Desde que William Robinson publicara su libro llevamos más de un siglo dando vueltas al concepto del Wild Garden, con épocas de mayor o menor virulencia entre sus seguidores. Ahora mismo la corriente está especialmente activa gracias a La Nueva Ola de Perennes. Ya he escrito bastante en este blog sobre el tema, pero a modo de somero resumen, podríamos decir que la esencia del movimiento está en conseguir que el jardín se adapte al caótico poder de la naturaleza en lugar de enfrentarse a él. La relación del jardín con su entorno debe ser de interpretación y resilencia en lugar de eliminación y resistencia. Ya es asunto de cada autor llegar más o menos lejos en la idea. Piet Oudolf la trabaja a través de sus hiperdiseñados jardines de perennes, y Gilles Clement la lleva hasta sus últimas consecuencias con sus Jardín en Movimiento y Jardín Planetario. Poniéndonos algo poéticos, podríamos decir que todos ellos buscan que sus jardines sean barquitos que navegan en las tumultuosas aguas de la naturaleza dirigidos por el timón del gusto estético. Aunque unos lo hacen en una fueraborda y otros en una réplica de la Kon-tiki. Está bien, la idea es bonita, podemos usarla siempre que sea posible en nuestros jardines y paisajes. Pero aquí es donde yo me pregunto, ¿y qué pasa con los paisajes agrícolas?. ¿No estamos desaprovechando la idea precisamente en aquellos espacios cultivados en los que la lucha con la naturaleza es vital porque en ella están en juego algunas de nuestras necesidades esenciales?. Bueno, me dirán que algunos ya han dado también con la solución: Edible Forest Garden. Con los jardines comestibles seguimos con lo mismo de antes, trabajar a favor y no en contra de la naturaleza, aunque en este caso sustituimos el principio estético por la capacidad de generación de algo beneficioso (para nosotros o para otras especies) de las especies y asociaciones empleadas en el jardín. Me gustaría dedicar una entrada a este tema de los jardines comestibles, pero vaya por delante que no creo que sean la solución. Me parece otra bonita idea para nuestros jardines, pero creo que nuestros modelos económicos y culturales están a tres siglos de permitir que algo así sirviera para alimentar a la población mundial. Y esto suponiendo que el modelo fuese realmente válido, que es algo que está por ver.
Así que de momento tenemos que un pedazo muy importante de nuestro planeta (nada más y nada menos que el 38% de la superficie terrestre de acuerdo a la FAO) es explotado agrícolamente, y en ese pedazo todos los esfuerzos deben estar puestos en luchar contra las fuerzas de la naturaleza si queremos llevarnos algo a la boca. No estoy entrando en la discusión de agricultura ecológica o convencional. La lucha se hará con larvas de mariquitas o con Croneton, pero seguirá siendo lucha contra una plaga de pulgones que buscan perpetuarse a costa de nuestras cosechas. Aunque está claro que en la agricultura hay muchas cosas que replantearse, porque en esa lucha se nos ha ido la mano y estamos siendo víctimas del fuego amigo. Tanto hemos querido acabar con las plagas que las hemos hecho más fuertes al tiempo que nos debilitábamos. Hay que reconducir el modelo, que ya está bien de comer y respirar venenos. Recuperación de los setos vivos, mayor variedad de cultivos, recuperación de variedades que podrán ser menos productivas pero son más resistentes. Por poner un ejemplo: hay miles (sí, miles) de variedades y cultivares de manzanas. En los supermercados españoles una decena como mucho. ¿No nos estaremos perdiendo algo en toda esa variedad que estamos olvidando y perdiendo?. Pero no miremos sólo al pasado, debemos entrelazar lo que ya sabían nuestros antepasados con lo que nos enseñan los actuales avances de la ciencia. En definitiva, aplicar el sentido común. Si obtenemos un patrón de manzano inmune al pulgón lanígero, usémoslo. Y si inventamos una variedad de maíz transgénico cuya principal virtud es soportar la dosis letales del herbicida patentado por su mismo inventor, pues mandémosles a hacer puñetas y que se lo coman ellos.
Pero me estoy yendo por las ramas, porque realmente la cuestión que quería plantear es: ¿y no podría añadirse el criterio estético en todo esto?. Las mayores obras de paisajismo del ser humano son agrícolas. Eso de que la muralla China se ve desde el espacio es una mentira como un castillo, pero lo que sí se ve desde el espacio son los invernaderos almerienses (terrorífico, ¿verdad?). ¿Y un paisaje agrícola puede ser estéticamente bello?. Desde luego que sí. Ahí tenemos los paisajes toscanos o las terrazas de arroz balinenses para demostrarlo. Bueno sí, pero esos son paisajes seculares que se crearon sin el yugo de la productividad económica devoradora del buen gusto. Pues fijémonos en ejemplos más recientes: los viñedos de las bodegas Amastuola diseñados por Fernando Caruncho en el sur de Italia o gran parte de los diseños del estudio Turenscape en China que también incorporan el componente agrícola. Estos autores nos demuestran que el criterio estético puede convivir con criterios hortícolas. Así que creo que la nueva agricultura debería avanzar en la línea de la jardinería y aunar esfuerzos con la naturaleza en lugar de seguir distanciándose de ella. Y desde luego creo que el criterio estético podría ser también aquí uno de sus timones. Tenemos Wild Garden, Perennial Garden, Jardin en Mouvement, Jardin Planétaire, Edible Forest Garden... ¿y no tenemos un jardín para aquello que nos da de comer y nos rodea por todas partes?. Deberíamos elaborar ya mismo el manifiesto del Jardín Agrícola. O el Farm Garden, que seguro que decirlo en inglés ayuda.
Y como las cosas que se hacen por costumbre se convierten en ley, no puedo dejar la entrada sin subir algunas fotos. Pero no pienso poner fotos de Caruncho o Kongjian Yu, porque esta fotos espero que sirvan como muestra de que no estoy hablando de enormes y costosísimos proyectos, sino del hecho de que todos los que cultivemos un trozo de terreno podemos poner nuestro grano de arena. Espero que sirvan como demostración de que paisajes como las colinas toscanas o la campiña inglesa son en realidad una enorme agrupación de micropaisajes, la suma del gusto estético de miles de personas trabajando en una misma línea guiados por esa especie de magia que es la cultura. Así que mientras alguien se anima a escribir ese manifiesto del Farm Garden, ahí van la fotos de la granja de una pareja inglesa que parece que ha hecho del criterio estético una de sus fuentes de vida. Su granja llamada Walnuts Farm (el nombre ya me encanta) a cincuenta millas de Londres se alquila para reportajes fotográficos. Después de ver las siguientes fotos es fácil entender por qué.
Fuente:Walnuts Farm