sábado, 29 de octubre de 2011

Una definición vale más que mil palabras.

Dice Antonio Muñoz Molina que decía Stendhal en su Historia de la Pintura en Italia:
"La belleza es la expresión de una cierta manera de buscar la felicidad"
Y yo, que en esta frase encuentro ecos en los que podría perderme durante líneas y líneas de divagaciones, sólo enseño lo que busco.
Proyecto de Fernando Caruncho para bodegas Amastuola, en el tacón de Italia

lunes, 24 de octubre de 2011

Mirrors of Paradise

In order to travel into the future, it is necessary to walk toward the pure clarity of the past.
-CARUNCHO, inspired by PETRARCH
In the summer, the wheat is tall and golden and the great plots sway gently in the wind. There is fruit in the orchard. Autumm brings the grape harvest and the cutting of the wheat. In winter the earth is plowed and sown and marked by wonderful patterns. And in the spring, once again, all is a sea of green. What could be more than producing flour from the wheat, wine from the vines, oil from the olives, and fruit from the trees? In a sense this is the first garden with all the purity of a Platonic ideal.



lunes, 17 de octubre de 2011

Otra vez en la Toscana

Hace ya unos cuantos años que deambulando por la Tienda Verde me encontré hojeando un libro de viajes que ya había visto unas cuantas veces sin hacerle excesivo caso. Este vez, algo frustrado porque no encontraba nada interesante, me detuve a leer su arranque... y ya no pude parar. Se trataba de En Las Antípodas, de Bill Bryson, y desde entonces he leído gran parte de su obra, casi toda la publicada en castellano y gran parte de la publicada en inglés, y todo porque es de los pocos autores que consiguen arrancarme una carcajada aparte de un interés constante.
Tiempo después, en un febril viaje a Málaga, postrado en el sillón de un apartamento diminuto medio abandonado, cayó en mis manos Bajo el Sol de la Toscana, de Frances Mayes, libro con el que apenas me reí pero que me enganchó también de principio a fin gracias a la capacidad emotiva y evocadora de su autora. Para una persona que ya durante sus clases de instituto se perdía lo que contaban los profesores porque su mente se preguntaba cómo estarían enraizando sus tomates o calculaba el ritmo de descomposición de un montón de compost, leer la restauración de la casa, el jardín y el olivar de esta mujer es toda una aventura.
Ahora, me he encontrado con otro autor que me resulta una mezcla de los dos anteriores: Ferenc Maté me tiene loco con la restauración de su casona, granja o palacio (no sé cómo describirlo) medieval y la plantación de su viñedo en la Toscana, y lo hace desatando en mí una avalancha de sentimientos parecidos a los de Frances Mayes, mientras mantengo una sonrisa a lo Bill Bryson. Vale que ni lo uno ni lo otro son tan intensos como en el caso de los otros autores, pero la mezcla es muy gratificante. Por otro lado, este hombre está a punto de matarme de la envidia: 6 hectáreas de viñedo de lujo en medio de sus posesiones de 24 hectáreas de olivares, bosques, arroyos, cascadas, ciudades etruscas abandonadas, jabalíes y ciervos.
¿No existirá Un Viñedo el La Toscana a la española?

domingo, 16 de octubre de 2011

Parte del tiempo

Mi memoria es frágil, y salvo años muy determinados en los que el clima alcanzó cotas casi apocalípticas por exceso o defecto de lluvias o frío, soy incapaz de recordar cómo han sido climáticamente, no digo ya los años de infancia, sino simplemente los cinco años que llevamos en el terruño. Una lástima, así que empecemos entonces:
2011 empezó con un invierno crudo ya lanzado desde las enormes nevadas de principios de Diciembre del año anterior. Las lluvias y las heladas fueron frecuentes (si quiero que estas entradas sean algo más rigurosas necesito un termómetro exterior y un pluviómetro no rajable desde ya) y nos metimos en una primavera de libro, con tiempo fresco y húmedo hasta bien entrado Junio (aunque no tan húmedo como el año anterior) Ya nos preparábamos todos para sufrir las predicciones meteorológicas de todas las agencias que amenazaban con el verano más tórrido conocido en el mundo mundial, cuando tuvimos que cambiar el paso y recuperar alguna rebequita durante gran parte de Julio, que fue de los más fríos que se recuerdan. Agosto en cambio, sin ser tórrido sí que ha sido muy caluroso, y así seguimos, porque Septiembre y Octubre están siendo veraniegos y sequísimos. A mediados de Octubre seguimos alcanzando treinta grados y ya se me ha olvidado cuando fue la última vez que vimos llover. La semana pasada hice un hoyo y varios intentos de arar con la motoazada y el terruño parece la obra de un alfarero pasada por el horno.
Como hasta el final del rabo todo es toro, prometo completar esta entrada con el resto del año.
Y en Octubre, tirando a finales de Octubre, al fin llovió. Y después nos vino un Noviembre lluvioso y con algunas heladas que nos hizo olvidar en un par de semanas la anormalidad del otoño. Y así arrancamos Diciembre con el terruño bien empapado y listo para hacer hoyos.

Frasquitos de vidrio

La parcela que colinda con la nuestra al oeste sería una vez limpia un ejemplo de libro de la dehesa. En su extremo norte, se desparraman a la sombra de enormes encinas los exiguos restos de una construcción, apenas una endeble viga de madera, escombros de un pequeño muro y la huella de lo que debieron ser sus cimientos. Un día le pregunté a J.L. y me contó que eran los restos del chamizo que usaba hace más de treinta años un pastor para resguardarse. Aquel día J.L. me pintó un escenario de laderas despejadas hasta la carretera donde él y otros críos cazaban perdices a la carrera. Difícil de imaginar vista la selva de robles y jaras en la que se ha convertido la ladera. Mal se hubieran llevado las ovejas con esta jungla áspera, aunque cierta barrera habría agradecido el pastor, especialmente aquel día lejano en el que en un despiste su rebaño llegó hasta las vías del tren y decenas de ovejas cayeron aplastadas por un inoportuno regional. Fue el final del pastor y el principio (al menos uno de los principios) de la jungla.
Este año, se acumulan encima del armario de la cocina cuatro pequeños botes de cristal (o de vidrio, nunca llegaré a distinguirlos) que han ido apareciendo en la zona de las coníferas bajo el arrastre del rastrillo. En uno de ellos aún se podía leer su procedencia: antibiótico. Me imagino que son restos de los cuidados del pastor, y si aparecen ahora y no antes, debo suponer que es porque libre de jaras y robles el suelo ya ha alcanzado las cotas en las que pastaban las ovejas hace décadas.
El fin de semana pasado asalté la abandonada finca, empujado por las ganas de disfrutar de sus encinas, espantar algún corzo y ver si tenía suerte y encontraba algún frasco de cristal. Ahí siguen las encinas, más hermosas que nunca, y ni rastro de corzos o frascos de cristal. Lo que sí que es la parcela, es una alegoría perfecta de la cantidad de horas de trabajo que llevamos invertidas en estos cinco años. Nuestro terruño siempre parece un desastre impenetrable, hasta que te da por penetrar en algunas de las parcelas vecinas y a base de arañazos y tropezones recuerdas de golpe las toneladas de jara y robles resecos que hemos quemado en los últimos inviernos.

sábado, 15 de octubre de 2011

Un sueño

Vistas desde la terraza de la ladera colindante al este con la mía, sus laderas orientadas al sur limpias, luminosas, verdes, plateadas, repletas de ordenadas y rectísimas hileras de cepas y bosquetes de olivos... plantados por mí, por supuesto.
Ferenc Maté me está haciendo tanto daño.

lunes, 3 de octubre de 2011

Demasiada sinceridad

Este fin de semana recordábamos la descripción tan ajustada que hizo Miguel, nuestro constructor, de nuestra parcela:
"En verano te torras, el sol quema que es un primor. Y lo peor son las moscas, hay días que es inaguantable. Por no hablar de los tábanos, enooooorrrmes. Te acribillan constantemente, insoportable. Y todavía el verano es llevadero, porque luego el invierno es peor, el frío es insoportable, un infierno, y la mitad de los días no hay quien llegue con la nieve... eso sí, el sitio es idílico, eh.

Nos han copiado

Este fin de semana hemos tenido evento social en el terruño. Han venido a visitarnos, Tx, Pe, D y Cv. Los pequeños se lo han pasado en grande (ya podemos decir que hemos rentabilizado el arenero) y los padres también. Creo que a nuestros arquitectos les encanta la idea de casa y jardín que crece al ritmo de nuestras hijas (a veces creo que nuestras hijas llevan ventaja) Por la tarde hemos pasado a fisgonear (esto es una manera sutil de decirlo, arrastrarse por debajo de puerta de la valla para ver una casa en construcción seguro que tiene otros calificativos más exactos) la casa de madera que están terminando dos parcelas más allá. Teníamos la excusa de estar "invitados" por el arquitecto creador de la casa, que es amigo de los nuestros. La casa es el segundo cubo de la zona (copiotas) y es realmente interesante, con un bonito diseño y una vistas espectaculares desde el salón. Creo que entre G. y Cv. ha habido algún momento de pelusilla, a cuenta de los ventanales y la fotogenia de la casa. D y un servidor no lo tenemos tan claro, la casa está muy bien pero es algo pequeña y no damos el canto un duro por esas fachadas de tablas de pino onduladas. La madera en nuestro clima se raja.
Me ha gustado la explicación de Cv sobre las diferencias entre esa casa y la nuestra: la nueva, elevada sobre el terreno facilita el reportaje fotográfico. La nuestra, clavada en la pendiente y rodeada de árboles es un infierno para enseñarla en un catálogo, lo más que vas a conseguir son comentarios del tipo: "muy bonita... pero por donde entra la luz". Cv dice que nuestra casa se integra con el entorno y facilita la interacción de sus habitantes con él, como muestra la pradera de cesped que parece una prolongación de la cocina o las encinas que se cuelgan sobre el tejado. Me parece un análisis acertado, y por la tarde se lo completaba a G. con mi idea sobre el ventanal del salón: no tendremos unas grandes vistas (grandes en el sentido de amplitud, claro), pero se va a parecer bastante a la imagen de un salón de té japonés.

domingo, 2 de octubre de 2011

Lógica aplastante

En el aeropuerto de Reikiavik mis hijas juegan en una de esas zonas preparadas para niños que hay por todas partes en Islandia. La mayor, de vez en cuando se acerca hacia mí para preguntarme por la traducción al inglés de alguna expresión que necesita para gestionar sus derechos sobre algún juguete que le quieren birlar (la repetición de una niña de cinco años de una frase que ya era incomprensible en boca de su padre a otro infante que muy posiblemente tampoco sepa inglés, da los resultados que nos podemos imaginar) Un momento cómico es cuando corre hasta mí y enfadadísima me exige que le diga como se dice en inglés: EHHHHHH!!!!
Pero lo mejor viene después en la charla con su madre:
-Mama, he estado hablando con una niña en inglés.
-¿Ah sí? ¿Y qué le has dicho?
-No sé... no me acuerdo.
-¿Y ella que te ha dicho a ti?
-Yo qué sé mamá, ¿no te digo que hablaba en inglés?

Dulce y amargo

El proceso es más o menos así: presionas ligeramente con los dedos índice y pulgar hasta que notas que uno de ellos cede con suavidad de almohada. Sin liberar la presión, giras levemente la muñeca (no creo que el sentido del giro importe, pero seguro que hay alguna corriente que dice que está más sabroso si giras en el sentido de las agujas del reloj... o viceversa) hasta que se desprende. Ahora hay que prepararse para lo mejor: acercas su morro a tu nariz y aspiras, primero levemente y después con fuerza. Debes estar preparado para la oleada de dulzor que inunda tu cerebro. No todo el mundo lo está, G. no los soporta. A partir de ahí ya te lo puedes comer, aunque yo prefiero ensañarme y abrirlos primero para ver su apocalíptico interior morado.
Hasta aquí lo dulce, la hermosa experiencia de mi primera cosecha (sólo una docena, pero qué docena). Después, ay, sólo una semana después, lo amargo: bajo la iluminación de los focos del coche veo que su inclinación no es normal. A la carrera, con L. pelada de frío en brazos, me acerco hasta ella y noto que está seca y desprendida. Dejo para la luz del sol la búsqueda del culpable (¿jabalí, perro, intruso de dos patas?) y me voy a la cama pergeñando venganzas. A la mañana siguiente la extraigo sin esfuerzo, con la facilidad que da un tronco limpiamente cercenado, con huellas de diminuto castor. ¿Topo, ratón? Qué más da ya. Esta tierra no es para sentimentales. Adiós a la higuera de Juan.

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