viernes, 21 de mayo de 2021

MANIFIESTO EN DEFENSA DE DOS PLANTACIONES

 





Uno de los momentos más chispeantes de mi experiencia como jardinero-bloguero, fue la primera vez que recibí un mensaje de Piet Oudolf. Más allá del orgullo, legítimo diría yo, porque alguien con su fama y ascendente me conociera, la alegría venía principalmente motivada por el motivo del mensaje. En él me contaba que mantenía negociaciones con el Botánico de Madrid para hacer una plantación en la zona más cercana a la principal entrada del jardín, la conocida como Puerta de Murillo. Sentí ilusión ante la perspectiva de contar con una plantación de Oudolf en un jardín público en el centro de Madrid, porque aunque disfrutamos de una ciudad con grandes zonas ajardinadas, no podemos presumir de contar con plantaciones modernas en el espacio público. Que en la milla de oro del arte madrileño contáramos con una plantación de Patrick Blanc y otra de Piet Oudolf me parecía un buen comienzo. Así que durante meses seguí con bastante expectación las posibilidades de un proyecto que por desgracia no se concretó. Sobre los motivos hay opiniones diversas, pero estoy seguro de que se circunscriben a la libertad como creador de Piet para elegir sus proyectos y a la capacidad de convicción de los responsables del Botánico para lograr la colaboración un paisajista de renombre internacional.

Como casi siempre en esta vida, no hay mal que no tenga su lado positivo, y el fracaso de este primer proyecto animó al Botánico de Madrid a buscar otras alternativas. Para mi satisfacción dirigieron su interés hacía paisajistas de renombrado prestigio en España. Para los parterres cercanos a la Puerta de Murillo el Botánico contó con Fernando Martos, y para la replantación de la larga bordura que discurre al lado de la preciosa valla del paseo de Recoletos que había sido recientemente restaurada, contaron con el estudio de Miguel Urquijo y Renate Kastner. En este caso sí hubo acuerdo y si no me falla la memoria, en la primavera del 2018 el Botánico ya contaba con dos nuevas plantaciones que despertaron mucho interés entres aficionados y profesionales.


Con dos estilos muy personales, Urquijo-Kastner y Martos demostraron el porqué de su éxito y prestigio. Se podría hablar mucho de cada plantación, podríamos dedicar páginas a detallar sus principios de diseño, sus planes de futuro y la original selección de plantas adaptadas al duro clima madrileño. Pero podemos resumirlo en que la plantación de Martos respetaba los históricos parterres cuadrados de boj del Botánico e incorporaba en ellos un nuevo seto curvilíneo que proporcionaba una sensación de estructura y movimiento lateral en las densas plantaciones de una gran variedad de vivaces que utilizaban la repetición para infundir una fuerte sensación de ritmo. Y la plantación de Urquijo-Kastner que acompañaba la valla del Botánico en un tramo del paseo Recoletos, se estructuraba alrededor de una conjunto de espacios compartimentados mediante setos de boj e incluían una selección igual de original aunque muy diferente de plantas donde se imponía el verdor y la estructura con mayor proporción de arbustos y plantas de floración muy sutil.

Las dos plantaciones se desarrollaron a enorme velocidad y en la primavera, verano y otoño del 2019 ya lucieron todo su potencial. Aun careciendo del desarrollo definitivo de las plantas que en un futuro formarían la estructura principal de la plantación, las vivaces y gramíneas demostraron su enorme capacidad para crear jardines vivos que entregan escenas sorprendentemente diferentes a lo largo del año. Muchos aficionados a la jardinería visitábamos el jardín más con una frecuencia inusitada y nos felicitábamos porque al fin existían en Madrid plantaciones públicas con las que clamar a los cuatro vientos las virtudes de la jardinería naturalista. Eran un claro ejemplo de que vivimos un momento emocionante para disfrutar la jardinería. Comprendemos que los jardines deben ser sostenibles y favorecer al medio ambiente, que la jardinería debe ajustarse a los medios de nuestro planeta pero sin dejar de ser bella y aquí está el Botánico para demostrarlo. En esas plantaciones veía una muestra clara de las posibilidades de una jardinería artística y responsable, y también una muestra indudable de que en España contamos con una remesa de paisajistas excepcionales que cada vez serán más reconocidos. Un pequeño paso para estos paisajistas pero un gran paso para el paisajismo español. Pero tanta felicidad se desinfló pronto. En la actualidad, salvo cambio radical en el rumbo del mantenimiento de estos espacios (en esencia esta entrada lo único que busca es clamar por ese cambio de rumbo) la historia va a terminar en un fracaso más cruel y dañino que la falta de acuerdo con Oudolf. De hecho, alguno ahora mismo opinamos que Oudolf fue un visionario que adivinó lo que se le venía encima.


Primero nos sorprendimos de que se modificara el espíritu original de algunos diseños al eliminar elementos de las plantaciones como los setos curvilíneos porque alguien consideró que no respetaban el carácter histórico del jardín. Luego nos entristecimos al conocer que el Botánico y los diseñadores de las plantaciones ya no colaboraban. Un jardín es una obra de arte viva y la desaparición de su diseñador puede conducir a una pérdida demoledora de las indicaciones, ajustes y actualizaciones que un jardín de este nivel exige. Hay paisajistas de fama internacional que exigen por contrato participar durante un número reseñable de años en el mantenimiento de una obra que sin su colaboración pasará a ser otra cosa que quizás no se merezca llevar su firma. Terminamos enfadándonos cuando vimos el grado de abandono que sufren las plantaciones en algunos momentos del año. Plantas que no se reponen o se reponen mal (esos cipreses sustituyendo a un tejo muerto en un seto son dolorosos), siegas y podas no realizadas, y una invasión de malas hierbas frente a la que solo puedes reír o llorar. Ante estado de cosas uno primero intentó ser benevolente y pensar que el problema radicaba en falta de medios o conocimientos. El inevitable si no hay dinero, no hay dinero. Pero hay ciertas señales que ya no me permiten ser benevolente. Para empezar no es justa la condescendencia, en el Botánico de Madrid hay mucho conocimiento, faltaría más. Además no parece que atraviesen un momento de especial ahogo económico como demuestran la construcción de nuevos edificios, el rediseño de zonas como la rosaleda, la instalación de un pantagruélico juego de luces cada Navidades y en definitiva, el mantenimiento en perfectas condiciones de otras plantaciones que requieren mucha mayor mano de obra. Esta es una de las virtudes de la jardinería naturalista: las exuberantes plantaciones de Martos y Urquijo-Kastner requieren al año muchas menos horas de trabajo que las ordenadísimas y aburridas plantaciones de tulipanes y dalias que las acompañan bien cerca. Pero si hay una cosa que me borró de sopapo cualquier atisbo de positividad es darme cuenta de que estas plantaciones son la única zona del jardín con una total y absoluta ausencia de carteles indicadores de las especies que las forman. A estas alturas y a mi pesar, la conclusión más piadosa que se me ocurre es que las nuevas plantaciones naturalistas del Botánico no gustan a alguien con el suficiente poder de decisión como para dejarlas morir. Y más concretamente sospecho que hay personas vinculadas a algo que podemos llamar jardinería histórica, que no han entendido nada y han decidido que hay que acabar con cualquier muestra de modernidad. La historia de estas plantaciones me ha recordado punto por punto lo que Gilles Clement cuenta en su libro Una Breve Historia del Jardín, a propósito de un encargo que recibió para modernizar el huerto de la Roche-Guyon, intentando conjurar el rigor de un jardín del siglo XVIII con las técnicas avanzadas de la gestión ecológica. Lo comparto aquí porque no tiene desperdicio.

La reconstitución del huerto de la Roche-Guyon en su forma inicial coloca a los gestores (pues es una institución pública) ante un problema de difícil solución: ¿cómo llevar a cabo el mantenimiento de un jardín de cinco hectáreas, de las cuales la mitad son de un suelo arenoso que requiere una eliminación severa y constante de malas hierbas para mantener el trazado de su geometría pura, con un efectivo de mano de obra diez veces inferior al que tenía en su época? Para el arquitecto de Monumentos Históricos, lo único que prevalece es la imagen, lo que se haga dentro del jardín importa poco. Desde las ventanas del castillo tiene que poder leerse a la perfección el dibujo imaginado por los fundadores del huerto; la más mínima alteración provocada por el crecimiento de las hierbas en algunos caminos, por ejemplo – algo que reduciría el mantenimiento a la mitad -, es objeto de un rechazo categórico: él se cree el príncipe. Sin embargo, ¿qué diría hoy el príncipe, el verdadero, aquel cuya preocupación humanista le llevó a prever un lugar de producción e innovación horticultoras destinadas a la población de los alrededores? Nos dan el jardín de la historia sin darnos a los jardineros que van con él. Sustituir la mano de obra trabajadora por la química devastadora no es una solución. Hay que preservar el diseño y al mismo tiempo producir y no contaminar. Este reto improbable en manos de un equipo voluntarioso e imaginativo da lugar a una obra inesperada en la que la coacción de la forma –que se ha vuelto absurda en el contexto ecológico- debe ser sublimada sin ser ignorada. Todo el trabajo consiste en mantener un dispositivo formal obsoleto y privado de sentido, desarrollando al mismo tiempo, en la cobertura, un dispositivo técnico adaptado a nuestra época.

El huerto de Roche-Guyon ilustra perfectamente el problema del jardín (del jardín en general) ante la historia y el patrimonio. El patrimonio no sería más que una herencia si no estuviera congelado en la figura del pasado. Se podría hacer uso de él como se quisiera. El “patrimonio histórico” prohíbe esta libertad. La arquitectura, incapaz de evolucionar por sí misma, hecha de elementos inertes cuyo futuro es la ruina, se opone aquí a la naturaleza inventiva organizada según relaciones biológicas en constante evolución. El jardín hecho de elementos vivos en diálogo permanente con el jardinero, supone una coevolución permanente de los seres de la naturaleza con los humanos afectados. Bajo cualquier enfoque, se constata hasta qué punto el jardín resulta incompatible con la noción de museo. Por ello, con el paso del tiempo, no deja de cambiar de forma. Aun así, ¿tendría que reducirse la historia del jardín a la historia de las formas?

Me atrevo a apostar que en el Botánico de Madrid hay algún arquitecto de monumentos históricos con ínfulas de príncipe. Y que posiblemente no haya querido entender que Martos y Urquijo-Kastner lo que han conseguido es desarrollar una plantación adaptada a nuestra época, manteniendo un dispositivo formal obsoleto, como forma necesaria de compromiso de una jardinería de actualidad dentro de un marco histórico que se debe conservar. Yo, desde el más profundo cariño y respeto que siento hacia esta institución, pero también desde la autoridad que me da ser financiador como cualquier español que pague impuestos de su mantenimiento, me atrevo a ofrecer a los responsables del Real Jardín Botánico de Madrid el siguiente decálogo:

  1. Que no olviden nunca su misión, que incluye “La práctica experimentada del arte de la jardinería y la conservación de un patrimonio histórico y cultural único, que convierte al Real Jardín Botánico en un lugar muy atractivo para el recreo y disfrute del público visitan”. La práctica experimentada de la jardinería, aunque esté sujeta a la conservación de un patrimonio histórico único, no puede dar la espalda a la jardinería actual. De hecho experimentar exige mantenerse a la vanguardia. La vanguardia con el respeto al patrimonio histórico es lo que se había conseguido con estas plantaciones.
  2. Que se fijen en sus homólogos por el mundo: el jardín Botánico de Oxford es 160 años más antiguo que el jardín Botánico de Madrid y no ha dudado en hacer intervenciones naturalistas mucho más radicales que las acometidas en Madrid. El listado de jardines botánicos de gran relevancia que evolucionan y apuestan en parte de su espacio por la vanguardia es mayoritario.
  3. Que recuerden que como institución dependiente del gobierno de España son responsables de cuidar la marca España, más aún por su ubicación en un espacio con una afluencia única de turistas y españoles. España es un país que quiere presumir de modernidad, integración y sostenibilidad. Grandes plantaciones de tulipanes y rococós juegos de luz y sonido no son las mejores herramientas para generar una imagen que recuerde a ninguno de estos principios.
  4. Que busquen la motivación en los Objetivos de Desarrollo Sostenible definidos por Naciones Unidas. El ODS número 15 se centra en “Proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de forma sostenible, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica”. La jardinería es una herramienta clave en la consecución de este objetivo y un Jardín Botánico no puede mantenerse al margen. Su capacidad de predicar vías sostenibles y diversas de jardinería no puede ser despreciada.
  5. Que hagan caso a Gilles Clement y aprovechen su privilegiado espacio para colaborar en la creación del jardín planetario madrileño, creando ecosistemas sostenibles que ofrezcan refugio a pájaros e insectos en un lugar de alta presión humana como el eje Prado-Recoletos.
  6. Que sean conscientes de que el daño en la imagen de estas plantaciones está repercutiendo en la reputación del Botánico ya que mucha gente está injustamente toda su actividad por lo que pueden ver hoy en día unos diseños que habían generado ilusión y expectación.
  7. Que mediten sobre el daño que pueden hacer en un país con deficiente cultura jardinera, a una corriente que es imparable si la conciencia de ser jardineros de nuestro planeta sigue creciendo. Si la jardinería naturalista tiene un punto débil, ese es que si no es bien ejecutada y mantenida, si no obedece a una serie de principios que le aporten estructura e intencionalidad, puede convertirse con mayor rapidez que en otros estilos en una amalgama caótica que genera desasosiego en el espectador. Desasosiego es lo que siento yo al ver las correhuelas corriendo libremente entre las vivaces que aún sobreviven en estas plantaciones.
  8. Que si no lo hacen por principios, lo hagan al menos por egoísmo o esnobismo. Dejar perder las plantaciones de Martos y Urquijo-Kastner es perder la firma en su espacio de dos de los autores de mayor proyección nacional e internacional. ¿A alguien se le ocurriría perder o remodelar la terraza de los laureles de Fernando Caruncho? Si no hay un cambio de rumbo, en unos años habrá quien se lleve las manos a la cabeza por esta barbaridad.
  9. Que sean valientes y tomen una decisión: si quieren seguir adelante con estas plantaciones que retomen las imprescindibles tareas de mantenimiento del jardín contando con el conocimiento experto que sea necesario. Y si por el motivo que sea no quieren que estas plantaciones sobrevivan, que las eliminen y las sustituyan por aquel modelo con el que se sientan cómodos. Cada cual tiene que tener sus principios y ser fiel a ellos.  
  10. Que dejen de leer decálogos escritos por un don nadie y se pongan a quitar malas hierbas. Yo me ofrezco a ayudarles quitando unas pocas si me dejan cada vez que pase por allí.

viernes, 14 de mayo de 2021

INTRODUCCIÓN A LA JARDINERÍA NATURALISTA

Plantación de Fernando Martos en el Botánico de Madrid, Septiembre de 2019

A riesgo de ser simple en exceso, me atrevería a decir que toda la historia de la jardinería ha girado alrededor de diferentes corrientes pro y anti naturaleza, dependiendo de la relación del ser humano con ella en un momento determinado. Dicho de otra manera, la jardinería ha oscilado entre los jardines que han perseguido ser una expresión explícita del control del ser humano sobre la naturaleza y los jardines que por el contrario persiguen ser una expresión de la naturaleza en sí misma. Esto se ha traducido en una la lucha entre lo formal y lo geométrico y lo informal y romántico, aunque con implicaciones algo más complejas. A lo largo de la historia ha habido períodos y culturas que han visto la naturaleza como algo salvaje, peligroso y amenazante y otros que la han percibido como una mística y amenazada fuente de belleza. La jardinería adaptándose a la  percepción social y cultural de cada momento, ha buscado bien refugio o dominio sobre algo amenazante, bien la potenciación de una imagen un tanto idealizada de un ente benévolo. Y así, a lo largo de la historia, la jardinería ha generado obras tan dispares como el Jardín de Versalles y la High Line de Nueva York.

¿Dónde nos encontramos hoy? En la actualidad de manera mayoritaria la naturaleza se percibe como algo amenazado de lo que nos hemos distanciado en exceso. Más importante aún, hemos empezado a ser conscientes de que el ser humano ni domina ni es amenazado por la naturaleza, sino que simple y llanamente es parte intrínseca de la misma. En definitiva, la apreciamos y nos preocupa porque somos parte de ella. Diría que hoy día la relación del ser humano con la naturaleza se percibe como la recuperación de un buen amigo al que hace tiempo que no vemos. Desde el punto de vista de la jardinería, en la lucha entre los modelos que buscan dominar la naturaleza o que pretender jugar con ella, en la actualidad domina claramente el segundo, aunque con diferentes grados de éxito. La preocupación por el medio ambiente y la concienciación ecológica, aun estando lejísimos de los niveles deseables, ha alcanzado niveles sin precedentes. Además el modelo económico actual no permite el uso masivo de recursos que la jardinería de cierto tamaño implicaba en el pasado. Estos factores nos han llevado a que si bien los jardines deben seguir siendo bonitos además deben aportar beneficios al medio ambiente y reducir el consumo de insumos en su mantenimiento. La corriente que ha dado forma a estos requisitos es la Jardinería Naturalista.

La Jardinería Naturalista, aglutina como veremos enseguida estilos muy diferentes, pero todos ellos responden a un patrón común: buscan la belleza a través de la evocación de un entorno natural. La Jardinería Naturalista se basa en combinaciones de plantas capaces de disparar una intensa respuesta emocional en el espectador porque evocan la estancia en entornos naturales que el ser humano considera agradables. Es importante destacar ya que la Jardinería Naturalista no intenta copiar esos modelos naturales, sino que busca incrementar su esencia para que su atractivo y poder evocador sean más potentes que en el modelo natural mismo. Así, la paradoja de la Jardinería Naturalista es que es muy poco natural, ya que construye una versión humanizada de la naturaleza,  comunidades vegetales que pueden funcionar de la misma manera que determinadas comunidades vegetales naturales pero que en realidad son artificiales y distintas a cualquier cosa que puedas encontrar en estado salvaje. La Jardinería Naturalista no tiene por qué ser sostenible y ecológica, aunque en los últimos tiempos son estos conceptos los que han impulsado el estilo como nunca antes. Para que la Jardinería Naturalista sea sostenible, es imprescindible que las especies empleadas estén adaptadas a las condiciones ecológicas del lugar. La Jardinería Naturalista sostenible persigue jugar con la naturaleza en vez de enfrentarse a ella. Por último, si bien la Jardinería Naturalista puede evocar en principio cualquier modelo natural (prados, praderas, matorrales, garrigas, humedales, bosques, etc) en la práctica casi todos los estilos persiguen la evocación de comunidades vegetales formadas principalmente por vivaces y arbustos, hasta el punto de que el estilo que ha provocado un auténtico punto de inflexión en la historia de la jardinería es lo que ha venido en llamarse la Nueva Ola de Vivaces.

ESTILOS EN LA JARDINERÍA NATURALISTA

En la actualidad, dentro del sello de plantaciones naturalistas, se incluyen muchos aromas y existirían muchas maneras de clasificarlos. Yo voy a usar la clasificación que emplea el paisajista inglés Nigel Dunnett en su último libro “Naturalistic Planting Design”. De acuerdo a la clasificación de Dunnett tenemos:  

·      El Naturalismo Impresionista: es el movimiento más antiguo que enlaza con el jardín paisajista inglés. Surgió con autores de referencia como William Robinson (1838 – 1935) que en su época abogó por acabar con la rigidez y formalidad de la jardinería e impulsó el empleo en los jardines de plantas que podían encontrarse de forma habituales en los campos y bosques. Contemporánea y más importante aún que Robinson fue Gertrude Jekyll (1843 – 1932) que desarrolló una técnica del uso del color y empleó las plantas como material artístico para la creación de composiciones muy pictóricas. Por eso se dice que este movimiento tiene una aproximación similar a la de la pintura impresionista, mediante las composiciones dirigidas por las relaciones de color. El movimiento de Robinson y Jekyll entroncó con el movimiento Arts and Crafts en Inglaterra y su gusto por lo rural y lo romántico. En la actualidad, podríamos englobar en este estilo a los grandes paisajistas naturalistas ingleses como Dan Pearson o Tom Stuart-Smith, ya que su trabajo está principalmente basado en la combinación artística de las plantas de una manera muy estudiada para lograr efectos de armonía y contraste en base a su forma, textura y color. Al fin, el estilo se apoya en la idea de la Naturaleza Potenciada, en la creación de comunidades vegetales capaces de evocar de manera más intensa que los modelos originales. El estilo se basa en combinaciones muy precisas que requieren altos conocimientos de diseño  y en ocasiones, altas dosis de mantenimiento para conservar el jardín en la imagen fijada.

Broughton Grange, de Tom Stuart-Smith

  El Naturalismo Tecnocrático: es una aproximación mucho más científica y técnica que el modelo anterior. El estilo se basa en la integración de principios científicos ecológicos con la práctica hortícola. Lo que podríamos llamar Horticultura Ecológica. El Naturalismo Tecnocrático se apoya principalmente en el análisis científico de las distintas especies vegetales y, muy especialmente, de los hábitats en los que crecen. Mediante el estudio de los hábitats de las plantas y de los modelos de competitividad y supervivencia que presentan en ellos, se busca combinar a las plantas de acuerdo a su compatibilidad ecológica. Así, se definen reglas y diferentes metodologías para llevar a cabo la combinación de plantas adecuadas a un entorno determinado. Su aproximación suele ser biogeográfica, ya que el análisis científico nace del estudio de comunidades vegetales específicas, y las reglas derivadas de dicho estudio persiguen la creación de versiones de estas comunidades. Las reglas derivadas del análisis tienen como entrada las distintas tipologías de plantas y producen como salida las proporciones de cada especie a emplear. Con el listado de plantas y las proporciones definidas, se realiza una plantación o siembra más o menos aleatoria. Una vez que se cuenta con las reglas, seguir el modelo es muy sencillo y no requiere apenas diseño, pero también se pierde gran parte de la capacidad artística de los otros modelos. Si el naturalismo impresionista enlazaba con la jardinería inglesa, el tecnocrático enlaza con la tradición alemanda del siglo XX, y se ha desarrollado de manera notable en universidades de aquel país. Aunque en la actualidad cuenta con importante referentes en otros países como Nigel Dunnett y James Hitchmough en Inglaterra o Thomas Rainer en Estados Unidos.

Merton Borders, en el Botánico de Oxford, por James Hitchmough

·        El Naturalismo Modernista: esta corriente se basa principalmente en la selección rigurosa de especies y la simplicidad en las formas, para imponer un control sobre el exceso que en otras corrientes puede llevar al desorden. Aquí impera la legibilidad, el orden que permita que la plantación sea fácil de entender. Se establece un marco muy claro para las plantaciones aunque luego se permite que estas sean libres, poniendo siempre el foco en que exista una estructura clara a lo largo de todo el año. La importancia del color pasa a un segundo plano frente a las combinaciones estéticas que producen diferentes asociaciones de plantas en base a su forma y textura. Frente al detallismo del Naturalismo Impresionista, o la aleatoriedad del Tecnocrático, aquí la combinación de plantas se basa en el uso de bloques de vivaces entremezcladas con gramíneas y otras plantas de fuerte estructura que emergen de una manera aleatoria. El movimiento últimamente se ha desplazado hacía mezclas más aleatorias, pero incluso en estas mezclas hay una estructura clara, limitación en el número de especies y uso de bloques de dos o tres especies. El foco en la forma sobre la floración y la pérdida de sentimentalismo del movimiento Impresionista, convierte a este estilo en muy adecuado para ambientes urbanos. Como aspecto negativo, el exceso de foco en la forma y funcionalidad puede hacer que estas plantaciones sean frías y carezcan de cierta emoción. Esta corriente ha destacado principalmente en Holanda bajo el impulso de Piet Oudolf, paisajista que se ha convertido en la estrella indiscutible de la Jardinería en lo que llevamos de siglo.

Plantación de Piet Oudolf en Hauser and Wirth, Somerset


En cualquier caso las fronteras entre estas corrientes son bastante difusas y casi todos los autores toman ideas de todas ellas. Así por ejemplo, en España existen paisajistas como Miguel Urquijo o Fernando Martos que aunque a primera vista podrían ser englobados en la categoría de Naturalismo Impresionista, están realizando jardines de gran calidad con engloban características de distintas corrientes y estilos. En realidad, si por algo destacan los jardines de todos los autores señalados es por inspirarse en un clima y una cultura particulares y ser capaces de generar jardines naturalistas cuya personalidad y belleza no se merece ser categorizada.   

 

Jardín diseñado por Miguel Urquijo y Renate Kastner en Ávila

El lector avezado a estas alturas se estará preguntando que dónde ha quedado lo de la Nueva Ola de Vivaces. Esta corriente surgida alrededor de la Jardinería Naturalista ha supuesto una auténtica revolución en la forma de entender la jardinería. ¿Qué tiene que ver la Nueva Ola de Vivaces con las corrientes o estilos comentados antes? Pues todo, porque en realidad engloba a todos ellos. O nada porque en realidad no engloba a ninguno. La Nueva Ola de Vivaces, no es un estilo y tampoco diría que es un movimiento. Simplemente es un grupo de personas haciendo cosas muy parecidas o con motivaciones muy similares en un mismo período de tiempo. Y lo que hacen no es otra cosa que diseñar Jardines Naturalistas potenciando principalmente un tipo concreto de plantas, las vivaces. Aunque los grandes paisajistas no dejan de lado a nuestros queridos árboles y arbustos, sí es cierto que en las últimas décadas se están apoyando en las vivaces de una manera especial. Esto se debe a que muchas vivaces presentan una floración y estructura muy interesantes para un jardín, y además su ciclo de vida permite conseguir con ellas jardines atractivos y dinámicos sin tener que incurrir en el coste de las siembras o plantaciones anual. Además su tiempo de implantación es muy bajo permitiendo obtener buenos resultados desde el primer año, y un jardín maduro a partir del segundo o tercer año. En definitiva son la mejor herramienta para conseguir ciertos objetivos.

¿POR QUÉ LA JARDINERÍA NATURALISTA?

Por supuesto no solo la jardinería naturalista es interesante. Hay grandes ejemplos de jardines que responden a un planteamiento más clásico o más modernista que son igualmente hermosos. Ni siquiera el mantenimiento es un justificante para la jardinería naturalista. Uno podría crear un jardín basado en grandes bloques de especies muy concretas, y crear una imagen interesante con bajos requisitos de mantenimiento. Pero esta aproximación difícilmente estaría a la altura de un jardín naturalista en términos de riqueza medioambiental y tampoco desde el punto de vista de la satisfacción de los visitantes que lo disfruten. Para entender esto hay que ponerse un poco filosóficos y psicológicos. Un aspecto que habitualmente obviamos pero es insoslayable es que estamos unidos a la naturaleza, es algo integral a todos nosotros porque somos parte de ella. De hecho hay quien opina que el anhelo del ser humano por hacer jardines, independientemente de la época, cultura, riqueza y situación geográfica, es la mayor expresión de esta innata conexión con la naturaleza. Se han hecho experimentos que muestran que cuanto más evocan los jardines determinados modelos naturales, más agradables y apreciados son por quienes los disfrutan. Y como decíamos antes, si hay algo que caracterice a la Jardinería Naturalista es su afán por evocar. En realidad el objetivo final de los jardines naturalistas no es crear algo funcional, o bello, o rellenar un espacio o copiar a la naturaleza. El objetivo final de un jardín naturalista que merezca ese título es crear algo que provoque una emoción, aunque sea de una manera inconsciente, en el espectador. Volviendo al enlace innato que tenemos con la naturaleza, ciertos paisajes naturales son capaces de provocar en nosotros determinadas respuestas emocionales. Es algo universal, primitivo que muchas veces está profundamente enterrado debajo de capas de educación, prejuicios y desconexión con el mundo natural. Pero son instintos primarios, algunos positivos y otros negativos, que están ahí, existen y en determinadas situaciones pueden ser desbloqueados. Las plantaciones naturalistas bien diseñadas tienen el poder de desbloquear algunos de estos instintos primarios positivos. El aspecto de uno de estos jardines, en alguien dispuesto a observar, puede atravesar las capas de inhibición y conducta que construimos y liberar un sentimiento primitivo e infantil de disfrute y libertad, del mismo modo que sucede con otros artes como la pintura, la escultura, la música o la buena cocina. Esto es lo que llamamos capacidad de generar una respuesta emocional.

Lograr esta respuesta emocional no es sencillo, ya que no se trata de copiar o reproducir lo que existe en la naturaleza. Es algo más complejo que comienza por comprender los aspectos visuales que funcionan como disparadores para hacernos creer que algo tiene una cualidad de natural. Esos disparadores se basan en el uso de las formas, colores y texturas que reflejen la manera en las que las plantas aparecen en las comunidades vegetales salvajes. También es importante que las plantaciones evoquen tipos muy determinados de paisajes. Grandes partes de nuestro comportamiento están aún gobernadas por nuestra historia evolutiva. Desde un punto de vista evolutivo, antes de ayer éramos monos que acabábamos de bajar de los árboles. Igual que muchos aspectos de nuestro comportamiento siguen basándose en instintos primitivos, nuestra respuesta a un paisaje también puede estar conducida por estos instintos. En este sentido, está demostrado que los paisajes más satisfactorios y placenteros para el ser humano son aquellos en los que podemos ver sin ser vistos. En otras palabras, paisajes que puedan ser fácilmente vistos y entendidos desde una posición, y que además esa posición se sienta como un lugar seguro. Dicho de otra manera, jardines que ofrezcan intimidad. Por eso gran parte de la Jardinería Naturalista busca evocar modelos muy concretos de comunidades vegetales: prados, praderas y montes bajos. Porque son espacios que cumplen fácilmente con esos criterios de intimidad, seguridad y visibilidad. Para conseguir el éxito, como en todo arte tenemos la materia prima (principalmente las plantas y los elementos arquitectónicos que las enmarcan) y una serie de técnicas que pueden garantizar el éxito. Cuando el diseño es exitoso, el jardín será capaz de despertar una respuesta emocional que el modelo natural en el que se basa, no podrá invocar. Por esto hay quien se refiere a estos diseños como Naturaleza Potenciada.  

Jardín de Fernando Martos, Finca las Tenadas, Madrid

Otro concepto muy importante en las plantaciones naturalistas es el de cambio y evolución a lo largo del tiempo. Aquí la visión es muy diferente a la de la jardinería clásica que casi siempre busca una imagen estable de un año a otro e incluso dentro del mismo año. Los jardines naturalistas buscan en cambio la evolución a lo largo de las estaciones, pero también evolución y movimiento con el paso de los años. Algunas plantas tendrán éxito y otras desaparecerán. La reproducción espontánea de nuevos ejemplares también será bienvenida siempre que las plantas nacidas encajen en los objetivos del diseño. Así, la gestión del jardín en lugar de buscar mantener una foto determinada se centra en garantizar la diversidad de especies y la filosofía general que se buscó en el diseño original. También es importante asumir la belleza que puede contener la estructura de las plantas después de su floración, y en el caso de las vivaces incluso después de muertas (nada muertas en realidad, bajo tierra están dormidas esperando su turno con la llegada de la primavera). Uno de los grandes logros de Piet Oudolf ha sido hacer ver a los amantes de la jardinería el interés que puede contener una plantación de vivaces incluso en invierno. Su el marrón también es un color se ha convertido en eslogan. Todos estos conceptos llevan a que los espectadores puedan tener una actitud más activa que pasiva hacia el jardín. La percepción del cambio lleva a dejar de ver el jardín como un cuadro estático y tener una actitud más observadora a lo largo del año, teniendo una percepción que te permite sentir el momento actual y el paso de las estaciones. Se han hecho experimentos con plantaciones de este tipo que demuestran que una plantación de este tipo en una calle determinada, ha provocado que porcentajes nada despreciables de personas modificasen sus trayectos al trabajo. La High Line de Nueva York, el jardín de estilo naturalista más famoso en la actualidad, se ha convertido en pocos años en la atracción más visitada de toda la ciudad, lo que es decir mucho tratándose de Nueva York. 

 

The High Line, Nueva York, Diseño de plantación de Piet Oudolf

ASPECTOS DE DISEÑO DE UN JARDÍN NATURALISTA

Pues como decíamos, resumiendo mucho en la actualidad el objetivo principal de los jardines naturalistas es evocar un modelo natural respetando altos niveles de sostenibilidad. Por este motivo se califica a estos jardines como plantaciones High-Impact – Low-Input. Nigel Dunnett nos da una serie de claves que debería cumplir un jardín, especialmente en un espacio público, para que tenga un alto impacto visual (High-Impact) con una baja exigencia de recursos (Low-Input):  

  • El jardín debe ser colorido y estimulante, y para ello debe crear efectos visuales estéticos y dramáticos que generen gran aceptación en el público. 
  • Las plantaciones deben tener interés visual a lo largo de todo el año
  • Las plantaciones deben ser biodiversas y ofrecer alimento y refugio a las aves, pequeños mamíferos, reptiles e insectos del entorno.
  • Las plantaciones deben exigir un bajo consumo de recursos como tiempo, agua y fertilizantes.
  • Es importante que las técnicas de mantenimiento exigidas por el jardín sean simples de forma que el jardín pueda ser mantenido por jardineros sin experiencia apoyándose en ligeras indicaciones.  


The Barbican, Londres. Plantación de Nigel Dunnett

Para conseguir estos objetivos hay una serie de técnicas a seguir:

  • La estructura y el orden son estrictamente necesarios. Aunque el nombre pueda sugerir lo contrario, un jardín naturalista no puede ser desordenado o caótico. La organización de las plantas puede ser más o menos aleatoria, pero siempre debe cumplir ciertos patrones sin los que la plantación no sería entendible o atractiva. Esto es el orden interno. Más importante aún es el orden externo, que la plantación esté contenida en un marco claro. Los elementos estructurales que enmarquen la plantación serán el contraste que enfatice su carácter naturalista y le darán un sentido y un propósito. Por eso se suele comentar que la Jardinería Naturalista no es revolución, es evolución, ya que toma elementos interesantes de otros estilos de jardinería. 
  • Las plantas seleccionadas deben tener una estructura clara y atractiva. La planta debe tener buen aspecto durante muchos meses del año, más allá del final de la floración y preferiblemente durante el invierno. En el caso de emplearse plantas que sólo tengan buen aspecto durante épocas muy determinadas (el caso de algunas vivaces y de casi todos los bulbos) será importante ubicarlas de tal manera que se escondan entre otras plantas de mejor aspecto una vez que haya pasado su momento de esplendor.
  • El ritmo o repetición de elementos es fundamental. Una planta o un pequeño grupo de plantas de una misma especie, debe repetirse a lo largo de la plantación para crear ritmo y una sensación de unidad. Sin esta repetición la plantación no tendrá un sentido claro y parecerá más una colección de plantas que un jardín.
  • La combinación de plantas adyacentes deben conseguir el difícil equilibrio entre complejidad y coherencia. El contraste entre colores, formas y texturas deben ser el adecuado.
  • Que haya un alto número de especies distintas garantiza que el número de posibles combinaciones de plantas sea muy alto, evocando la riqueza y aleatoriedad de la naturaleza. Pero también es necesario aplicar determinado control para evitar caer en el desorden o falta de ritmo que pedíamos evitar en los anteriores puntos. 
  • La evolución temporal del jardín se logra seleccionando plantas que florezcan en distintos meses del año. En cada momento puntual debe haber al menos tres plantas en floración, que se irán alternando con otras a lo largo del tiempo, creando distintas escenas en el jardín con el paso de las semanas. 
  • La plantación debe dar una imagen de sensibilidad ecológica, la sensación de que la vegetación encaja en el sitio, que las plantas son ecológicamente coherentes entre sí y también con la región en la que se encuentran. Parece que todos tenemos un intuitivo sentido de la compatibilidad, un tipo de sabiduría ecológica imbuida. Realmente lo que ocurre es que plantas de similares hábitats tienen similares adaptaciones y por lo tanto presentan una coherencia visual. Las plantas que tengan esa coherencia visual con toda probabilidad serán las mejor adaptadas a nuestro ambiente.  
    Jardín de Miguel Urquijo y Renate Kastner en los Montes de Toledo

Y aquí lo dejamos. Gran parte de este texto está basado en la extensa, excelente, científica, ingenierilmente organizada y apasionante exposición que hace Nigel Dunnet sobre la jardinería naturalista en su libro Naturalistic Planting Design, que por supuesto recomiendo fervorosamente. 

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