Para mi el objetivo último de la literatura siempre ha sido el entretenimiento, pero hay veces en las que caen en tus manos ciertos libros (Dostoysevski, la trilogía de Primo Levi, Historia natural de la destrucción de Sebald, Desgracia de Coetzee, etc, etc) en los que el disfrute que obtienes de ellos es muy relativo. Cuando uno de esos libros te atrapa eres incapaz de dejar de leerlo durante días, pero esa especie de adicción al horror humano que presentan nunca me atrevería a llamarla entretenimiento.
Me he dado cuenta de ello este fin de semana, cuando me he encontrado sufriendo pesadillas a cuenta del último libro que he finalizado, una maravilla que encontré de casualidad mientras L. dormía y C. disfrutaba seleccionando cuentos que luego apenas hojea: Sukkwan Island, de Robert Vann. El libro evoluciona a lo largo de los siguientes calificativos: entretenido, inquietante, angustioso, sorprendente (a mitad del libro tiene uno de los momentos de la literatura) sobrecogedor, opresivo, acojonante.