domingo, 19 de enero de 2014

El Jardín Agrícola

Desde que William Robinson publicara su libro llevamos más de un siglo dando vueltas al concepto del Wild Garden, con épocas de mayor o menor virulencia entre sus seguidores. Ahora mismo la corriente está especialmente activa gracias a La Nueva Ola de Perennes. Ya he escrito bastante en este blog sobre el tema, pero a modo de somero resumen, podríamos decir que la esencia del movimiento está en conseguir que el jardín se adapte al caótico poder de la naturaleza en lugar de enfrentarse a él. La relación del jardín con su entorno debe ser de interpretación y resilencia en lugar de eliminación y resistencia. Ya es asunto de cada autor llegar más o menos lejos en la idea. Piet Oudolf la trabaja a través de sus hiperdiseñados jardines de perennes, y Gilles Clement la lleva hasta sus últimas consecuencias con sus Jardín en Movimiento y Jardín Planetario. Poniéndonos algo poéticos, podríamos decir que todos ellos buscan que sus jardines sean barquitos que navegan en las tumultuosas aguas de la naturaleza dirigidos por el timón del gusto estético. Aunque unos lo hacen en una fueraborda y otros en una réplica de la Kon-tiki. Está bien, la idea es bonita, podemos usarla siempre que sea posible en nuestros jardines y paisajes. Pero aquí es donde yo me pregunto, ¿y qué pasa con los paisajes agrícolas?. ¿No estamos desaprovechando la idea precisamente en aquellos espacios cultivados en los que la lucha con la naturaleza es vital porque en ella están en juego algunas de nuestras necesidades esenciales?. Bueno, me dirán que algunos ya han dado también con la solución: Edible Forest Garden. Con los jardines comestibles seguimos con lo mismo de antes, trabajar a favor y no en contra de la naturaleza, aunque en este caso sustituimos el principio estético por la capacidad de generación de algo beneficioso (para nosotros o para otras especies) de las especies y asociaciones empleadas en el jardín. Me gustaría dedicar una entrada a este tema de los jardines comestibles, pero vaya por delante que no creo que sean la solución. Me parece otra bonita idea para nuestros jardines, pero creo que nuestros modelos económicos y culturales están a tres siglos de permitir que algo así sirviera para alimentar a la población mundial. Y esto suponiendo que el modelo fuese realmente válido, que es algo que está por ver. 
Así que de momento tenemos que un pedazo muy importante de nuestro planeta (nada más y nada menos que el 38% de la superficie terrestre de acuerdo a la FAO) es explotado agrícolamente, y en ese pedazo todos los esfuerzos deben estar puestos en luchar contra las fuerzas de la naturaleza si queremos llevarnos algo a la boca. No estoy entrando en la discusión de agricultura ecológica o convencional. La lucha se hará con larvas de mariquitas o con Croneton, pero seguirá siendo lucha contra una plaga de pulgones que buscan perpetuarse a costa de nuestras cosechas. Aunque está claro que en la agricultura hay muchas cosas que replantearse, porque en esa lucha se nos ha ido la mano y estamos siendo víctimas del fuego amigo. Tanto hemos querido acabar con las plagas que las hemos hecho más fuertes al tiempo que nos debilitábamos. Hay que reconducir el modelo, que ya está bien de comer y respirar venenos. Recuperación de los setos vivos, mayor variedad de cultivos, recuperación de variedades que podrán ser menos productivas pero son más resistentes. Por poner un ejemplo: hay miles (sí, miles) de variedades y cultivares de manzanas. En los supermercados españoles una decena como mucho. ¿No nos estaremos perdiendo algo en toda esa variedad que estamos olvidando y perdiendo?. Pero no miremos sólo al pasado, debemos entrelazar lo que ya sabían nuestros antepasados con lo que nos enseñan los actuales avances de la ciencia. En definitiva, aplicar el sentido común. Si obtenemos un patrón de manzano inmune al pulgón lanígero, usémoslo. Y si inventamos una variedad de maíz transgénico cuya principal virtud es soportar la dosis letales del herbicida patentado por su mismo inventor, pues mandémosles a hacer puñetas y que se lo coman ellos. 
Pero me estoy yendo por las ramas, porque realmente la cuestión que quería plantear es: ¿y no podría añadirse el criterio estético en todo esto?. Las mayores obras de paisajismo del ser humano son agrícolas. Eso de que la muralla China se ve desde el espacio es una mentira como un castillo, pero lo que sí se ve desde el espacio son los invernaderos almerienses (terrorífico, ¿verdad?). ¿Y un paisaje agrícola puede ser estéticamente bello?. Desde luego que sí. Ahí tenemos los paisajes toscanos o las terrazas de arroz balinenses para demostrarlo. Bueno sí, pero esos son paisajes seculares que se crearon sin el yugo de la productividad económica devoradora del buen gusto. Pues fijémonos en ejemplos más recientes: los viñedos de las bodegas Amastuola diseñados por Fernando Caruncho en el sur de Italia o gran parte de los diseños del estudio Turenscape en China que también incorporan el componente agrícola. Estos autores nos demuestran que el criterio estético puede convivir con criterios hortícolas. Así que creo que la nueva agricultura debería avanzar en la línea de la jardinería y aunar esfuerzos con la naturaleza en lugar de seguir distanciándose de ella. Y desde luego creo que el criterio estético podría ser también aquí uno de sus timones. Tenemos Wild Garden, Perennial Garden, Jardin en Mouvement, Jardin Planétaire, Edible Forest Garden... ¿y no tenemos un jardín para aquello que nos da de comer y nos rodea por todas partes?. Deberíamos elaborar ya mismo el manifiesto del Jardín Agrícola. O el Farm Garden, que seguro que decirlo en inglés ayuda. 
Y como las cosas que se hacen por costumbre se convierten en ley, no puedo dejar la entrada sin subir algunas fotos. Pero no pienso poner  fotos de Caruncho o Kongjian Yu, porque esta fotos espero que sirvan como muestra de que no estoy hablando de enormes y costosísimos proyectos, sino del hecho de que todos los que cultivemos un trozo de terreno podemos poner nuestro grano de arena. Espero que sirvan como demostración de que paisajes como las colinas toscanas o la campiña inglesa son en realidad una enorme agrupación de micropaisajes, la suma del gusto estético de miles de personas trabajando en una misma línea guiados por esa especie de magia que es la cultura. Así que mientras alguien se anima a escribir ese manifiesto del Farm Garden, ahí van la fotos de la granja de una pareja inglesa que parece que ha hecho del criterio estético una de sus fuentes de vida. Su granja llamada Walnuts Farm (el nombre ya me encanta) a cincuenta millas de Londres se alquila para reportajes fotográficos. Después de ver las siguientes fotos es fácil entender por qué. 

















Fuente:Walnuts Farm

jueves, 9 de enero de 2014

El Huerto Más Natural. Una revisión de un libro que ya son muchos

Hace unos cuantos fines de semana me leí este libro: El huerto Más Natural, de Jean-Marie Lespinasse. 

El libro está bien, es entretenido, es motivador y está escrito con la modestia del que entre líneas repite una y otra vez algo así como "esta es mi experiencia, pero prueba a ver qué pasa". Está escrito con tanta modestia y concisión, que he decidido que no voy a leer más libros de huerto. A partir de ahora mis lecturas se van a limitar a catálogos de semillas y a las notas que vaya tomando sobre fechas, éxitos y fracasos en mi propio huerto. Y es que leyendo este libro me he dado cuenta, de que desde el Horticultor Autosuficiente de John Seymour llevamos dando vueltas a lo mismo una y otra vez. Da igual que lo llamemos Another Kind of Garden, como Jean Pain, El Huerto Familiar Ecológico, como Mariano Bueno, o los Parades en Crestall de Gaspar Caballero. Todos vienen dando vueltas a lo mismo y se diferencian en matices impuestos por las circunstancias de donde cultivan o por lo más o menos espirituales (o flipados) que sean. Unos, como Gaspar Caballero defienden que sin animales que generen abono no hay huerto que valga y otros pasan de largo del tema. Algunos se meten de cabeza en temas como la influencia del magnetismo de la tierra, la luna y las corrientes de agua y otros escriben manuales ingenieriles. Los hay que opinan que el abono verde es la panacea y otros que ni lo mencionan. Pero al fin, todos están de acuerdo en una serie de principios básicos irrenunciables. Son los siguientes:
  • Cultivo sobre un bancal elevado: esto es sencillo. En lugar de cultivar sobre los tradicionales surcos a ras de tierra se construyen montículos de tierra más o menos elevados, sobre los que se cultivan las plantas sin que nunca se pise sobre su superficie. Esta es la clave. Si no pisas no compactas la tierra. Si no compactas la tierra las raíces tienen mayor facilidad para desarrollarse. Si las raíces tienen mayor facilidad para desarrollarse puedes aumentar la densidad de las plantaciones. Si aumentas la densidad de las plantaciones aumentas la productividad de la tierra. Pero para mi su principal ventaja es que reduces en mucho el laboreo de la tierra. Preparar un buen bancal requiere un importante esfuerzo, pero una vez construido la preparación anual del terreno de plantación se reduce en mucho al no ser nunca compactado. Además presentan otras ventajas: eliminan la humedad excesiva, especialmente en invierno, mejoran la circulación de aire y favorecen el calentamiento del suelo. En nuestro clima hispánico, el cultivo en bancales exige instalar un sistema de riego por goteo o exudación, lo que también es una ventaja por la reducción de consumo de agua frente al clásico riego por inundación de surcos. 
  • Muerte a los insecticidas, fungicidas, herbicidas y abonos inorgánicos. Un buen huerto es ante todo una buena tierra donde se preserva la vida, y todos estos productos químicos que acaban en -cida, matan a base de bien. Estamos de acuerdo. Este año he tenido plaga de orugas y pulgones en mis repollos y coliflores. Estuve tentado de usar algún insecticida, aunque fuera de esos que nos venden como ecológicos, pero al fin me pregunté: ¿de verdad quiero que mis hijas coman una coliflor cargada de química?... ¿y qué diferencia habría con la de la tienda?... Pero si a mis hijas ni siquiera les gusta la coliflor. Conclusión: las orugas tienen un amigo en mí. 
  • Rotaciones adecuadas y combinaciones de plantas beneficiosas. Si una planta favorece la repulsión de un parásito, por qué no plantarla cerca de otra que le tema. Si las leguminosas son capaces de retener nitrógeno en el suelo, usémoslas cerca o antes de plantas que requieran dosis especiales de nitrógeno. Si dos especies van a competir por los mismos nutrientes ,hay que separarlas en el espacio y el tiempo. Y por supuesto, si en un bancal realizamos una plantación determinada un año, no debemos repetir al año siguiente las mismas hortalizas en ese bancal. Así permitiremos que la tierra descanse del consumo específico de nutrientes de dichas plantas y evitaremos que plagas específicas a las mismas se acomoden. Y así, con todo esto en mente, al final tendremos una calendario de rotación de cultivos que definirá qué podemos o no podemos plantar cada año en los distintos bancales. Sobre esto hay muchísima literatura. 
  • Cobertura orgánica en superficie y sin mezclar. Aquí se trata de imitar a la naturaleza, donde las plantas se alimentan gracias a un ciclo en el que la tierra se nutre de arriba a abajo: lo muerto se deposita sobre la superficie y la flora, la fauna y los agentes meteorológicos se encargan de integrarlo como alimento al suelo. El compost (en definitiva, el producto resultante de la descomposición de restos vegetales y deposiciones de animales en un montón) se ha usado desde siempre, aunque no siempre se haya llamado así. Lo que es nuevo, es la idea de estos autores de no mezclarlo con la tierra, que una vez establecida como bancal elevado no se debe labrar ni voltear, sino simplemente depositarlo sobre ella. Esto ayuda a que la tierra restaure las funciones biológicas estimulando la acción de lombrices, insectos, bacterias y hongos. Además del uso del compost, proponen el uso de coberturas con paja, hojas u cualquier otro tipo de restos vegetales que ayuden con su sombra a mantener la humedad del suelo, reducir el crecimiento de malas hierbas y que además alimenten el terreno con su descomposición.  Lespinasse usa lo que él llama BRF (Bois Rameaux Fragmentés), es decir, restos de árboles y arbustos triturados. Es el mismo material que usaba Jean Pain, pero sin molestarse en transformarlo primero en compost. Lespinasse incluso apuesta por no arrancar las plantaciones anteriores para que las raíces en descomposición alimenten la tierra. En este punto concreto no le voy a hacer mucho caso y voy a seguir usando mi montón de compost. Porque esto de que la tierra no se voltea ni se labra para que el suelo se construya como en los bosques, pues qué quieren que les diga. Yo si no labro un poco la tierra, aunque tenga bancales elevados, me voy a tener que comprar un taladro para poder meter mis tomateras. Quizás en el siglo que viene mi arcilla sea otra cosa y les dé la razón. Y esto ahora lo aplican hasta en la plantación de árboles, que siempre nos habían contado lo de la tierra negra a un montón, y la clarita a otro, y cuando plantes el árbol, abajo la negra para que las raíces se alimenten bien. Ahora no, ahora nos dicen que eso es malo porque estás modificando el horizonte del suelo y eso perjudica al árbol, que se acostumbra a la tierra negra y cuando se le acaba y llega a la clarita como que le da pereza o se deprime o algo así. Qué sé yo. No les digo que no voy a leer más libros de esto, que bastante perdido estoy ya. 

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