domingo, 31 de enero de 2016

Planting in a Post-Wild World - Designing Plant Communites for Resilient Landscapes- Versión en Español

(If you'd rather read this post in English you can find it in this other link: Planting in a Post-Wild World - Designing Plant Communites for Resilient Landscapes- English Version)


Entre los libros de jardinería publicados el pasado año hay dos que causaron un especial revuelo en los mundos socio-virtuales por los que me muevo: Hummelo: A Journey Trough a Plantsman's Life, de Noel Kingsbury, y Planting in a Post-Wild World de Thomas Rainer y Claudia West. Los dos son muy interesantes si eres aficionado a la jardinería y apasionantes si lo eres del estilo de plantación naturalista. Esta entrada va dedicada al segundo, un libro que esperé con bastante impaciencia ya que no es exagerado asegurar que una parte importante de este blog se debe a Thomas Rainier. Thomas me dio con su fantástico Grounded Design la referencia de lo que me gustaría conseguir con mi blog. Que lo haya logrado o no es culpa mía. Que lo siga intentando es culpa suya.

Planting in a Post-Wild World está escrito a dos manos y una única voz por Claudia West y Thomas Rainier, dos profesionales del paisajismo que coinciden en desarrollar su actividad en los Estados Unidos y en considerar que ha llegado la hora de que la resiliencia y la sostenibilidad tomen el mando en la jardinería. Thomas y Claudia son las prueba de que memorias distintas y distantes pueden llegar a converger en inquietudes y gustos estéticos comunes. Thomas creció en el estado de Alabama viendo como los constructores devoraban los bosques que fueron el escenario de su niñez. El escenario de la niñez de Claudia fue en cambio el paisaje contaminado y empobrecido de la Alemania del Este. Pero ella tuvo la oportunidad de vivir la caída del Muro de Berlín, un momento histórico único que trajo consigo un modelo económico, político y cultural muy distinto que abrió una puerta al renacer de la naturaleza en lugares donde ni los más optimistas habrían esperado volverla a ver. Así, como señalan ellos mismos, la historia de Thomas es una historia de naturaleza perdida y la de Claudia una historia de naturaleza recobrada. O quizás debamos decir que sus historias son capítulos de única historia, la de la naturaleza omnipresente y profundamente alterada por el ser humano.
Hace ya un tiempo escribí una reseña sobre el libro The Rambunctious Garden, de Emma Marris. Esta autora nos anima a dejar de ver la Naturaleza como un ente distante y encerrado en los pocos paisajes protegidos de la influencia humana.  La naturaleza nos rodea por todas partes y tan naturaleza son las hierbas que se atreven a crecer en nuestro patio trasero, como la inmensa selva del Amazonas. Pero con una diferencia importante: el común de los mortales es difícil que pueda ejercer una influencia significativa sobre el Amazonas, pero seguro que siempre tendrá a mano un pedazo de tierra en el que plantar algo que sea beneficioso para todos. Con este cambio perceptivo, cualquiera puede convertirse en un guerrillero del cuidado del planeta, y el patio trasero de casa o el descampado abandonado a la vuelta de la esquina serán campos de batalla tan estratégicos como un parque nacional cuidado entre algodones. La conclusión del libro de Emma Marris es el arranque de Planting in a Post-Wild World: la influencia humana sobre la naturaleza es tan extendida y profunda que hay que asumir que su cuidado requiere de nuestro diseño y gestión. Naturalismo y humanismo deben ir de la mano para trabajar sobre los elementos más asequibles y mejorables. Es necesario que  los jardineros se unan a los científicos e ingenieros en la batalla del ecologismo. Es hora de preocuparnos del Tercer Paisaje de Gilles Clement. Ha llegado el momento de que hagamos caso a Fernando Caruncho y nos convirtamos en jardineros de nuestro planeta. Y así, el libro está dedicado a cualquiera que pueda influir sobre un pedazo de terreno y lo quiera hacer de una manera ecológica.
De entre los muchos frentes de este enorme campo de batalla, el libro está dedicado a uno de los más importantes: el diseño de plantaciones en jardines. Simplificando mucho, la jardinería ha consistido tradicionalmente en la colocación de una serie de elementos decorativos buscando un objetivo estético final. Las plantas han sido (no siempre, por increíble que parezca) parte esencial de dichos elementos decorativos y cualquier valor adicional como la sostenibilidad del jardín suele quedar relegado a un plano muy inferior frente al objetivo estético. Thomas y Claudia proponen en cambio crear espacios que sumen riqueza natural a su entorno y ofrezcan un valor estético, y ambos objetivos tendrán la misma importancia. Para equilibrar estética y sostenibilidad es necesario dejar de pensar en las plantas como especies aisladas que cumplen una función decorativa, y emplearlas como grupos de especies compatibles que interaccionan unas con otras y con su entorno formando una comunidad vegetal capaz de funcionar de la manera más autónoma posible. 
Si queremos que nuestra comunidad vegetal se mantenga en el tiempo con una exigencia mínima de inputs y un enriquecimiento de su medio ambiente, nuestras plantaciones deben ser diseñadas y gestionadas de acuerdo a unos principios muy claros. De entre los señalados por los autores mi favorito es la aceptación del estrés como un valor. En lugar de tratar de convertir el jardín en un edén de fertilidad en el que crezca cualquier cosa, ideal inalcanzable porque no existe un lugar en el que crezca cualquier cosa, centrémonos en seleccionar las especies para las que nuestras limitaciones sean un valor. Sigamos en definitiva el ejemplo de Beth Chatto que tan bien demostró el partido que se puede sacar de un simple terreno de grava. Otro principio básico será el desplazamiento del mantenimiento hacia la gestión. Las dos cosas pueden parecernos la misma, pero mientras que mantenimiento implica un orden estático de las cosas, es decir, la conservación del jardín en un determinado estado, la gestión se traduce en cambio en movimiento, evolución y adaptación al cambio en un ciclo circular alimentado de manera constante por el diseño y motivado por la reducción de los inputs necesarios en nuestra plantación.
En relación al aspecto estético del jardín, los autores apuestan por la creación de plantaciones capaces de activar en el espectador la memoria de la naturaleza. Memoria que podrá ser tanto personal como la colectiva. Es muy posible que ambas lleven mucho tiempo adormiladas bajo la sombra de los bloques de hormigón que nos rodean y despertarlas no será tarea fácil. Pero aquellos jardines que lo consigan, podrán despertar en el espectador sensaciones tan personales y atávicas que serán tan inolvidables como la sencilla magdalena de Proust. Pero la memoria personal es un tesoro demasiado escondido, así que los autores proponen centrarse en esa otra memoria colectiva que obedece a patrones y estímulos más reconocibles. Pero para conseguir que una plantación despierte en nosotros esa memoria de la naturaleza, es necesario que los patrones de lo natural sean trasladados a un lenguaje horticultural. La identificación de esos patrones en base al estudio de los distintos ecosistemas naturales sería una tarea inabordable dada la enorme variedad de sistemas que podemos encontrar. Se hacen necesarias ciertas dosis de abstracción. Y así, para la obtención de los patrones básicos que conforman las principales comunidades vegetales de los climas templados, los autores ofrecen una serie de arquetipos o patrones ejemplares a partir de los que será sencillo derivar los casos específicos. Una comunidad arbórea puede ser un pinar, un hayedo o la mismísima fraga de Cecebre, pero todas ellas compartirán características comunes, porque en definitiva todos tenemos claro lo que es un bosque. Claudia y Thomas proponen cuatro arquetipos que no dejan de ser un gradiente de las comunidades vegetales en función de la densidad de madera que contienen: praderas, woodland o shrubland, que yo voy a traducir como monte bajo, bosque y por último espacio de transición entre bosque y cualquiera de los anteriores.
Los espacios de transición entre pradera y monte bajo o bosque son frecuentes
Todos los arquetipos tienen una serie de patrones característicos que nos servirán como pilares a la hora de diseñar nuestro jardín. Por desgracia para todos los que intentamos diseñar jardines, estos patrones sólo son uno de los puntos de partida, porque el diseño del jardín requerirá tener en cuenta aspectos mucho más complejos. Claudia y Thomas lo explican muy bien al señalar que el buen diseño de plantaciones será el resultado de tres interacciones harmoniosas: las plantas con el lugar, las plantas con las personas y las plantas con las plantas. 
Conseguir una buena relación de las plantas con el lugar requiere conocer y entender muy bien la ubicación de nuestro jardín. No se trata sólo del conocimiento científico basado en aspectos como la estructura del suelo, la zona climática o las horas de insolación, sino también de una visión artística que alimentada por un constante observar y escuchar podrá llevarnos a discernir qué arquetipo exige nuestro paisaje. Ya saben: consultemos en todo al genio del lugar
Relacionar las plantas con las personas implica enfrentarse a la paradoja de que para lograr que un jardín evoque de manera eficiente lo natural se necesitan enormes dosis de diseño. No buscamos copiar a la naturaleza, sino crear una atractiva interpretación de ella, porque un jardín que simplemente copie la naturaleza casi siempre será confundido con un terreno abandonado y difícilmente evocará nada. Para conseguir ese efecto evocador es necesario que la plantación se adapte a dos marcos, uno conceptual y otro físico. El conceptual de nuevo deberá marcar qué arquetipo de paisaje debemos abordar y qué características especiales impone nuestro jardín. ¿Debemos ocultar un muro o en cambio abrir un espacio? ¿Queremos evocar un espacio abierto o un entorno protegido? Todas ellas serán decisiones que determinarán nuestro marco conceptual y que deberán ajustarse a una serie de patrones que sean legibles y atractivos para el público. Para ello es necesario seleccionar, destila y ensalzar elementos muy concretos y habrá que contar con elementos estructurales que aporten orden y coherencia a la plantación. Nuestro marco físico. Aspectos como la forma de los los macizos, la altura de las plantas o determinados contenedores capaces de enmarcar como un seto, una bordura o un césped segado, son claves para que nuestra plantación resulte intencional y evocadora. 
Su forma curva, la bordura o el contraste con la pradera segada son claves para que esta plantación parezca una plantación.
Por último, la relación de las plantas con otras plantas definirá nuestra comunidad vegetal. Claudia y Thomas parten de los estudios de autores como Richard Hansen, Friedich Stahl, John Philip Grime o Norbert Kühn para definir un modelo simplificado de selección y combinación de plantas. Condensando sistemas de selección de especies basados tanto en la idea del empleo de plantas que crezcan de manera natural en un ambiente similar al de nuestro jardín, como en las estrategias de supervivencia y adaptación al medio de las distintas especies, concluyen que las plantaciones serán diseñadas en base a una serie de capas que añadiremos secuencialmente a nuestra plantación. Los autores detallan cuatro capas: plantas estructurales, plantas de tema estacional, plantas cubre suelo y plantas de relleno. En conjunto las cuatro capas serán capaces de aportar tanto el componente estético y visual a lo largo del año como la diversidad y cobertura que una comunidad vegetal bella y resiliente exige. Esta clasificación me ha ayudado a entender alguna de las limitaciones de mi jardín. Como se puede ver en la siguiente foto, tiene un buen surtido de plantas estructurales y de tema estacional, pero en cambio adolece de plantas cubre suelo, lo que permite que haya mucho suelo desnudo y el jardín sufra con la sequía. Tampoco le habrían venido mal plantas de relleno que hubiese aportado belleza en momentos puntuales en los que el jardín no ha sido jardín. 
Si los Miscanthus son plantas estructurales, las Hemerocallis son sin duda plantas de tema estacional. Las margaritas pueden ser las dos cosas. 
El libro me ha gustado porque creo que condensa ideas que nunca habían sido presentadas con la concisión y claridad que Thomas y Claudia lo hacen. Y como jardinero aficionado hispano me ha despertado alguna reflexión: 
  • El reto de la creación artística: Claudia y Thomas no nos dan ni listados de especies, ni una clave maestra, ni un libro de instrucciones, pero sí nos dan un marco conceptual que cada diseñador podrá adaptar a su creatividad y sus circunstancias. Y eso significa enfrentarse a un hecho insoslayable: la creación de jardines es una labor artística que no admite atajos si quieres llegar a algún sitio interesante. 
  • ¿Sólo naturalismo?:  el libro afirma que el diseño de comunidades vegetales no tiene por qué limitarse a los jardines naturalistas. Y de hecho entre los tres jardines que analizan al final del libro nos muestran uno de Heiner Luz en el que plantaciones naturalistas crecen enmarcadas entre formales setos de boj. También habrían podido incluir alguno de los jardines de Christopher Bradley-Hole en el que exuberantes bloques de vivaces crecen dentro de cubos de acero corten sometidos a una estricta geometría. Podríamos decir que el jardín de Heiner Luz es formal y el de Chistopher Bradley-Hole moderno, pero yo creo que la esencia de ambos es puramente naturalista. Los otros dos jardines que presentan, son por cierto cada uno en su estilo dos maravillas del estilo naturalista: el jardín Federal Twist de James Golden y el ya icónico Prospect Cottage de Derek Jarman que en su tiempo inspiró a la mismísima Beth Chatto. 
  • Arquetipo de referencia mediterráneo: aunque los autores nos hablan de tres arquetipos como fuentes de inspiración, creo que consciente o inconscientemente ellos se decantan por la pradera como modelo de referencia. No es de extrañar ya que ambos beben de las fuentes holandesas, alemanas y estadounidenses que tanto han aportado a las plantaciones de vivaces. Pero en España y los paisajes mediterráneos quizás el más importante es aquel que ellos llaman shrubland. Para los mediterráneos es tan importante que ni siquiera nos ponemos de acuerdo en el nombre: matorral, garriga, chaparral, maquia o simplemente monte bajo. Nuestro paisaje tiende a evolucionar por degradación de bosques o abandono de cultivos y praderas a comunidades vegetales donde los arbustos dominan. Quizás por eso paisajistas mediterráneos de estilo naturalista como Olivier Filippi o Heidi Gildemeister encuentran su expresión principal en ese arquetipo en el que las vivaces no son predominantes.  
  • El quinto arquetipo: el paisaje agrícola. Alguien me podrá decir que hombre, vamos a ver, el paisaje agrícola no es un paisaje natural y por lo tanto se sale del alcance del libro. Y mi respuesta será que volvamos al comienzo: si debemos cambiar el paradigma y considerar que naturaleza es todo lo que nos rodea, tan naturaleza es un olivar de Jaén como un bosque de Asturias. Será mi espíritu mediterráneo, pero en estos tres arquetipos no identifico nuestros olivares, ni las dehesas, ni las extensiones de viñedos, ni las plantaciones de cereal, ni las huertas alrededor de nuestros pueblos. Son ecosistemas que pueden ser sostenibles y que al igual que los mostrados en el libro ofrecen un patrón que se puede reproducir con el fin de despertar un impacto emocional en el espectador. ¿Qué es si no Mas de las Voltes? Dejándolas de lado creo que dejamos pasar la oportunidad de lograr dos cosas: una, conseguir equilibrar en la balanza del tratamiento de todos estos ecosistemas el factor estético y de sostenibilidad con el aspecto de pura productividad que ahora mismo se impone. Y por otro lado, atraer hacia esta nueva forma de practicar la jardinería a muchas personas que no se sientan motivadas por el naturalismo y en cambio si encuentren inspiración en patrones geométricos o formales. El año pasado hicimos un viaje por Toscana, Provenza y Cataluña. Son zonas donde no faltan paisajes inspiradores. Pues bien, si hubo un lugar dónde encontré una magia especial ese fue un pequeño olivar en un pueblo de Gerona. El terreno llevaba tiempo sin ser arado y entre los olivos crecía una pradera de gramíneas. El contraste de la plantación geométrica con la pradera salvaje, de las formas esculpidas a base de podas de los olivos con las espigas de las gramíneas, era espectacular. Tan espectacular que creo haber encontrado mi arquetipo particular. 
Il Colombaio de Ferenc Maté. ¿Puede haber un paisaje más arquetípico y seductor que esta transición de viñedo a olivar y de olivar a bosque?

4 comentarios:

  1. muchos angulos se plantean a la hora de relizar un jardin, el aspecto de un jardín japonés es para muchos el de un jardín natural cuando lleva mucho trabajo detrás, hasta la ultima hoja esta colocada donde debe estar...
    Mientras por otro lado, lo comentaba el otro dia en otro blog, el aspecto natural o no, o lo bello o no de un jardín o cualquier paisaje, varía en grupos socioeconomicos (hjay estudios al respecto), Para un agricultor, ver un jardín de perennes puede que le parezca un campo descuidado o en barbecho, o un paraje de montaña puede parecerle bonito pero no gustarle porque será más fácil de trabajar en una zona llana, un paisaje con agua es valorado mejor que otro sin ella (incluso cuando el agua este sucia,Para un urbanita puede valorarse un lugar mas "natural" como sinonimo de aire puro y naturaleza que no encuentra en su ajetreada vida diaria.... En el jardín las reglas, no son juramentos a sangre y fuego,y pueden llevarse a nuestro terreno segun convenga o interese, habrá quien piense en lo ecologico, en la biodiversidad, otro querra que lo que ponga "produzca", otros no querran mantenimiento, otros les gustara mantenerlo o tendran posibles para pagar agua y jardineros para tener un jardín paisajista o barroco europeo en pleno desierto... la interpretacion y valoración y priorización de lo que debe ser el jardin o el paisaje es variable según el observador.
    Lo que esta claro que pocos paisajes naturales, o no, puedan definirse como absolutamente ajenos entre otras cosas a la acción humana.. por tanto el jardin puede tener un toque totalmente antropico sin restarle un ápice de belleza y lo contrario...
    El abanico de posibilidades es tan amplio que creo que muchos de nosotros podemos disfrutar de un jardin de horticolas, un rigido diseño italiano o francés, de un parque de paseo, o de una salida por los campos cultivados o un bosque... cada cual tiene su belleza...y fomran parte de un todo que conforma el paisaje para el observador en ese momento en ese lugar a esa hora del día y en ese momento de su vida...
    ¿como era aquello? la belleza esta en los ojos del que mira...

    (igual me he despitado... suele pasarme) perdon por la parrafada

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    1. Hola Mario. Gracias por el comentario, y ningún perdón. No seré yo quién diga nada sobre las parrafadas después de la extensión de esta última entrada. Estoy de acuerdo con lo comentas. Y creo que los autores del libro también estarían de acuerdo en que la belleza está en los ojos del que mira y que hay tantos estilos como diseñadores y espectadores. Pero su argumento nace de considerar la sostenibilidad del jardín tan importante, si no más, que su belleza. Y ahí, claro, ya tenemos más limitaciones. Porque Versalles es espectacular, pero sostenible, sostenible, no creo que sea. Aunque tampoco creo que los autores (al menos Thomas, por lo que he leído en su blog) estén en contra de Versalles, yo diría que están a favor de que aquellos que tengan un trozo de terreno y quieran hacer algo bueno para la fauna local y a un tiempo hermoso, lo puedan hacer. En países como España queda mucho camino por recorrer, porque no sé cuantos ojos habría por aquí que vieran belleza en este tipo de jardines. O igual sí. No lo sé. He oído hablar de esos estudios que comentas pero la verdad es que nunca he leído nada al respecto.

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  2. Hola Miguel! bravo por este post. Me encantó. Gracias por hacer una valoración tan precisa del libro. Por supuesto estoy de acuerdo con tu enfoque y en cuanto a ese último arquetipo, por lo que a mi respecta, está muy bien incluido y totalmente justificado. Vivo en una zona agrícola. Los campos de algarrobos por los que paseo, por ejemplo, ofrecen unas panorámicas que conmueven. Por supuesto, caminar entre los campos de naranjos en ningún momento te hace pensar que estás atravesando un campo de cultivo, sino paseando por un trocito de paraíso que, además, en primavera se perfuma. Hay un sinfín de paisajes agrícolas que nada tienen que envidiar a los paisajes naturales. De modo que, aceptamos pulpo como animal de compañía. :-)

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    1. Me alegro de que te haya gustado María José. Y qué verdad lo que dices de los campos de naranjos. Uno de los sitios más especiales que recuerdo es un hotel en Huelva rodeado de hectáreas y hectáreas de naranjos. Los paseos que nos dimos por allí un mes de enero son de esos momentos que dejan huella.

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