La lluvia, si es intensa y persistente hasta llevar a tu cabeza la palabra diluvio, ayuda a descubrir la topografía de un terreno. Dónde sólo había llanuras y prados surgen colinas, valles, lomas, barrancos y vaguadas. Pendientes más o menos inclinadas que mueren en aristas definidas por los riachuelos y torrentes que circulan desbocados en busca de un río de mayor tamaño. Lo he descubierto durante los meses anteriores, y especialmente durante la Semana Santa, que en nuestra provincia nos dio agua hasta el hastío. De acuerdo a la página eltiempo.es en el pueblo más cercano a nuestro terruño, en los tres primeros meses del año han caído 384 litros por metro cuadrado y hemos tenido un total de 73 días de lluvia de 90 posibles. Una barbaridad para alguien como yo acostumbrado a climas de 350 litros de media al año. Sin ir más lejos, en el mismo período del 2012, tuvimos un total de 81 litros distribuidos en 43 días de lluvia. En todo el 2012 600 litros por metro cuadrado.
Así, sólo hace falta ver la gráfica de embalses.net para entender lo que está pasando.
La línea roja, desbocada hacia el cielo, es el estado de la capacidad de los embalses de este año. Ya ha superado el estado del 2011, que fue un buen año de lluvias, y está muy por encima ya de la media de los últimos diez años. Tampoco podrá subir mucho más, los embalses en España están a una capacidad media del 84% y sin ser un experto del tema me huele que lo de acercarse al 100% conlleva algún peligro y llevan tiempo soltando agua. Los valencianos y murcianos, que tienen sus embalses a un pírrico 44% ahora se preguntarán de nuevo si tanto costará redistribuir hacia sus cuencas parte de este agua que ahora mismo estamos desembalsando al mar.
De momento, en nuestro terruño, el arroyo estacional insignificante en los últimos siete años, ha recuperado sus momentos de gloria. Una gozada salir a la puerta de casa y escuchar el barullo del agua.
Y algunas del río Riaza al límite de su cauce.
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