículo. Desde aquí muchísimas gracias a Elita Acosta por la oportunidad que me ha dado. 



Texto y Fotos del Artículo incluido en el número 79 de la Revista Verde es Vida sobre nuestro jardín en Segovia. 
Las visitas siempre nos preguntan cómo llegamos aquí. No somos segovianos, no tenemos familiares en la zona y no conocíamos a nadie en la urbanización. Es lógico preguntarse cómo se nos ocurrió construir una casa en medio de este monte. Fueron las ganas de recuperar la vida en el campo, lo precios imposibles de Madrid y la voz pesimista de la responsable de una inmobiliaria los que nos empujaron a ello. Esa urbanización es distinta, nos dijo con desánimo, son parcelas muy grandes, hay muchos árboles, muchos animales... hasta el clima es más frío. Habíamos entrado a preguntar con más curiosidad que interés real, pero aquello sonó realmente interesante. 
No nos engañó, la urbanización es distinta a lo habitual. Una cuadrícula de parcelas de una hectárea distribuidas en un monte cerrado de robles y jaras. El terreno arcilloso da a las laderas cercanas aspecto de Cañón del Colorado y los 1.100 metros de altitud imponen un clima de crueles rigores invernales. Tan cercano a uno de los hayedos más meridionales de Europa como a la sequedad pedregosa de las Hoces del Duratón, el lugar se encuentra a medio camino entre la montaña y las mesetas castellanas. Tiene algo de los paisajes verdes a los que quería escapar en mi niñez y de los paisajes esteparios de los que ahora no me quiero separar. Quizás por eso me encuentro tan a gusto aquí. Esa sensación de pertenencia al lugar nos invadió desde nuestro primer paseo por la  que sería nuestra parcela, una ladera de fuerte pendiente y orientación nordeste poblada de encinas y robles. Queríamos una casa en el campo y después de aquel paseo la queríamos allí.  
La pareja de arquitectos David Archilla y Covadonga Martínez-Peñalver nos acompañaron los primeros años con una ilusión y dedicación que aún no hemos terminado de agradecer. La casa se diseñó alrededor de un plan creado por mi mayor obsesión: plantar árboles. Decidimos dividir la parcela en cuatro áreas. Cada una de ellas contendría un tipo distinto de bosque que tendría su apogeo en una estación determinada y estaría adaptado a las condiciones de luz y humedad que la topografía y vegetación existente imponían. La casa se levantaría en el centro de la parcela relacionándose con todos ellos. Aunque fieles a dicho plan pronto nos dimos cuenta de que la parcela ofrecía posibilidades que excedían nuestros conocimientos. Yo tenía experiencia en el cultivo de árboles pero ninguno de los dos nos habíamos enfrentado antes al diseño de un jardín. Sabíamos que nuestro jardín debía conservar el espíritu que tanto nos había gustado en nuestro primer paseo por la parcela, pero no sabíamos por dónde empezar. Así que empezamos por leer. Libros, blogs y revistas fueron nuestros primeros aliados. En este proceso de aprendizaje tuve mi particular momento Stendhal el día que me encontré con las fotos de Mas de Las Voltes de Fernando Caruncho. Aun sabiendo que eso no era lo que necesitaba nuestra parcela, ahí mismo comprendí la complejidad y profundidad que puede llegar a tener la jardinería. Como sucede en todas las artes, con independencia del estilo las bellezas se encuentran con facilidad y pronto llegamos a los jardines naturalistas de Piet Oudolf. Con ellos, pero también con otros como Dan Pearson, Tom Stuart-Smith, Beth Chatto, Miguel Urquijo, Renate Kastner o Fernando Martos hemos aprendido a dejar de lado mis afanes coleccionistas, y hemos empezado a buscar la unidad de las plantaciones, a estudiar las plantas que puedan sentirse cómodas en nuestro terreno y a volvernos locos en la persecución del equilibrio entre el naturalismo que conserve la esencia del lugar y una estructura que lo vertebre y le dé un significado. 
Un día me di cuenta de que recordaba la historia de la jardinería desde la antigüedad clásica pero que no recordaba la historia de nuestro jardín. Para dejar un registro de esa particular historia decidí empezar a escribir un blog. Así, Arañazos en el Cielo nació como una especie de antídoto contra el olvido. Empecé escribiendo bajo pseudónimo, pero para mi sorpresa hubo personas que empezaron a demostrar interés por lo que escribía. Poco a poco el blog se convirtió en la mejor de las herramientas de aprendizaje. Entre otras cosas, gracias a él hemos conocido personas de las hemos aprendido y obtenido motivación. Por citar sólo  algunos ejemplos, la paisajista Amalia Robredo nos ha animado a buscar inspiración entre las plantas de nuestros montes. El estudio de paisajismo Planta Paisajistas nos han enseñado que una jardinería contemporánea de altísimo nivel es asequible en nuestro clima. Y del jardinero holandés Jaap de Vries hemos aprendido que la ilusión y las ganas de aprender y experimentar permiten a un aficionado conseguir resultados espectaculares. 
Los medios a nuestro alcance son limitados y el jardín ha avanzado a medida que disponíamos de tiempo y dinero. Eso nos ha evitado cometer algunos errores garrafales y nos ha dado confianza en nuestras decisiones. Y también nos ha permitido acompasar nuestro aprendizaje a nuestro conocimiento del entorno. Empezamos regando con cubos nuestros tres primeros árboles y hemos terminado teniendo dos huertos, distintas plantaciones de vivaces y más de 150 especies de árboles y arbustos. Entre medias ha habido un largo camino en el que en ocasiones hemos llegado a la extenuación. Las ganas de hacernos desaparecer que nos demuestra la naturaleza nos ha llevado en ocasiones  al borde de la rendición. Pero nos hemos repuesto y a veces la hemos respondido con la misma moneda, aunque de momento creemos haber mantenido el equilibrio entre las zonas ajardinadas y las que permanecen como hábitat natural. Nuestra parcela ya no es impenetrable pero aún seguimos sintiendo en ella la emoción del primer día. Ahora, como Michael Pollan, tenemos dos jardines. Uno tozudo, precario, adolescente y real crece en Segovia. Otro hermoso, inalcanzable e imaginario madura en nuestras cabezas. Creo que otros diez años son necesarios para que ambos empiecen a parecerse, y lo extraordinario es que eso es lo mejor de todo. 

El Jardín Comestible 

La parcela se llama la cereza y la almendra. La cereza y la almendra son nuestras hijas, pero también son la vocación productiva que ha tenido nuestro jardín desde el primer día. Hemos creado un huerto con diez cubos de acero colocados en estricta geometría, porque diseño y productividad no tienen por qué estar reñidos. Los cubos funcionan como pequeñas terrazas de poco más de dos metros cuadrados en las que cultivamos las verduras de temporada más delicadas. Entre ellas destacan los tomates. Persiguiendo el sabor de los tomates de mi niñez este año cultivaremos 30 variedades antiguas. En la zona baja de la parcela aprovechamos el suelo excepcional que crean los depósitos de un arroyo primaveral para cultivar un segundo huerto. Nada más divertido que descubrir las patatas cultivadas en ese antiguo claro en mitad de un bosque. También hemos plantado frutales. Cerezos y almendros, claro, pero también manzanos, perales, membrilleros, higueras, vides, nogales, avellanos, acerolos, granados, endrinos, olivos, ciruelos, albaricoqueros, melocotoneros y gran variedad de arbustos de baya. Son todos muy jóvenes aún y lo que recogemos es testimonial, pero en esto la calidad es mejor que la cantidad y la paciencia hace que todo sea más sabroso.

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