En el último ejemplar de la revista Verde es Vida aparece una entrevista a Piet Oudolf en la que afirma estar estudiando con los responsables del Real Jardín Botánico de Madrid la posibilidad de realizar una de sus plantaciones en nuestro céntrico jardín. Dejando de lado mi deseo infinito de que el proyecto salga adelante, las dos semanas de ola de calor con temperaturas de hasta 40 grados que llevamos animan a hacerse la siguiente pregunta: ¿tiene sentido plantearse un jardín con la exuberancia y riqueza estacional de los de Oudolf en un clima tórrido como el nuestro? Mi respuesta es un sí rotundo, pero por si no se fían de mí, el mismo ejemplar de la revista incluye otro artículo que apoya de una manera sincera y empírica mi optimismo: "Jardines exuberantes... de bajo riego". El artículo de Elita Acosta, directora editorial de la revista, es una excelente síntesis de opiniones muy fundamentadas sobre jardines de bajo riego que la autora ha seleccionado de sus conversaciones con Miguel Urquijo y Fernando Martos. Con ellas la autora busca responder a la pregunta con la que arranca su artículo "¿Se puede conseguir un jardín frondoso, lleno de verdor y dinamismo, con un bajo consumo de agua?". O enlazando con la pregunta que me hacía yo al comienzo de la entrada podríamos decir, ¿se puede conseguir un jardín a lo Piet Oudolf en un clima como el nuestro?. Fernando y Miguel son dos de las personas más capacitadas para dar respuesta a esta pregunta por la colección de jardines exuberantes de bajo riego que acumulan sus curriculums. Y su trabajo es la mejor prueba de que se puede responder afirmativamente a estas preguntas y que un jardín de vivaces de estilo naturalista es posible en nuestro clima. Algo que dicho sea de paso, ya dije en estas entradas: sobre Planta Paisajista, sobre Urquijo-Kastner y sobre Fernando Martos.
Al título del artículo en cuestión "Jardines exuberantes... de bajo riego", no le sobra ni un adjetivo ni un punto suspensivo. Creo como los protagonistas del artículo que podemos tener jardines ricos en colores, texturas y formas, y creo que estos deberán ser de bajo riego. En primer lugar porque el consumo de agua en nuestro clima es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos, y en segundo lugar porque posiblemente si no son de bajo riego, tampoco serán exuberantes. Un jardín sin riego en nuestro clima no tendrá la riqueza y la duración estacional a la que nos referimos aquí. Y si el jardín tiene mucho riego, posiblemente sea una indicación de que estamos haciendo algo mal: o estamos regando en demasía especies que no lo necesitan, o hemos seleccionado especies con altas exigencias de agua que muy posiblemente van a sufrir mil y un problemas bajo nuestro espléndido sol por mucho que las reguemos. Hay excepciones, claro está, porque no faltan las especies de ribera adaptadas a suelos encharcados en nuestro clima, pero hasta ellas son una mala apuesta que sucumbirán con el primer incidente que sufra nuestro sistema de riego.
Y quizás en este punto sea bueno explicar qué entendemos por bajo riego, que en esencia quizás fuese más exacto definir como infrecuente riego. Es decir, con bajo riego nos referimos a riegos profundos y espaciados en el tiempo. Un ejemplo claro nos lo da Miguel Urquijo al señalar que se ha propuesto conseguir que su jardín particular en los alrededores de Madrid sólo necesite ser regado siete u ocho veces al año. Siete u ocho veces al año son una cantidad ridícula en comparación con los riegos que suelen ser habituales en nuestros jardines. Más ridícula aún si tenemos en cuenta que ese jardín sin duda tendrá la exuberancia y riqueza a la que nos tiene acostumbrados Miguel. En España no estamos muy acostumbrados a este tipo de jardines. Quizás algo más en la cornisa cantábrica y toda la costa mediterránea, pero en el centro de España, en las mesetas donde impera eso que ahora llaman clima mediterráneo continentalizado, que no es otra cosa que un largo y seco verano y un invierno en el que no faltan las heladas, los jardines solían ser algo más monocromáticos. Es a esta España continental a la que debe referirse Fernando Martos al señalar en el artículo que cuando empezó a trabajar como paisajista se hablaba del jardín inglés como un ideal inalcanzable en España. Es así. En el libro Jardines Secretos de España de Eduardo Mencos aparece Las Navas, un jardín cercano a Toledo diseñado por Arabella Lennox-Boyd y por sus propietarias. En el libro se cuenta la anécdota de que cuando la diseñadora visitó por primera vez el terreno donde se levantaría el jardín, lo hizo en el mes de febrero y se encontró a su alrededor un paisaje tan desolado que su primer comentario fue un desalentador "aquí no crecerá nada". Aún así hizo su diseño, y sí el jardín existe es porque la ilusión de las propietarias no se dejó vencer por el escepticismo que despertó en Arabella nuestro clima. Las Navas es un caso de éxito, pero no uno de los que nos ocupa, porque aquí estamos hablando de Jardines que conceptual y estéticamente puedan ser englobados en la Nueva Ola de Vivaces. Los casos de éxito en este caso han venido de la mano de estudios como Miguel Urquijo y Renate Kastner, Fernando Martos o Planta Paisajista. Todos ellos han conseguido jardines exuberantes... de bajo riego. ¿Cómo? Bueno, pues yo creo que los principios básicos están bastante claros:
1- Seleccionar las plantas adecuadas. Es importante elegir plantas adaptadas a la estructura y ph de nuestro suelo, pero más aún elegir plantas adaptadas a nuestros niveles de sequía y temperaturas mínimas. Y la lista de plantas no será corta. A mí me han resultado muy valiosas las siguientes referencias para encontrar plantas resistentes al frío y la sequía:
- Beth's Chatto Gravel Garden, de Beth Chatto
- El Jardín Sin Riego, de Olivier Filippi
- Waterwise Plants for Sustainable Gardens: 200 Drought-Tolerant Choices for all Climates, de Scott Odgen y Lauren Springer Odgen
- El buscador del Missouri Botanical Garden
- El buscador de Viveros Carex
2- Preparar muy bien el terreno. Hay que cavar en profundidad, esto es primordial para que la estructura del terreno deje penetrar con facilidad a las raíces y para aumentar su capacidad de retención de la humedad. Y no conviene ser tacaño con los añadidos de compost o estiercol que mejoren la estructura del terreno hasta donde nos sea posible. Ya si nos podemos permitir cubrir el terreno con una capa de mulching, es de nota.
3-Hay que regar. Y regar bien. Una vez cada 7 o 10 días un riego que empape la tierra en condiciones. No nos dejemos engañar por toda la publicidad de plantas y jardines sin riego que ahora existen. Un jardín sin riego es posible, pero muy posiblemente será un jardín que, dicho de manera algo piadosa, responderá a otros criterios de belleza. Yo tengo un macizo de lavanda sin riego y estoy a punto de pasar a tener un macizo de lavanda de bajo riego, porque ha llegado un momento que ni con toda la bondad del mundo llego a percibir la belleza en el raquitismo y sufrimiento de esas pobres plantas. En palabras de Fernando "se pueden hacer jardines con menos o sin riego, pero serían más grises". O como indica Miguel se puede seguir el modelo de los xerojardines californianos con crasas y aloes, pero no nos olvidemos de que aquí el invierno pega fuerte y las crasas y aloes pueden terminar hechas fosfatina. Y en cualquier caso no serían jardines precisamente exuberantes. Beth Chatto asegura que nunca ha regado su jardín, pero su jardín es un experimento y está en Gran Bretaña. Cierto que en la parte más seca de Gran Bretaña, pero si leen su libro podrán comprobar que habla de tremendos calores de 30 grados y lluvias refrescantes en agosto. Ja. Jugamos en ligas distintas, nuestra sequía es de primera división. Olivier Filippi nos enseña cómo debemos regar e insiste mucho en que estos riegos son imprescindibles los primeros años. Pero luego asegura que cuando las plantas han enraizado podemos dejar de regar. Bien, Provenza no es Inglaterra pero tampoco es Castilla. Como bien señala Fernando la humedad ambiental que trae el océano ayuda muchísimo. Esa misma humedad es la que debe ayudar a Heidi Gildemeister a no regar su jardín en Mallorca tal y como asegura en sus libros. Aunque a este respecto también hay que decir que las plantas empleadas por Filippi y Gildemeister, al menos hasta donde yo conozco, son plantas que presentan un pico a finales de primavera y principios de verano, y un resto del año en el que conservan la estructura pero ya no serán tan espectaculares. Los jardines de Piet Oudolf o de Fernando Martos, tienen picos de floración a lo largo de toda la primavera, verano y hasta bien entrado el otoño. Planten una lavanda y una Salvia nemorosa y comparen. Y en confianza, les diré que en algunas fotos del libro de Heidi Gildemeister se ven claramente las tuberías de riego por goteo, así que no se corten y rieguen bien.
Para acabar les dejo con unas fotos de la semana pasada de mi jardín. A estas alturas del año lleva 5 riegos. Calculo que a finales de septiembre me iré a unos 15 o 20 riegos. Son muchos más que los que se ha marcado como objetivo Miguel Urquijo pero teniendo en cuenta que es un jardín en su segundo año y que hemos tenido una primavera extremadamente seca, creo que la cosa es para felicitarse. Y tampoco nos olvidemos que esto no va de cosas como gastar poca agua o ser amigo de las abejas, esos son regalos que podemos conseguir con un buen diseño y gestión de nuestros jardines, pero la esencia de la jardinería es otra, la esencia de la jardinería es lograr algo estéticamente bello, algo que nos permita evadirnos, que despierte sentimientos. Así que conociendo a Miguel Urquijo estoy seguro de que su objetivo de 8 o 10 riegos pasará a segundo plano si considera que pone en riesgo la belleza de su jardín. Y tiene margen para hacerlo sin remordimientos, qué narices. Y si no se lo parece prueben a contar las veces que vean de ahora en adelante funcionando los aspersores en cualquier jardín que tengan a mano, que muy probablemente tendrá sus buenas praderas de césped y algún arriate de petunias. Cuenten, cuenten. Verán qué pronto nos adelantan.