domingo, 31 de marzo de 2013

Los padres de la jardinería moderna IV: la madre del movimiento de vivaces


Mien Ruys (1904 - 1999)

  
La historia avanza (por desgracia no siempre hacia delante) gracias a singulares azares en los que se aúnan el genio y la oportunidad. Momentos en los que una capacidad innata y las circunstancias que la potencian se entrecruzan. Para que nos entendamos: ¿cómo sería ahora mismo la historia de la música si en lugar de ser hijo de un compositor a Mozart le hubiera tocado ser hijo de, digamos por ejemplo, un carpintero?. Podríamos dar miles de ejemplos y sin ir más lejos creo que no es muy arriesgado asegurar que debemos eso que llaman la Nueva Ola de Perennes a uno de estos singulares azares. La historia actual de la jardinería es en gran medida como es porque una mujer del genio de Mien Ruys nació en una familia de viveristas. El padre de Mien Ruys, Bonne Ruys, era el dueño del vivero Royal Moerheim, situado en Dedemsvaart, una pequeña población de 12.000 habitantes al noreste de Holanda, muy cerca de la frontera con Alemania. A pesar del pequeño tamaño de la ciudad y de tan temprana época, el vivero de los Ruys no era cualquier cosa. Fundado en 1888 había crecido poco a poco especializándose en el cultivo de perennes hasta llegar a ser una de las principales referencias de toda Europa en su especialidad. Desde muy joven Mien Ruys usó los medios que le ofrecía semejante campo de experimentación para alimentar su capacidad creativa, parece que más interesada siempre en experimentar con las posibilidades del diseño con plantas que en los procesos de producción propios de un vivero. Pero además de experimentar y colaborar en el negocio familiar, Mien tuvo una sólida formación: primero estudió arquitectura del paisaje en Berlín, y con solo 23 años se mudó a Inglaterra para trabajar en la empresa constructora Wallace e hijos. No se disponen de demasiadas referencias sobre su etapa en Inglaterra, pero sí parece claro que allí tuvo la oportunidad de conocer a Gertrude Jekyll, la estrella de la jardinería del momento.  A su vuelta a casa, continuó sus estudios, aunando formación botánica en el Jardín Botanico Dahlem en Berlin con formación técnica en la facultad de arquitectura de Delft. Al mismo tiempo continuó sus pruebas de campo en los terrenos paternos, y ya en 1927 había plasmado la influencia recibida de los paisajistas ingleses con la creación de un enorme arriate de estilo inglés. El espacio para sus trabajos en Moerheim consistía en un camino recto que iba desde la casa de sus padres hasta una zona con frutales, y otro camino que cortaba al anterior perpendicularmente. En el cruce de ambos construyó un estanque cuadrado y a su alrededor y bajo los árboles creó una serie de espacios donde se dedicó a experimentar sobre la plantación con perennes. Sus primeros experimentos fueron un fracaso, las plantas elegidas no eran adecuadas para el terreno ácido del que disponía y en su mayor parte murieron. Aquí ya dio las primeras muestras de su genio, porque en lugar de hacer lo que habría hecho la inmensa mayoría de fanáticos por las plantas, que es entablar una lucha sin cuartel y condenada a la derrota contra el terreno para modificar sus características, Ruys decidió dejar de lado las plantas que fracasaron y siguió experimentando con nuevas especies hasta dar con aquellas con capacidad para desarrollarse en su terreno. Sus estudios universitarios y sus pruebas de campo pronto la llevaron a lanzarse al mundo profesional como arquitecta paisajista, convirtiéndose probablemente en la primera mujer que tuvo una carrera profesional exitosa en el mundo de la jardinería. 
En los trabajos de Mien Ruys pronto se plasmaron una mezcla armoniosa de influencias y estilos que fueron la clave de su éxito. Admiradora de Gertrude Jekyll y William Robinson, sus primeros trabajos reflejan el estilo de plantación naturalista, que en el continente también recibía el empuje de Karl Foerster, viverista y jardinero alemán de gran prestigio que además fue amigo de Bonne Ruys. Pero su trabajo siempre fue mucho menos tradicional que el de aquellos autores. Su obra siempre estuvo mucho más influenciada por ciertas tendencias modernistas que por un movimiento de retorno a un pasado bucólico como era el Arts and Crafts. En el libro Paisajistas que han creado escuela, Andrew Wilson señala a Ruys como el nexo de unión entre la jardinería basada en plantas de Inglaterra, las tradiciones horticulturales de Holanda y las tendencias modernas de gran parte del continente. Tampoco es de extrañar, dada la formación tan variada y cosmopolita que tuvo y los profesionales con los que enseguida colaboró. Al principio su obra estuvo centrada en pequeños jardines privados, pero después, en el movimiento de reconstrucción que siguió a la Segunda Guerra Mundial, comenzó a colaborar en el diseño de espacios públicos de mayor tamaño. Ruys formó parte de la corriente de arquitectura liderada por grupos de arquitectos como 'De 8' (el 8) en Amsterdam o 'Opbouw' (Construcción) en Rotterdam. Estos grupos abogaban por el funcionalismo y por la implicación de los arquitectos con las necesidades de la sociedad. Para estos arquitectos era preferible construir algo que sea útil, aunque sea feo, que construir atendiendo sólo a criterios de belleza y exhibicionismo que conducen a costes innecesarios y la inutilidad. Por suerte para la evolución de la jardinería, entre estos arquitectos se coló Mien Ruys que complementó tan práctica y fría visión de su oficio con su espíritu marcado por el amor a las plantaciones y el ansía de recuperar y sentir la naturaleza. Así, la obras de Ruys se volvieron más esculturales y arquitectónicas bajo la influencia del funcionalismo, pero nunca dejó de lado las plantaciones exuberantes. Sus jardines representaban la confluencia de la linea holandesa e inglesa, la unión de aspectos del naturalismo con aspectos del modernismo, un punto de inflexión que explica la enorme influencia posterior que tuvo su obra.
Los diseños de Mien Ruys destacaron por su claridad y simplicidad, por la creación de espacios abiertos y trasparentes incluso en jardines de pequeño tamaño, por el control geométrico patente en el empleo de formas cuadradas, rectangulares y circulares. Pero todas estas características funcionales siempre vinieron acompañadas por el uso exuberante de perennes, por espectaculares asociaciones de plantas, que para ella no eran un elemento únicamente decorativo, sino una forma fundamental de experimentar la naturaleza en el jardín. Para su compatriota Piet Oudolf, Ruys fue la primera paisajista en Holanda que abandonó el discurso monotemático del diseño para empezar a hablar sobre las plantas y plantaciones. Pero a pesar de estas plantaciones, sus jardines no llegaron a tener el aspecto de los típicos jardines campestres británicos, su obra destacaba por el empleo de líneas limpias y cierto minimalismo en el que enlazaba la tradición de diseño escandinavo con el estilismo japonés. En algunos jardines predominaba el formalismo y en otros el naturalismo, pero siempre con una integración armoniosa de materiales duros y materiales blandos representados en las plantaciones de perennes. Entre los materiales duros fue innovadora en el uso de algunos que ahora nos parecen de lo más común, como las traviesas de ferrocarril para pequeños muros de contención o las losas de hormigón lavado como pavimento. También usaba de manera habitual esculturas y ornamentos como puntos focales. Otra aportación novedosa y más compleja de su obra fue el empleo de caminos y terrazas ubicados en un ángulo oblicuo respecto a los edificios principales, ángulos con los que buscaba el empleo óptimo del espacio y la generación de contraste. Al final de su carrera abandonó el ángulo oblicuo y regresó al empleo de la línea recta y la formas cuadrangulares de setos recortados contra los que de nuevo ejercían un fuerte contraste exuberantes plantaciones de perennes. Cualquiera que haya visto fotos del jardín particular de Piet Oudolf, ya sabe de dónde sacó la inspiración. El empleo de setos también fue su principal herramienta para dividir los arriates en macizos más pequeños que le permitían controlar grupos vegetales complejos. Pero siempre con un equilibrio, porque Ruys, aunque era una amante de la plantas era capaz de renunciar a ellas, supeditando la variedad al uso selectivo y artístico. De hecho, se puede decir que Ruys tenía mayor interés en las formas individuales de las plantas que en los grandes macizos decorativos, en el contraste de grandes setos recortados de boj, tejo o carpe con plantaciones de estructura libre y orgánica, el contraste de la horizontalidad de los setos con las verticalidad de los enhiestos tallos y espigas de sus plantas. Lo que Gertrude Jekyll fue al color, Mien Ruys lo fue a la forma y a la textura, y hay críticos que dicen que fue una auténtica escultora de plantas. 
La jardinería es un arte efímero, y si todavía podemos disfrutar de la obra de Mien Ruys es gracias a su fundación que desde 1976 mantiene abiertos al público los resultados de toda una vida de experimentación, el jardín Tuinen Mien Ruys. El jardín contiene 28 modelos de jardines basados en los jardines creados en su día por Ruys para estudiar la combinación de principios estéticos, ecológicos y horticulturales en plantaciones, y también como escaparates que promocionaran las ventas en el vivero paterno. A lo largo de los diferentes espacios se puede observar la que fue la evolución de la obra de Mien Ruys. La fundación no se limita a mantener un jardín, sino que es un proyecto vivo en el que, siguiendo los pasos de Mien, se dedican a experimentar con nuevas plantaciones y a transmitir sus descubrimientos a través de publicaciones, lecturas, cursos y conferencias. En definitiva, la fundación trabaja en la ampliación del conocimiento y el interés de la arquitectura paisajista, la plantación y el mantenimiento de jardines. A pesar de esta experimentación, los jardines más antiguos donde Mien Ruys comenzó a experimentar con plantas amantes del sol y de la sombra son mantenidos en su estado original y tres de ellos han sido catalogados en Holanda como monumento nacional. También se cuidan para mantenerlos tal y como los creó la autora varios de los jardines creados justo después de la Segunda Guerra Mundial, buenos ejemplos de la jardinería que seguía los principios y estilo del funcionalismo. Una suerte de justicia para una autora que pese a estar influenciada por Gertrude Jekyll y William Robinson, hubo una lección que no aprendió de ellos: el poder de la palabra escrita, sobre todo cuando esta palabra está escrita en inglés. Aunque fundó un periódico llamado Onze Eigen Tuin (Nuestro Propio Jardín) y escribió un par de libros, la inmensa mayoría de sus escritos sólo se publicaron en holandés y nunca fueron traducidos al inglés. Creo que esta es la causa de que Mien Ruys haya sido mucho más conocida por los paisajistas a los que influyó (estrellas del nuevo movimiento de perennes como Piet Oudolf y James van Sweden), que por su propio trabajo.











  

domingo, 10 de marzo de 2013

Un ejemplo chino de sostenibilidad: Kongjian Yu


Las imágenes que uno tiene de un lugar que no conoce, muchas veces son más intensas que las de otros donde se ha vivido. Sobre todo si estas imágenes se sustentan en buena literatura. Con catorce años leí por primera vez la saga de Pearl S. Buck que arranca con su novela La Buena Tierra, y desde entonces tengo una imagen de China bastante nítida, sobre todo teniendo en cuenta que para ser honestos mi ignorancia sobre tan descomunal país es total. Luego vinieron las más que probables mentiras o medias verdades de los libros viajeros de Paul Theroux, o las excelente descripciones de un libro de José Ovejero llamado China para Hipocondríacos, a completar la escena. Todo esto aderezado con las noticias que lanza la prensa de un gigante comunista y desalmado lanzado a comerse la economía mundial con patatas (o con arroz), resulta en la imagen estereotipada que tengo de este país: un inmenso y saturado paisaje agrícola devorado a un ritmo endiablado por ciudades feas, grises y contaminadas que se extienden como una mancha de petróleo. Con este panorama en mi cabeza, es fácil imaginar que no es precisamente el lugar dónde yo esperaría encontrar buenos ejemplos de paisajismo sostenible. Pero claro, reducir a imágenes simplistas un país de la extensión, historia y cultura chinas, es como poco eso, ser un poco simple. Y como demostración palpable de mi error, tenemos al que posiblemente sea el rey absoluto del paisajismo sostenible de estos tiempo: Kongjian Yu. 
Kongjian Yu es el fundador de Turenscape, una firma de paisajismo ubicada en Pekín que emplea a la friolera de 600 personas. Yu está en la cuarentena y ya tiene a sus espaldas un trabajo ingente y nada menos que 9 premios ASLA (posiblemente los premisos de paisajismo de mayor renombre a escala mundial). Criado en una familia de agricultores de un país en el que ha tenido que vivir calamidades como la revolución cultural china, Yu consiguió escapar de su entorno de pobreza y llegar hasta donde está gracias a un genio fuera de lo normal. Con el apoyo de un profesor que se fijó en su enorme capacidad en su niñez, consiguió alcanzar la universidad, algo que en países como China no está al alcance de cualquiera. De hecho fue la primera persona de su pueblo que lo logró, lo que creo que resume bien el ambiente en el que creció. Influido por sus raíces agrícolas y dolido por la destrucción urbanística e industrial que veía a su alrededor, Yu admiró en su etapa universitaria a pioneros de la planificación ecológica del paisaje como Ian McHarg y Carl Steinitz. Logró llamar la atención del segundo y estudiar en su programa universitario en Harward. Cómo llegar de un pequeño pueblo de la China rural a Harward es una historia para novelar, pero mejor nos esperamos porque parece que sobre Yu aún habrá mucho que contar. A su vuelta a China se convirtió en profesor, fundó su firma y se propuso combatir la destrucción medioambiental de su país. Una hormiga contra un elefante que no cesa en su empeño. Mucho de su trabajo ha sido una obra de restauración, y de hecho, además de diseñar paisajes espectaculares ha logrado algo más notable: colaborar en el despertar de la preocupación de las autoridades chinas por el impacto medioambiental que está provocando su crecimiento desbocado. Su trabajo debe ser una gota en el enorme mar del crecimiento chino, pero quién sabe si sus ejemplos sirven como chispa  de un movimiento en un país capaz de abordar proyectos gigantescos como nadie (me río yo del Land Art viendo la muralla china)
Kongjian Yu se enfrenta a un mundo destructivo y despiadado, y para él la arquitectura del paisaje es un arte que tiene más que ver con la supervivencia que con la jardinería o el entretenimiento. En consonancia con esta filosofía, sus paisajes buscan la ecología y la sostenibilidad, el empleo de plantas capaces de atenderse a sí mismas y la huida como de la peste del empleo de insecticidas y herbicidas. En sus paisajes se respira su espíritu agrícola, y no es raro disfrutar en ellos de plantaciones de arroz y girasoles. Pero si tuviéramos que buscar una línea argumental clave en su trabajo, esta sería el tratamiento ecológico del agua. China aborda un inmenso problema en todos los procesos relacionados con la gestión del agua. Se estima que en 20 años más de 800 millones de chinos habitarán en ciudades. Muchas de ellas carecerán del agua suficiente y ni un solo río en sus áreas urbanas y suburbanas estará libre de polución. En este contexto, la ecología es quizás el mayor reto al que se debe enfrentar el gigante. El gobierno ya se ha puesto manos a la obra y ha establecido que para cada nueva ciudad (sólo en un país como China pueden aparecer nuevas ciudades como setas) entre el 20% y el 30% del terreno debe ser espacio público o espacio verde. Hay entre 400 y 600 nuevas ciudades en construcción o planificadas para ser construidas en los próximos años en China, y creo que el mejor ejemplo para entender cuál sería la propuesta de Yu para ese 20% o 30% de espacios verdes es uno de sus trabajos más recientes: El Qunli Stormwater Park. 
Qunli es una nueva ciudad en las afueras de Harbin, al norte de China, muy cerca de la frontera con Rusia. 3200 hectáreas de nuevos edificios donde en poco tiempo vivirán unas 300.000 personas. Harbin es conocida como la ciudad del hielo por sus largos y fríos inviernos. Las lluvias se acumulan en verano, y una cuarta parte de los 567 mm anuales pueden caer en una tormenta en un sólo día. Esto, para cualquier ciudad en la que un porcentaje abrumador del terreno está cubierto por hormigón y asfalto impermeables, genera un problema de evacuación y almacenamiento de las aguas de tormenta considerable. Además, tal y como hemos señalado en China no están para desperdiciar el agua. De hecho, en la zona de Qunli los acuíferos subterráneos están bajando a razón de entre uno y dos metros al año. Como solución al problema,Turenscape, la firma de Yu, ha diseñado y construido en el centro de la ciudad un parque con un objetivo muy claro: capturar y purificar el agua de lluvia. 
El parque es un antiguo y degradado humedal de 34 hectáreas rodeado por urbanizaciones y carreteras en todas sus caras que cortan sus antiguas fuentes de agua. En lugar de dejar morir al humedal, lo que se ha buscado y conseguido es transformarlo en un gigantesco colector de las aguas de lluvia para toda la ciudad que crece a su alrededor. Una esponja verde de 34 hectáreas. El diseño no puede ser más simple: una red de tuberías instaladas en todo su perímetro se encargan de recoger el agua de las zonas urbanizadas y redistribuirla hacia un anillo de estanques que bordea todo el parque. Estos estanques filtran el agua antes de que se vierta al núcleo del humedal. Cada estanque está acompañado de su correspondiente montículo ya que han sido construidos simplemente escavando hoyos en el terreno. De hecho Yu presume de que ni una paletada de tierra ha entrado o salido del emplazamiento. Tanto es así, que salvo los abedules (que representan la fuerte influencia rusa en la zona) plantados en los montículos, no se han introducido nuevas especies y en el humedal se han respetado las nativas existentes, dejando el mayor porcentaje de parque sin intervenir y libre para que evolucione libremente. Así, este anillo de estanques y montículos es el filtro depurador que realiza la transición entre la ciudad y la naturaleza. Junto con el anillo, la mayor intervención arquitectónica del parque es el conjunto de pasarelas, miradores y torres de observación que rodean el parque y permiten a los visitantes integrarse y disfrutar con la naturaleza del humedal. Estos elementos arquitectónicos son contemporáneos y geométricos y resaltan como esculturas frente a la belleza salvaje y desnuda del humedal. Las dos torres de observación, cada una en una esquina, recuerdan una a un árbol y la otra a una plataforma de lanzamiento de un cohete. En el futuro las torres permitirán observar el humedal sobre o entre los espesos bosquetes de abedules que se formarán en pocos años. Entre ellas hay cinco pabellones que flotan sobre el parque, cada uno construido de un material representativo de las soluciones constructivas de la zona: bambú, madera, piedra, ladrillo y acero. Al nivel del terreno hay pasarelas y zonas de observación que serpentean entre el anillo de estanques y montículos para que la gente pueda experimentar la naturaleza del parque desde su interior.
El proyecto, que fue diseñado y construido en menos de un año, demuestra como la arquitectura del paisaje puede superar a la ingeniería a la hora de proponer soluciones para la gestión del agua, ya que es capaz de mezclar eficacia y belleza al tiempo que entrega una enorme lista de servicios medioambientales: limpieza y almacenamiento del agua de lluvia, protección de hábitats naturales, recarga de los acuíferos y uso recreativo como parque público. El proyecto ganó un premio ASLA a la excelencia en 2012. El último de los recibidos por Turenscape que sin embargo no será el último.


















Fuentes: Turenscape, Asla Award 2012, Landscape Architecture Magazine - February 2013

martes, 5 de marzo de 2013

Otro ejemplo del presente y futuro de la jardinería: Jinny Blom


La jardinería en Gran Bretaña goza de buena salud y sigue bebiendo de fuentes femeninas. Si Gertrude Jekyll y Vita Sacville-West tuvieron su continuidad con Beth Chatto y Penelope Hobhouse, éstas pueden estar tranquilas porque parece que ya hay féminas que garanticen el nivel. Posiblemente Jinny Blom y Sarah Price son las que encabezarían una lista de jardineras de éxito actual y futuro. La entrada de hoy va dedicada a la primera.  
Jinny Blom es una paisajista de vocación tardía, ya había superado la treintena y había trabajado durante tiempo como psicóloga cuando decidió reorientar su carrera profesional y se unió a Dan Pearsons (al que ya hemos visto por aquí, aquí y aquí). Aquello fue en 1996 y después de cuatro años de colaboración se independizó para lanzar su carrera hasta los 200 jardines y más de un premio de renombre que ahora mismo deja tras de sí. Su estilo (su filosofía, prefiere decir ella) se podría englobar dentro de una potente corriente británica que está dejando a su paso jardines espectaculares. De hecho, desde su independencia en el 2000, Jinny Blom comparte oficinas en Londres con otras dos figuras de la jardinería actual: Tom Stuart-Smith (sí, también le hemos visto por aquí) y Todd Longstaffe-Gowan (a éste aún no, pero le veremos). No sé si para estos diseñadores sería correcto hablar de un estilo, porque a veces parece el estilo del no estilo. Los jardines que diseñan, hay momentos en los parecen modernos hasta lo abstracto y en otros clásicos hasta lo rancio. Salvajes hasta lo descuidado o cuidados hasta lo obsesivo. No sabe uno qué pensar al verlos. Un seto de boj de decenas de años de artística poda puede contener un macizo de silvestres que parecen un puro caos. Pero esto no quiere decir que los jardines no sean bellos ni que no tengan una personalidad definida. Por eso, más que de estilo, quizás tenga razón Jinny Blom al afirmar que deberíamos hablar de filosofía. Filosofía apoyada en unos cuantos pilares muy claros: 
  • La adaptación de los diseños al entorno mostrando una fuerte sensibilidad hacia el paisaje y su historia. 
  • La definición de una estructura subyacente muy clara y potente con elementos constructivos y vegetales que formen el esqueleto del jardín. 
  • El empleo en la estructura de elementos constructivos (muros, terrazas, escaleras, borduras...el hard landscape que llaman ellos) geométricamente estructurados y bien proporcionados que ordenen los espacios y contengan o enmarquen vistas del jardín o del paisaje y den forma y belleza al jardín independientemente de la estación del año. 
  • La utilización de plantaciones exuberantes e informales que suavicen las estructura del jardín
  • El empleo de materiales y plantas que parezcan salidos del emplazamiento (en ese sentido los jardines urbanos son menos limitantes porque se desarrollan en un espacio que ya es muy heterogéneo y por eso es ahí donde solemos ver sus apuestas más contemporáneas). 
Muchas de estas características las podemos ver en el siguiente jardín diseñado por Blom para una granja en Sussex. 








El jardín se levanta alrededor de un edificio estilo Tudor dentro de una finca de 160 hectáreas gestionada por el propietario de acuerdo a criterios ecológicos que buscan restaurar la vida silvestre huyendo del uso de agroquímicos. En el emplazamiento ya existía un jardín que se resumía en muros y terrazas de piedra, setos rigurosamente podados y extensas praderas de césped. Un jardín aburrido al que cliente y diseñadora decidieron darle ciento encanto desordenado, silvestre y productivo. En definitiva, buscaban conseguir (una vez más, la mayoría de jardines que han salido en este blog giran alrededor de la misma idea) que el jardín en lugar de imponerse o esconderse del paisaje, se integre con él, se insinúe dentro de él. Y además ajustándose a tres principios: simple, local y comestible. Para empezar, respetaron los muros, terrazas y caminos que ya existían. No creo que lo hicieran como medida de ahorro, sino más bien como una medida de racionalidad. Esos elementos forman por lo tanto la estructura del jardín y a ella debieron ajustarse. Para suavizarla se favoreció que hierbas y tomillo crezcan entre las hendiduras de la sillería, se plantaron un gran número de árboles y arbustos frutales y se sustituyó la práctica totalidad de praderas de césped por prados de flores y hierbas silvestres que sólo se siegan una vez al año. Una gran plantación de avellanos suaviza la transición entre el jardín y el bosque de castaños con el que linda. Los únicos espacios ajardinados de una manera tradicional son un grupo de bancales para verduras que ocupan el espacio cercano a la casa, el espacio que en un jardín inglés típico ocuparían plantaciones de flores. Una vista de repollos y cebollas en lugar de rosas desde la ventana. De hecho el jardín está repleto de cosas que se comen, como es lógico teniendo en cuenta que la diseñadora opina que estar conectado al ritmo estacional de la naturaleza es esencial y que nunca somos más felices que cuando cultivamos nuestras propias patatas. Fiel a esta filosofía, Jinny Blom estima que ha plantado setos por valor de un millón de libras en los jardines que ha diseñado para sus clientes en los últimos siete años. Un millón de libras en setos espinosos de majuelos, endrinos, avellanos, rosales silvestres, zarzamoras, frambuesas, grosellas y uvas espina. Blom bromea diciendo que el día que la sociedad se hunda, ella sabe dónde están sus setos y se dedicará a vivir de ellos. El resultado final es tremendamente natural, el jardín tiene un encanto antiguo, un aspecto ligeramente descuidado o dejado al azar de la naturaleza. Nada más lejos de la realidad. Los enormes perales en espaldera se trajeron directamente desde un vivero francés. Alrededor del jardín se plantó un enorme seto que lo protege de los ciervos y se instalaron cercas para aislarlo de los conejos. Hasta ciertos manzanos añosos fueron trasplantados a propósito desde de una plantación de frutales. Y es que lucir un desmelenado elegante cuesta lo suyo. 
Fuente: Jinny Blom

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