Hace ya unos cuantos años que deambulando por la Tienda Verde me encontré hojeando un libro de viajes que ya había visto unas cuantas veces sin hacerle excesivo caso. Este vez, algo frustrado porque no encontraba nada interesante, me detuve a leer su arranque... y ya no pude parar. Se trataba de En Las Antípodas, de Bill Bryson, y desde entonces he leído gran parte de su obra, casi toda la publicada en castellano y gran parte de la publicada en inglés, y todo porque es de los pocos autores que consiguen arrancarme una carcajada aparte de un interés constante.
Tiempo después, en un febril viaje a Málaga, postrado en el sillón de un apartamento diminuto medio abandonado, cayó en mis manos Bajo el Sol de la Toscana, de Frances Mayes, libro con el que apenas me reí pero que me enganchó también de principio a fin gracias a la capacidad emotiva y evocadora de su autora. Para una persona que ya durante sus clases de instituto se perdía lo que contaban los profesores porque su mente se preguntaba cómo estarían enraizando sus tomates o calculaba el ritmo de descomposición de un montón de compost, leer la restauración de la casa, el jardín y el olivar de esta mujer es toda una aventura.
Ahora, me he encontrado con otro autor que me resulta una mezcla de los dos anteriores: Ferenc Maté me tiene loco con la restauración de su casona, granja o palacio (no sé cómo describirlo) medieval y la plantación de su viñedo en la Toscana, y lo hace desatando en mí una avalancha de sentimientos parecidos a los de Frances Mayes, mientras mantengo una sonrisa a lo Bill Bryson. Vale que ni lo uno ni lo otro son tan intensos como en el caso de los otros autores, pero la mezcla es muy gratificante. Por otro lado, este hombre está a punto de matarme de la envidia: 6 hectáreas de viñedo de lujo en medio de sus posesiones de 24 hectáreas de olivares, bosques, arroyos, cascadas, ciudades etruscas abandonadas, jabalíes y ciervos.
¿No existirá Un Viñedo el La Toscana a la española?