viernes, 30 de diciembre de 2011

Westonbirt Arboretum

Si de la interminable lista de parques, jardines públicos, jardines privados, jardines botánicos y arboretos que aún me gustaría conocer tuviera que elegir uno solo, creo que me quedaría con el Westonbirt Arboretum y su colección de arces. Situado en el Gloucestershire, al suroeste de Inglaterra, sus números dicen mucho de la capacidad de los ingleses para esto de la jardinería: 240 hectáreas, 18.000 árboles y 200 especies sólo de arces. Creado a partir de 1829 por Robert Holford y continuado por su hijo George, empieza a acercarse a los 200 años y es algo que se nota en el porte señorial de muchos de sus árboles. Los paisajistas originales crearon espacios como el Claro de los Arces, o el Círculo de Color, que año tras año en otoño ofrecen su espectáculo.
Fuente: Mr Smith Blog
Fuente: wikipedia
Fuente: wikipedia

Vintage

Algún día tendré que decidir de qué va este blog.











Crímenes

Hay temporadas en las que me desfondo, y mi ritmo de lecturas cae en picado. Lo asocio a que no tengo tiempo ni intensidad intelectual para todas mis aficiones, si me obsesiono con una dejo de lado las demás. Aunque también puede ser debido a que hay temporadas en las que lo que leo no termina de divertirme. Por suerte, de vez en cuando vuelve a caer en mis manos un libro de esos que desata de nuevo la pasión y te arrastra a leerlo sin descanso, despertando los remordimientos de la lectura rápida que arrastro desde la infancia, cuando hacía esfuerzos por leer despacio para que no se me acabara  un tebeo nuevo. 
El libro en cuestión se trata de Crímenes, de Ferdinand Von Schirach, un abogado criminalista alemán que ha empleado su experiencia para elaborar once magníficos relatos que sin ser ciertos están basados en retazos de casos reales. Puede que sea esto, junto con el estilo seco, conciso y descarnado, carente de florituras y metáforas lo que da a la obra un tremendo poder sugestivo. Me recuerda un poco a Stieg Larsson pero contando historias de una verosimilitud infinitamente superior. Dicen en la contraportada que lo más perturbador es que, situados en las mismas circunstancias, nosotros quizás habríamos cometido los mismos crímenes. Hombre, yo la verdad no diría tanto, en casi todos los casos los protagonistas se arrojan de cabeza a soluciones extremas dejando de lado la lógica más elemental. Yo diría que, situados en las mismas circunstancias, y estando igual de sonados, quizás habríamos cometido los mismos crímenes. En cualquier caso, estoy seguro de que hay muchísima gente que en las mismas circunstancias habrían actuado así, y con eso basta para saber que si los relatos no terminan de ser verdad, deben estar muy cerca de serlo. Podríamos decir, que el autor hace como Bruce Chatwin, que en lugar de contarnos media verdad nos contaba verdad y media. Además de relatarnos casos criminales, el autor, también se pasea por el filo de unos de los temas penales más comprometidos, el papel de la defensa en el caso de crímenes probados, y lo hace con solvencia. 
Ferdinand nos habla del hombre tranquilo que acaba con el maltrato psicológico de toda una vida a hachazos, de los mafiosos de medio pelo que se encuentran con la horma de su zapato por culpa de un cuenco de té, de la desgracia de la riqueza, del genio escondido en un entorno de delincuencia que burla a la justicia, de dos nazis que se topan con una especie de Jason Bourne, de coartadas perfectas, crímenes por amor y locos de libro que odian a las ovejas o se quieren comer a su novia. Yo me quedo con la historia del guarda de museo condenado a vigilar la misma sala durante veintitrés años obsesionado con la escultura de un muchacho que no es capaz de sacarse una espina durante siglos. Estilo aparte, el cuento encajaría a la perfección en cualquier colección de Cortázar. Para terminar, el último cuento es una preciosa historia de amor y amistad, de salvación y esperanza y pesimista que es uno, por eso puede que me resulte la menos creíble. 

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Cerezos

Qué difícil es ahora todo. Cuando tenía 10 años, mi padre nos cogió a toda la familia, nos llevó a un vivero y nos pidió que cada uno eligiera un frutal. Una de mis hermanas escogió un ciruelo Claudio, la otra un cerezo Monzón, mi padre una morera negra, mi madre un guindo de Toro y mi hermano, que el pobre aún no tenía edad de escoger no recuerdo si le tocó el manzano Golden, el peral de Agua o el acerolo. Yo, dando muestras para mi edad de una mezcla de avaricia, pesimismo y capacidad de planificación que ahora visto de una manera retrospectiva me asustan un poco, elegí un membrillo. ¿Por qué? Muy sencillo, porque a mis diez años supe vislumbrar que esa mierda de paluchos que estaba comprando mi padre a 400 pesetas, iban a tardar en dar algo que mereciera la pena la leche de tiempo, y ¿dónde ibas con dos cerezas o dos moras? O una manzana, pufff, pero si mi madre las traía a kilos... en cambio, dos membrillos, eso, amigos míos, ya era algo que merecía la pena. 
En fin, al final dio igual porque fui yo quien adoptó rápidamente a todos los frutales, que rápidamente se convirtieron en árboles de verdad que nos regalaron enormes cantidades de fruta. Recuerdo con especial cariño al cerezo Monzón, que los años buenos daba unas tremendas cosechas de cerezas grandes, duras, de color rojizo amarillo y un sabor de los que ya solo perduran en un rinconcito de la memoria de la infancia. Además el árbol era grande, esbelto y de unos hermosos colores otoñales. Por desgracia mis mimos no iban acompañados de los conocimientos necesarios y el árbol murió por culpa del ataque de unos barrenadores, que ahora supongo que habría sido capaz de combatir. 
Creo que es por el recuerdo de ese cerezo por lo que me lancé a comprar cerezos el invierno pasado. Por ese cerezo y porque el camino de bajada a la pradera, espacio de transición entre el bosque asiático y el bosque otoñal atlántico, pedía a gritos ser flanqueado de cerezos. Así que me planté en mi vivero de toda la vida, y cuando vi que seguían teniendo cerezos Monzón y guindos de Toro, cargué con ganas: un guindo de Toro, un cerezo Monzón, un Burlat, un Blanco, un Satin, un Picota, un Sumburst y un Van. Mis conocimientos deben seguir siendo insuficientes, porque el Monzón, después de un verano angustioso de hojas enrolladas y moribundas, ha terminado por secarse pese a todos mis desvelos, fungicidas e insecticidas. El Sumburst brotó con fuerza para cercarse una semana después y el Satin me ahorró el sufrimiento y ni siquiera brotó. Primera lección aprendida: cuando el chaval del vivero me vuelva a dar un árbol con poca raíz, debo dejarme de optimismos y pedirle que me de uno con una raíz como dios manda, porque los que este año no han brotado adolecían todos de lo mismo. Uno de los cerezos secos ya lo he sustituido por un cerezo Napoleón, por lo que ahora, bajando desde la casa a la pradera, tengo lo siguiente: 

-Lado Izquierdo:
  • XXXX (espacio vacío para un nuevo cerezo)
  • Napoleón (sustituyó a un Sumburst que apenas brotó)
  • Burlat
  • Blanco
  • XXXX (un Monzón seco)
-Lado Derecho:
  • XXXX (un Satin, que no llegó a brotar)
  • Picota
  • Van
Y claro, fiel a mis principios de instalar sin abrir el libro de instrucciones, he plantado sin leer nada, y cuando he empezado a leer y arañar el mundo que hay detrás de todo esto, se me han puesto los pelos como escarpias. Para empezar he aprendido que si de niño pude comer cerezas, fue porque mi padre escogió de chiripa una variedad de cerezo que es autofértil. ¿Y qué es eso de ser autofértil? Pues eso es que resulta que los cerezos son complicadillos y algo antiintuitivos. La mayoría de las variedades de cerezo no pueden fecundar sus frutos ellos solos y tampoco lo pueden hacer con la ayuda de otro cerezo de la misma variedad. Por lo que respecta a la polinización las variedades de cerezos se engloban en distintos grupos, y todas las variedades incluidas en un mismo grupo no pueden fecundarse entre sí. Más bien al contrario, necesitan fecundar sus flores con polen de otro árbol que pertenezca a cualquiera de los otros grupos. Por suerte para mis recuerdos infantiles, toda regla tiene su excepción, que en este caso consiste en que hay árboles que son autofértiles, es decir, que son capaces de polinizarse a sí mismos y además son capaces de polinizar a cualquier otro. Por si esto no era ya suficientemente complicado, hay otras dos restricciones. La primera es obvia: las flores de los dos árboles compatibles deben coincidir en el tiempo, y rapidito, porque los cerezos son flor de un día. Bueno, de un día quizás no, pero si de dos o tres desde su apertura, que parece que es lo que tardan en degenerar. La segunda, es que el polen del cerezo necesita de un transportista, por su peso no le vale el viento para propagarse, necesita la ayuda de abejas y abejorros, incluso en los árboles que son autofértiles el polen de los estambres no logra alcanzar el pistilo de la misma flor si no es con la ayuda de una abeja rebozándose en condiciones. Ahora se entiende a los japoneses con sus pincelitos. Luego, por supuesto está lo de siempre, el tiempo tiene que acompañar, porque la lluvia, el viento y las bajas temperaturas complican la polinización (temperaturas entre 15º y 25º, con tiempo soleado, algo de humedad ambiental y aire en calma parecen ser del gusto de los cerezos y las abejas), y si la polinización no se ha complicado, como los cerezos son de floración muy temprana, siempre puede venir una helada unas semanas después y abrasarte toda la cosecha, como aprendí bien una semana santa de hace veinte años. En fin, un milagro que yo llegue a comer cerezas. 
Y con toda esta película ¿cómo pinta mi plantación a las bravas? Pues la suerte del ignorante, bastante bien por lo visto. Ahí va lo que he encontrado sobre las variedades que tengo plantadas:
  • Burlat: es un árbol de gran tamaño con producción abundante. La pega es que florece temprano y los frutos se dan muy rápido, lo que en mi clima no es muy recomendable, pero si el año viene bueno en el mes de Mayo podemos tener cerezas (qué optimismo). Por otro lado es una especie es originaria del norte de Francia y exige mucho frío invernal, así que por qué no. Es de los que necesita un vecino polinizador, pero le vale Picota o Van, por lo que he acertado de chiripa. Dicen que sus cerezas son de tamaño mediano (unos 9 gramos) de muy buen sabor, color rojo oscuro, carne blanda y sensibles al rajado por la lluvia. 
  • Blanca de Provenza: sinceramente, no sé si lo que yo tengo es esto, pero por aproximación creo que debe serlo. Yo compré un cerezo en cuyo cartel ponía blanco, y esto es lo nominalmente más parecido que encuentro en la mayoría de viveros. De lo que he leído de esta variedad y otras parecidas (hay unas cuantas en viveros franceses) deduzco que es una variedad tardía, muy dulce, de color amarillento blanquecino, muy empleada en procesado industrial y que se da en el valle del Esgueva. Ni idea sobre sus necesidades de polinización. 
  • Napoleón: es un árbol muy vigoroso y productivo, que da frutas de color rosado sobre fondo amarillento, como el Monzón que hubo en casa de mis padres. De hecho el cerezo que yo busco es el garrafal de Monzón, que espero que este año vuelvan a tener en viveros Gimeno. Este Napoleón que ya no tengo claro si realmente es distinto del Monzón (hay quien dice que sí) se recolecta de finales de Mayo a primeros de Junio, dicen que es la variedad más utilizada en Europa (yo creo que en España nunca he visto una frutería con estas cerezas, pero en fin) es autofértil y también poliniza por fechas de floración con Burlat y con Van.
  • Picota: Es la reina del valle del Jerte, la de toda la vida, de hecho para mucha gente no hay otra cosa que picotas. De vez en cuando me enfado con mi mujer cuando me ve aparecer con una caja de cerezas son su rabo como dios manda y me dice has comprado picotas. Las picotas no tienen rabo, y sobre esto también hay polémica, porque hay quien dice que picotas son todas las variedades que se pueden coger sin rabo y quien dice que las picotas son picotas y punto, que no generalicemos. Yo qué sé, aunque cruzo los dedos para que la mía sea Picota Ambrunesa, que por lo visto es la mejor. Resiste bien a la lluvia y produce a finales de Junio o primeros de Julio, como debe ser. Suele ser algo vecera (si un año da mucho al siguiente se lo toma de descanso). Y no me puedo creer mi puntería, porque poliniza con Van y Burlat.
  • Van: árbol de buen vigor que produce de mediados a finales de Junio cerezas de tamaño medio, color rojo oscuro y sabor normalito. Me da que muchas de las que comemos son de estas, porque su facilidad de cultivo y su alta productividad la convierten en una especie interesante para el cultivo comercial. Necesita polinizar con otras especies como Napoleón o Burlat.
Esto es lo que hay, ahora tengo tres huecos que rellenar y los candidatos son:
  • Garrafal Monzón: dicen que es distinto (y mejor) que el Napoleón. Yo aprobé la selectividad manteniéndome a base de estas cerezas duras, crujientes y de sabor espectacular, argumento poderoso para seguir buscándolo. Yo las comía por San Juan, así que supongo que mediados de Junio es la fecha. Es autofértil y poliniza con otros muchos. 
  • Negra de Saco: sé poco de esta especie que parece que proviene de Portugal y Galicia, pero dicen que madura a finales de Julio o Agosto y comer cerezas en esas fechas debe ser un gustazo. 
  • Negra Garrafal de Lérida: ni idea, pero suena a especie de las de toda la vida. 
  • Sumburst: rápido crecimiento, rápida entrada en produccion, autofértil, polinizador universal, grandes y continuadas cosechas, le afecta poco o nada el rajado y frutos de tamaño enorme (13 gramos) Una joyita, vamos.
  • Skeena: por lo visto es muy buena y semitardía. Básicamente es una lapins pero mejorada, con cerezas de más grosor y floracion mas tardía, lo que la convierte en una especie muy interesante para mi clima. Es una especie desarrollada en la Columbia Británica, y sus frutos son de color rojo oscuro o negro. Es autofértil. 
Y en fin, hay cientos de variedades, algunas que parecen muy buenas (Brooks, Bing, Celeste, Summit...) y muchas que no parece que merezcan la pena, pero esas las dejamos que no me gusta hablar de nadie si es para mal. 

Si alguien quiere leer información interesante sobre el tema, aquí van unos pocos enlaces que a mí me han servido: 

jueves, 8 de diciembre de 2011

Apple hace honor a su nombre

Últimamente veo edible forests y wild gardens por todas partes. Poco a poco empiezan a transcender los planes y planos del nuevo campus de Apple en Cupertino, California. Dicen que el edificio, diseñado por Foster and Partners, será un ovalo de cristal con aspecto de ovni recién aterrizado. También dicen que estará rodeado de hectáreas y hectáreas de zonas verdes y será lo más ecológico que uno pueda imaginarse, gracias a la porrada de paneles solares que van a colocar. Dicen esto y mucho más, pero de todo lo que dicen, me ha tocado el corazoncito el detalle de que los visitantes accederán al campus a través de una avenida flanqueada de cerezos y que en las plantaciones se prevén otras especies de frutales que solaparán su floración a lo largo de la primavera, ramilletes de flores blancas destacando sobre un fondo de coníferas. Hasta aquí el edible forest, el wild garden viene en las imágenes de enormes praderas naturales y encinas centenarias que están publicando.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La naturaleza intermedia

En el patio de un bloque de apartamentos en la rue de Meaux, plaza des Bouleaux, París, los paisajistas franceses Michel Desvigne y Christine Dalnoky han diseñado un jardín que comparte la espontaneidad del jardín salvaje y la pureza de líneas de los diseños modernos. 




A pesar del orden y la simplicidad de las plantaciones (sólo dos especies, Betula y Lonicera) el jardín inspira una atmósfera de naturaleza salvaje que llega a estimular la idea de que son los bloques de apartamentos diseñados por Renzo PIano los que han invadido el bosque en lugar de la inversa. Los abedules y el denso sotobosque de madreselvas evocan los espacios abiertos de los interminables bosques escandinavos o siberianos, desatando en el observador una cadena de mensajes de frío, luz y naturalidad.

El jardín salvaje urbano: Schoneberger Sudgelande Nature Park

Desde fechas recientes podemos disfrutar de un nuevo concepto de parque urbano o espacio público que busca con mucha imaginación la recuperación de espacios abandonados a través de un proceso que, de manera más o menos disruptiva, da continuidad a la vegetación espontánea que en su día fue capaz de recuperar un espacio que durante un tiempo fue desagradablemente humano. Algunos, como la High Line de New York, no dejan de ser una evocación de la naturaleza recobrada, ya que pocas plantas de las que podamos ver en ese parque estaban allí antes de la llegada de la legión de paisajistas y arquitectos. Otros son mucho más respetuosos con los anteriores inquilinos del lugar. Berlín tiene uno de los mejores ejemplos de como llegar a un jardín salvaje reconduciendo con mucho cuidado el trabajo que la naturaleza ha adelantado. Se trata del Schoneberger Sudgelande Nature Park, un parque basado en palabras de Thomas Rainer en el concepto de la sucesión gestionada y la vegetación espontánea
Este parque aparece en los capítulos de Rick Darke de la nueva reedición del Wild Garden de William Robinson, y el mismo Robinson se refería en muchas ocasiones al poder de las plantas naturalizadas para la regeneración de espacios abandonados como viejos muros, ruinas y vías de tren, pero en mi opinión, los autores de este parque han llegado más lejos de lo que William Robinson propuso en materia de espontaneidad. 
Hay que remontarse al final de la Segunda Guerra Mundial para llegar al nacimiento natural del parque. Después del reparto de Berlín entre los dos mundos irreconciliables de la guerra fría, Alemania del Este restringió el tráfico ferroviario procedente de o dirigido hacia el mundo capitalista para ahorrar las perniciosas tentaciones de fuga que pudieran tener a sus felices ciudadanos. De esta manera, muchas de las instalaciones ferroviarias a ambos lados del muro quedaron obsoletas y abandonadas por falta de uso. Este parque se sitúa en una de esas instalaciones fantasmas abandonada durante décadas. Aquí, igual que en Nueva York, fue la iniciativa de un comité ciudadano la que permitió conservar el lugar como un parque ecológico. 
El parque ha sido diseñado por OkoCon & Planlands y cuenta con dos áreas diferenciadas. Un espacio de 3,2 hectáreas de pradera se mantiene como espacio de especial protección y los visitantes sólo pueden caminar por una serie de pasarelas elevadas sobre el suelo. En el resto del parque tenemos una nueva demostración de que en condiciones de abandono humano, el bosque tiene las de ganar y se expande con velocidad pasmosa (entre 1981 y 1991 la zona boscosa pasó de ocupar un 37% a un 70% del total de la zona) En esta zona de protección del parque se pretende mantener el ecosistema herbáceo surgido en las primeras etapas de la recuperación, espacio de mucha mayor riqueza y diversidad. 

Las otras 12,9 hectáreas del parque son un bosque con múltiples senderos sobre las antiguas vías del tren. Los bosques, son la muestra de que al menos en las etapas tempranas, la huella del hombre ya es imborrable, ya que tenemos zonas boscosas dominadas por los abedules (Betula pendula), cosa del todo natural en un sitio como Berlín, pero también hay zonas dominadas por las falsas acacias (Robinia pseudoacacia) importada del este de los Estados Unidos. El bosque de abedules es previsible que evoluciones hacia un bosque de robles y coníferas (de hecho ya hay una importante representación de robles americanos, Quercus rubra) y el bosque de acacias es posible que no evolucione a nada dado su capacidad de reproducción. Como se relacionarán ambos tipos de bosque es un misterio que no creo que descubramos salvo que haya otra catástrofe que deje al margen de la zona de nuevo al ser humano. 
Quizás lo más destacable de este parque sea el misterio de la intersección de las ruinas industriales con la vegetación salvaje nacida espontáneamente entre ellas. La imagen de las traviesas musgosas, de esas vías de tren hundiéndose en la espesura de un bosquete de abedules, tienen un tremendo poder evocador.De alguna manera, pasear por este parque te arrastra hasta el tiempo desgraciado en el que las instalaciones ferroviarias empezaron a morir, a aquella Alemania de locura que lanzó a todo un continente a un suicidio colectivo. Eso en un día pesimista, en un día optimista el parque te puede hacer viajar hacía aquellos tiempos felices en los que nuestros abuelos trataban de dejar atrás la guerra, terminar con la oscuridad y dejar paso a un mundo menos gris y hambriento, avanzar hacia la alegría y la claridad de un bosque de abedules. 


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