Me gusta Alberto Olmos, o concretando un poquito más, me gusta lo poco que he leído de Alberto Olmos, a saber: Trenes hacia Tokio, y unas cuantas entradas de sus dos blogs, el suyo, el de Alberto Olmos de verdad, Hikikomori, y el de su personaje, el de Juan Malherido, que aunque también lo escribe Alberto Olmos no es de Alberto Olmos, es de Juan Malherido, que no está bien confundir la velocidad con el tocino y si empezamos por mezclar personaje y autor acabamos con la literatura, y eso ya lo han intentado muchos y no tengo la menor gana de seguirles ni un poquito el juego.
Sobre lo que ha escrito en su blog sólo tengo opiniones diagonales, porque no soy capaz de leer un blog de una manera que no sea diagonal, osea, una palabra sí y dos no, una frase sí y dos no, y así, y claro, no hay forma de enterarse de gran cosa. De hecho, creo que el único blog que leo entero es éste, pero sólo porque lo escribo yo y no me queda otra, porque de momento no he sido capaz de aprender a escribir sin leer y esto no es ninguna tontería, juro que tengo compañeros que son capaces de hacerlo. Esto de leer un blog en diagonal, no es porque sea el blog de este hombre, me pasa con todos los blogs, foros, diarios y cualquier fuente de información que aparezca en internet. Me resulta imposible centrarme en nada teniendo delante de mis narices tantas y tantas vías de escape. ¿Y si me estoy perdiendo algo mejor? Esto es un tema psicológico mio, y sólo asociado a internet. Por suerte cuando leo un libro impreso soy capaz de leer sin saltar cada 15 segundos a cualquiera de los otros libros que me esperan en la estantería. Dios no quiera que este problema mío lo compartan otras personas, porque si fuera así no sé hacía dónde se estaría dirigiendo el mundo.
Pero volviendo al tema, como decía del blog de Alberto Olmos no puedo decir gran cosa, y del otro, del de Juan Malherido puedo decir que he leído cosas que me han gustado muchísimo y otras que deben estar escritas para pensar y paso. En cualquier caso, hay que reconocerle a Alberto Olmos su valentía, porque escribe cosas que poca gente se atreve hoy día a escribir, y en sus entrevistas dice cosas que poca gente se atreve decir, y crea personajes, como el tal Juan Malherido que pocos escritores se atreven a crear. Ahora, por desgracia nos ha cortado el blog de Juan Malherido. Si somos mal pensados será porque ha fichado por una editorial de las grandes y ya no es tan fácil criticar con tanta inquina a otros que, de alguna manera, aunque sea tangencial, te están dando de comer. Si somos bien pensados será porque tiene que estar hasta las pelotas del tan Juan, y de todas las discusiones estériles en las que le mete. Y si no somos pensados será que lo ha capado porque le sale de las pelotas que para eso es suyo.
Ahora estoy leyendo Trenes hacia Tokio, que es una novela nacida de un blog, y que esto siendo capaz de leer porque se han tomado la molestia de imprimirla y encuadernarla para que al menos yo pueda separarme un rato del portátil y pueda leer algo en condiciones. La novela, qué duda cabe, debe de ser buenísima, porque le han dado un premio nada menos, pero sobre todo porque me la estoy leyendo con interés y eso que no cuenta absolutamente nada. Bueno sí, nos cuenta su vida en Japón de aquella manera, como a trocitos, como si estuviéramos viendo una lista de pequeños documentales... como si fuera un blog, vamos. Y como su vida no es para volverse loco de emocionante, pues de ahí el comentario facilón de que no cuenta nada. Cuente o no cuente, lo hace muy bien, el tío te cuenta que lleva una hora mirando fijamente sus babuchas y tú te enganchas al capítulo como un gilipollas. Y retomando lo que decía antes, está claro que no se debe confundir a Juan Malherido, con Alberto Olmos, como lo demuestra el hecho de que no hace mucho que leía una crítica suya implacable (todas las suyas lo son, hasta las buenas) de Sukkwan Island, de David Vann, y si entendí algo de lo que quería decir, creo que criticaba el estilo simplón y el hilo argumental de la novela que te hace pasar por veinte o treinta páginas ahumando salmón. Claro, imagínense el cuerpo que se me queda cuando leo en su novela (perdón, en la de Alberto Olmos) párrafos como los siguientes:
Fumamos y bebemos dentro del coche. Escuchamos música. Kokoro y su madre hablan. El padre y yo filmamos. Creo que me he dejado el reloj en casa.
Es muy mala, Tomomi. Nos cuenta. Lleva en la mano izquierda un cacharrito de metal con un gatillo aniquilador, y con eso nos cuenta. Clac-clav, clac-clac, la Tomomi.