domingo, 28 de abril de 2013

Las 7 Capas de Anthony Paul


La jardinería es un proceso muy duro para alguien con cierta tendencia al coleccionismo de árboles y una afición desmedida por plantar. Por un lado, cualquier mínima ambición estética exige un proceso de renuncia constante. No puedes plantar todo aquello que te gustaría porque siempre tendrás limitaciones estéticas, de espacio y de mantenimiento. Así que te puedes olvidar del coleccionismo. Y tampoco podrás dedicarle todo el tiempo que quieres a la plantación porque un jardín requiere un trabajo ingente de eso que Gabriel García Márquez me imagino que llamaría la carpintería de la jardinería. En el documental La Escritura Embrujada el premio Nobel decía: 

La escritura de ficción es un acto hipnótico. Uno trata de hipnotizar al lector para que no piense sino en el cuento que tú le estas contando y eso requiere una enorme cantidad de clavos, tornillos y bisagras para que no despierte. Eso es lo que llamo la carpintería, es decir es la técnica de contar, la técnica de escribir o la técnica de hacer una película. Una cosa es la inspiración, otra cosa es el argumento, pero cómo contar ese argumento y convertirlo en una verdad literaria que realmente atrape al lector, eso sin la carpintería no se puede.

Pues bien, con la jardinería pasa exactamente lo mismo. El objetivo final de un buen jardinero es atrapar al espectador, conseguir que el jardín despierte en él un sentimiento estético, de paz, de retorno a la naturaleza o de lo que se proponga el jardinero, pero sin que se perciba todo el trabajo que hay detrás de ese resultado sensible. Sobre todo porque si el trabajo es perceptible, es muy probable que el sentimiento desaparezca. Y todo el trabajo que hay detrás de ese resultado es la técnica de la jardinería, la carpintería de la jardinería, que permitirá hipnotizar al espectador. Y dentro de esta carpintería la plantación sólo es un pequeño porcentaje, perdido en el mar de tareas de diseño, planificación, construcción, limpieza y mantenimiento. En el caso de nuestro terruño con aspiraciones de jardín, por cada hora que dedicamos a plantar, hemos dedicado al menos otras veinte a limpiar maleza, abrir caminos, hacer movimientos de tierra y piedras, colocar borduras, instalar sistemas de riego y gestionar un montón de obras de albañilería, carpintería y herrería que nuestra habilidades y tiempo recomiendan que subcontratemos. Y si sumase todas las horas que dedicamos a pensar y discutir qué queremos y cómo lo queremos, las horas de plantación se convertirían en un epsilon pequeño y despreciable. 
La técnica de la jardinería capaz de lograr jardines que hipnoticen al espectador cuenta con un sinfín de herramientas. Cosas tan complicadas como el uso proporcionado de los espacios llenos y vacíos o la combinación adecuada de plantas, y cosas tan sencillas como divisiones entre espacios limpias y claras a través de borduras o el uso de grandes macizos de una misma variedad. Resumir la técnica de la jardinería es tarea imposible y de hecho hay libros y libros dedicados a ello, pero sí podemos contar al menos con una lista de elementos imprescindibles, y una buena introducción a este listado  es lo que el paisajista Anthony Paul ha llamado en su Web las capas del diseño. 
Anthony Paul es un paisajista neozelandés con una trayectoria de 30 años a sus espaldas y jardines en gran cantidad de países. De formación autodidacta (dejó sus estudios de jardinería porque le parecían poco prácticos) aprendió trabajando como contratista y siguiendo la influencia de autores como Roberto Burle Marx, Russell Page, Mien Ruys, Ted Smyth o Thomas Church. Amante y fiel seguidor de la simplicidad elegante de estos autores, sus jardines son contenidos y simples, y la principal preocupación en sus diseños es lograr que se adapten al paisaje que los rodea. Paul lleva muchos años afincado en Inglaterra, pero una vez más podemos ver cómo el origen de un autor marca su obra, porque sus jardines carecen de la abundancia de flores y color típica de los jardines ingleses y en cambio emanan algo del equilibrio de los jardines japoneses y mucho de la exuberancia de los paisajes y bosques lluviosos de Nueva Zelanda. Hace años estuvimos en Nueva Zelanda y después de muchos días de recorrer sus carreteras en una enorme autocaravana mi mujer dio con la clave de nuestro asombro: este país parece un enorme jardín, dijo. Así es. Los paisajes de Nueva Zelanda son tan prístinos, pulcros y hermosos como un inmenso jardín diseñado por un ser todopoderoso. Quizás por eso Paul siente que al diseñar está rellenando un primer plano como un decorado mientras que el fondo está hecho por una mano mucho mayor que la suya. Para él, el escenario prestado da presencia y credibilidad a sus diseños. Además Anthony Paul me da la razón en eso de que la jardinería es un proceso de renuncia o simplificación. En el libro Paisajistas Que Han Creado Escuela, Andrew Wilson señala que para Paul la cuestión ¿qué hay que suprimir? es esencial. A través de su obra me imagino que Anthony Paul estará de acuerdo con los cuatro principios fundamentales de diseño que Thomas Church señala su libro Gardens Are For People: Unidad, Funcionalidad, Simplicidad y Escala. Y estos principios los consigue a través de sus 7 capas de diseño, las capas superpuestas a la estructura arquitectónica del jardín y que permiten darle personalidad y conseguir que sea un espacio especial. La carpintería de Anthony Paul:
  • Plantaciones: parece claro que un jardín sin plantas no es un jardín (salvo que seas Marta Schwartz) y Anthony Paul enlaza con la corriente naturalista amante de las perennes de nuestros días. Pero él opta por jugar con una mínima paleta de colores y el uso de grandes macizos de mínima variedad de especies que permitan resaltar la textura de las plantas y reducir el coste de mantenimiento.  En este sentido también es importante para él el empleo de plantas nativas o que al menos parezcan naturales en el entorno, como demuestra en su jardín en la Provenza dominado por enormes macizos de lavanda.  Para Paul un jardín diseñado naturalmente ayuda a eliminar la sensación de estar en una lucha permanente contra el crecimiento desproporcionado y las malas hierbas, y en definitiva es tremendamente práctico, ya que opina que la reducción de las labores de mantenimiento sirven para disponer de más tiempo para disfrutar del jardín (sabia lección que me apunto)
  • Agua: el empleo del agua es una constante en los jardines de Paul. Estanques y riachuelos naturalizados o estanques formales, surtidores y cuencos de inspiración japonesa, son empleados para dar vida al jardín y a menudo para ayudar a enlazarlo con el paisaje circundante. 
  • Terrazas de madera y muebles: las plataformas elevadas desde las que disfrutar el paisaje y las plantaciones exuberantes son un recurrente en la obra de Paul. Incluso muchos de sus caminos y escaleras son en realidad una secuencia de plataformas de madera entrelazadas. Y por supuesto el mobiliario de jardín es una necesidad si queremos disfrutar de él y jardines especiales requerirán muebles especiales. Por si las moscas Paul ha diseñado algunos como un tipo de banco ondulante que aparece una y otra vez en sus jardines. 
  • Iluminación: además de la obviedad de que la luz en el jardín amplía su uso a la noche, un empleo adecuado de la luz tiene un efecto estético indudable, y los juegos de luces y sombras con los árboles, plantaciones y restos de elementos del jardín pueden ser espectaculares. 
  • Macetas: ¿Por qué usar macetas si tienes espacio para plantar en pleno suelo? Pues no lo sé, puede que para aportar algo de vida en una terraza o patio, o para disponer de especies que debas resguardar en invierno, o simplemente porque sí, porque es innegable que el uso en el sitio justo de macetas de diseño da resultados geniales a la hora de resaltar, ordenar o dar escala a un espacio. Anthony Paul diseña sus propias macetas de madera, acero y hormigón. 
  • Piscinas: bueno, aquí no me enrollo porque me voy a permitir disentir. Yo no incluiría las piscinas como una capa de diseño de jardines y sí como parte de la estructura principal (el Hard Landscape), porque si nos ponemos a hablar de las piscinas habría que hablar también de las casas y esto no tendría fin. 
  • Esculturas: son una de las mejores herramientas para crear puntos focales que ayuden a resaltar espacios concretos, dirigir la mirada y generar recorridos. En esto Paul y su mujer Hannah Peschar son maestros, porque su casa y estudio están rodeados de un gran jardín que es al tiempo un parque de esculturas dónde están representados un gran número de artistas contemporáneos. Las plantaciones de Paul y los árboles de un señorial bosque son el fondo y el marco de una importante colección de esculturas. O las esculturas son el catalizador de un excepcional jardín, cómo se quiera ver. En cualquier caso, para Paul este jardín es su oasis de belleza y simplicidad. Y, qué ironía, a mí con su obra me resulta imposible ser contenido y simple y me temo que esta entrada se me ha ido de madre en texto y fotografías. 



































Fuente: Anthony Paul 

jueves, 18 de abril de 2013

Lluvias de primavera


La lluvia, si es intensa y persistente hasta llevar a tu cabeza la palabra diluvio, ayuda a descubrir la topografía de un terreno. Dónde sólo había llanuras y prados surgen colinas, valles, lomas, barrancos y vaguadas. Pendientes más o menos inclinadas que mueren en aristas definidas por los riachuelos y torrentes que circulan desbocados en busca de un río de mayor tamaño. Lo he descubierto durante los meses anteriores, y especialmente durante la Semana Santa, que en nuestra provincia nos dio agua hasta el hastío. De acuerdo a la página eltiempo.es en el pueblo más cercano a nuestro terruño, en los tres primeros meses del año han caído 384 litros por metro cuadrado y hemos tenido un total de 73 días de lluvia de 90 posibles. Una barbaridad para alguien como yo acostumbrado a climas de 350 litros de media al año. Sin ir más lejos, en el mismo período del 2012, tuvimos un total de 81 litros distribuidos en 43 días de lluvia. En todo el 2012 600 litros por metro cuadrado. 
Así, sólo hace falta ver la gráfica de embalses.net para entender lo que está pasando.

La línea roja, desbocada hacia el cielo, es el estado de la capacidad de los embalses de este año. Ya ha superado el estado del 2011, que fue un buen año de lluvias, y está muy por encima ya de la media de los últimos diez años. Tampoco podrá subir mucho más, los embalses en España están a una capacidad media del 84% y sin ser un experto del tema  me huele que lo de acercarse al 100% conlleva algún peligro y llevan tiempo soltando agua. Los valencianos y murcianos, que tienen sus embalses a un pírrico 44% ahora se preguntarán de nuevo si tanto costará redistribuir hacia sus cuencas parte de este agua que ahora mismo estamos desembalsando al mar. 
De momento, en nuestro terruño, el arroyo estacional insignificante en los últimos siete años, ha recuperado sus momentos de gloria. Una gozada salir a la puerta de casa y escuchar el barullo del agua. 

 





Y algunas del río Riaza al límite de su cauce.





domingo, 7 de abril de 2013

Arquitectura de Contexto: Parque de Valdefierro


Mi mujer me acusa de que casi todos los parques y jardines que salen por este blog, no parecen parques y jardines. No sé si tomármelo como una crítica o como un cumplido. En cualquier caso, con la entrada de hoy me podrá decir lo mismo, pero desde luego no por las mismas razones. Nos alejamos un momento del diseño con plantaciones naturalistas y vamos a un proyecto de parque donde lo que prima es la arquitectura. Se trata del parque de Valdefierro, en Zaragoza, diseñado por Héctor Fernández Elorza y Manuel Fernández Ramírez. No tengo el gusto de conocerles, pero diría que son hijo y padre. Es decir, que Héctor Fernández Elorza es hijo de la pareja de arquitectos Manuel Fernández Ramírez e Isabel Elorza García con obra centrada principalmente en Zaragoza. Por su parte Héctor es un arquitecto y profesor de la ETSAM que ya cuenta con unos cuantos edificios y espacios públicos a sus espaldas en los que ha buscado desarrollar una arquitectura sensible de baja tecnología que haga una lectura eficaz de su contexto.

El parque de Valdefierro me parece un excelente ejemplo de como la arquitectura, la escultura y el paisajismo pueden ser las tres patas de un todo indivisible, de como una obra arquitectónica que busca la ordenación del espacio público de cara a facilitar y mejorar su uso, puede ser al mismo tiempo un elemento capaz de despertar una emoción plástica en el espectador. En el caso del parque Valdefierro estos elementos son los gigantescos muros con los que los arquitectos han salvado el desnivel de nueve metros del terreno. Este parque me encanta como casi cualquier proyecto que obedezca al siguiente patrón: recuperación de modelos tradicionales de acuerdo a lineas de diseño contemporáneas. En este parque se recupera el método de cultivo en terrazas empleado en todo el mundo desde la más remota antigüedad, pero se hace en base a la construcción de muros de hormigón entroncados en las corrientes arquitectónicas de nuestro tiempo. El parque es una franja en forma de L de 11 hectáreas encajonadas entre el Canal Imperial de Aragón y el barrio de Valdefierro. 




El terreno había sido utilizado durante años como gravera y después rellenado con escombros, y por lo tanto se encontraba muy degradado. Aquí viene otra de las soluciones empleada por los arquitectos reseñable por hacer virtud del defecto: el empleo de los materiales allí abandonados como desechos para la construcción de los muros. La idea es eficaz, barata y sostenible y responde a la filosofía de este arquitecto, del que he leído una frase que me resulta de gran fuerza descriptiva: Como en el arte marcial judo, que japonés significa camino de la suavidad, donde los contrincantes utilizan la fuerza del adversario para derribarles, la arquitectura debería operar de igual modo con su contextoArquitectura del contexto que resulta en muros de la tosquedad que se puede ver en las siguientes imágenes.



Al mismo tiempo que se reducen los costes necesarios para limpiar la parcela y construir los muros, se eliminan un gran volumen de desechos que de otra manera habrían ido a parar a otro vertedero. Piedras de gran tamaño de la antigua gravera y desechos de antiguas obras de la ciudad se mezclaron con hormigón para crear muros sin armar que se bastan con su enorme tamaño para contener los nuevos bancales del terreno. El muro principal del lado sur, que separa el parque del Canal Imperial en un gran salto, mide 210 metros de largo, tiene una altura de 9 metros y un espesor de 1,80 metros. Me da pereza calcular la de metros cúbicos que entran en un muro así y la barbaridad de hormigoneras que se habrá comido. En el lado este el parque se divide en tres niveles que se construyeron en base a un juego geométrico de muros de 1,25 metros de espesor y hasta 4 metros de altura. Otros muros de menor espesor y en esta ocasión armados completan la geometría del parque delimitando las vías de comunicación del parque con el barrio. Así, la geometría, ese lenguaje del hombre que decía Le Corbusier, ordena y meora un terreno irregular y degradado. El enorme tamaño de los muros que sustentan el terreno contrasta con la delgadez de los muros armados transversales y además permite integrar con facilidad otros elementos necesarios como escaleras, rampas, bancos y miradores. El último juego de los arquitectos ha sido un juego de contraste entre la rugosidad de la superficie de los muros de gran espesor con la suavidad pulida de los pequeños muros transversales de hormigón. Para lograr esta rugosidad, con la que quizás se desea destacar el carácter de muro nacido de escombros, se han arañado los muros con la corona de una zanjadora empleada de canto. El arquitecto Alberto Campo Baeza, una de las mayores influencias junto con Jesús Aparicio de Héctor Fernandez Elorza, dice que la luz y la gravedad son los principales aliados del arquitecto. Este parque es un buen ejemplo. La gravedad de los inmensos muros se encarga de sostener la nueva forma escalonada del terreno, y los juegos de luces y sombras del sol aragonés con estos muros, escaleras y pasillos bien se merecen una visita.














Sobre los nuevos bancales, se han plantado un buen número de árboles, que espero que crezcan con rapidez y generosidad porque los muros no van a servir por sí solos para librar a los zaragozanos del sol y del inclemente cierzo. Además, si bien los muros han permitido crear un espacio horizontal más habitable y son en sí mismos un elemento escultural que enmarca el paisaje, en mi opinión necesitan el componente vegetal que los suavice, ese componente vivo que humanice el parque y lo convierta en un lugar amable para los vecinos del parque. Confiemos en que esos árboles del amor (Cercis siliquastrum) completen la obra.




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