sábado, 31 de marzo de 2012

Juego Geométrico: Twins Houses

El teorema de Wallace-Bolyai-Gerwien establece que dados dos polígonos regulares de igual área, siempre es posible cortar uno de ellos en un número finito de piezas poligonales que reordenadas formarán el otro polígono. El teorema se entiende mucho mejor con un ejemplo, como el de los planos de planta de las Twins Houses del arquitecto William O'Brien Jr.
Este joven arquitecto ha utilizado este principio matemático en el diseño de dos casas de vacaciones al norte del estado de Nueva York para dos hermanos y sus familias, con el fin de lograr que las dos casas respondieran a un principio de diseño general al tiempo que se distinguían en su relación con el terreno de acuerdo a los requisitos planteados por cada uno de los hermanos. Viviendas que responden a un diseño común conservando un carácter propio, diferenciación en la homogeneidad a través de la geometría. 

Como se ve en los planos anteriores, los dos polígonos regulares de igual área que establece el teorema, en este caso un cuadrado y un hexágono (hay que tener narices para hacerte una casa de planta hexagonal) han sido divididos en 5 formas idénticas, cuatro trapecios y un triángulo, que forman la planta de cada uno de los cinco módulos que componen las casas. Cada módulo se configura de forma que su planta se proyecta en un volumen que permite la adaptación de la casa a las particularidades del terreno. 

Ya digo que me gustan, ahora, amueblar estas casas tiene que ser todo un reto. Por supuesto, las líneas adyacentes entre las cinco formas, y su orientación respecto al perímetro exterior, son distintas en ambas casas. Mientras que los trapecios están emparejados y comparten funcionalidad en ambas casas, los triángulos están articulados de maneras muy distintas: un porche cerrado por ventanales en la casa hexagonal y un patio interior en la cuadrada, una apertura vertical frente a una apertura horizontal. 

Las fotos, sacadas de la web del arquitecto, son excepcionales porque el paisaje nevado funciona como un fondo puro que realza las líneas arquitectónicas de las casas, más aún por la oscuridad de sus techos de goma y fachadas de estuco negro, pero espero con impaciencia encontrar fotos más veraniegas para ver el uso del paisaje hecho por el arquitecto, ya que según indica la interrelación de las casas se articulará alrededor de un uso agrícola del terreno que las separa o las une. El agua de lluvia recogida en los techos de las viviendas se redigirá a través de canales incrustados en las paredes de las casas, hacia un depósito común situado entre ambas, y será empleada para el riego de cuatro zonas de cultivo, dedicadas a las hortalizas, el maíz, el trigo y los arbustos de bayas. Los cultivos se configurarán de manera que se proporcione un fácil acceso a sus cosechas a cada vivienda. Un uso agrícola que busca distanciar visualmente las viviendas al tiempo que las vincula sin remedio. En general estas casas no dejan de ser una representación de lo que son muchos hermanos: caracteres propios condenados a compartir una genética común en una relación de amor y odio trabajada desde la cuna.








martes, 27 de marzo de 2012

Demasiados para mí

Uffff... esto empieza a ser inabordable. Cuando uno cree que ya conoce a todos los grandes maestros en esto del paisajismo, plaf, te pegas con otro enlace que viene a darte en las narices con la obra de uno nuevo. Nuevo para mí, que soy un ignorante, claro. Debo tener una lista de unas trescientas entradas pendientes de escribir. 
Partamos de que soy nuevo en el tema. Toda mi vida no he sido más que un plantador o coleccionista de árboles, como se quiera ver. Desde que mi padre me llevó a comprar un abeto de Navidad hará unos veinticinco años, los he plantado a miles, pero mi única preocupación siempre fue tener nuevas especies, y casi siempre los plantaba sin demasiado orden ni concierto. Intuía y sabía que la belleza estaba en otras cosas distintas a la variedad y el número, pero tampoco me preocupaba demasiado. No fue hasta que nos compramos una parcela de una hectárea en mitad de un rebollar y Cova, nuestra arquitecta, nos dijo aquello de "esto más que un proyecto de jardinería es un proyecto de paisajismo" que no se me encendió la chispa por el tema y empecé a navegar por el ancho internet y a comprar libros. Enlaces y más enlaces, libros y más libros, que inevitablemente te llevan a otros y estos a otros y a otros y a otros, en un proceso dichosamente interminable. Y así, aunque mi principal vicio siguen siendo los árboles y me sigue perdiendo el afán coleccionista, estoy descubriendo el mundo que hay alrededor de la mejora y embellecimiento de un paisaje. Y he confirmado con pruebas empíricas que la belleza de un jardín gira alrededor de una brillante ordenación del volumen que cuide todas las capas, que de arriba a abajo ocupan árboles, trepadoras, arbustos, perennes, hierbas y anuales. Y he descubierto que la arquitectura y el paisajismo son artes hermanas obligadas a ir de la mano, y que hay corrientes que van desde el clasicismo más puro hasta el naturalismo más salvaje, y que todo esto se refleja en la obra de una larga lista de fueras de serie que llevan unas cuantas décadas revolucionando el panorama de la jardinería y el paisajismo. Cuando uno cree que empieza a arañar el entendimiento de la clave de la maestría de Piet Outdolf, o Fernando Caruncho, o Wolfgang Oehme, o  James Van Sweden, o Andrea Cochran o Jacques Wirtz, o Kongjian Yu, o Michel Desvigne, o Ron Lutsko, o, o, o... llega uno nuevo a enseñarte algo, porque ese es el problema (bendito problema), que la lista no deja de crecer. Y en realidad todo este rollo viene a cuento de que hoy me he tropezado con la obra de Dan Pearson, y cómo no va uno a estudiarlo si su trabajo sigue la siguiente senda: 





Fuente: Dan Pearson

lunes, 26 de marzo de 2012

Comidas al aire libre

  • Teorema primero: el culmen de las relaciones sociales son esas largas comidas en las que un grupo numeroso de amigos llevan la sobremesa hasta los límites de su resistencia física. 
  • Teorema segundo: una comida al aire libre en un entorno cálido, luminoso y saludable y con alimentos cocinados y a poder ser producidos a pocos metros de la mesa, es superior a una comida en cualquier otro formato inventado o por inventar.
  • Teorema tercero: el agroturismo es una idea inmejorable que acerca a los consumidores y productores, dando placer a los primeros e ingresos muy interesantes a los segundos.  
  • Corolario: la idea de Outstanding in the Field es pistonuda. 
Outstanding in the Field es un restaurante itinerante sin paredes. Preparan comidas con ingredientes locales y las sirven en largas mesas situadas al aire libre en ambientes espectaculares, muchas veces a pocos metros de dónde se han producido los alimentos. En definitiva, en lugar de llevar la comida hasta los comensales, buscan acercar los comensales a la comida, y sobre todo a sus productores. Viñedos, huertas, granjas, jardines comunitarios, praderas y playas son sus escenarios y habitualmente cuentan con la colaboración de algún cocinero reconocido de la región. La empresa vende entradas para este tipo de comidas que organizan en distintas ubicaciones a lo largo del año. Aunque su actividad principal es en Estados Unidos, también han hecho alguna escapada y sin irnos muy lejos han organizado un evento de este tipo en las bodegas Remelluri, en la Rioja Alavesa.






















La verdad es que mi sociabilidad es limitada, así que no termino de verme yendo a comer con un montón de desconocidos por muy buena que sea la comida o el entorno, pero me ha encantado el aspecto estético del asunto, con esas enormes mesas serpenteando entre árboles y sembrados. Si consigo llenar la mesa con amigos y familiares la cosa ya pinta de otro color, así que ya no me voy a quitar de la cabeza una larga mesa circular en nuestra pradera para celebrar la primera comunión de alguna de mis hijas. No creo que me quede igual de bien, porque seguro que no es fácil conseguir colocar mesas con ese arte, pero es que el responsable de la empresa es Jim Denevan, conocido por sus dibujos en la arena de playas. Es lo que llaman Land Art, que en este caso además es efímero. Es admirable la visión espacial que hay que tener para hacer algo así. 



domingo, 25 de marzo de 2012

Un paraíso cercano

No es raro encontrar en cualquier texto dedicado a Fernando Caruncho su siguiente frase: 

"In order to travel into the future, it is necessary to walk toward the pure clarity of the past" 
La frase, además de ser una de esas verdades que golpean en la boca del estómago, es un buen resumen de la obra de este paisajista. Fiel a la esencia de la idea, Fernando Caruncho es capaz de crear jardines que siendo un paradigma de una nueva concepción del paisajismo, son capaces de evocarnos la jardinería clásica de egipcios, persas, griegos, romanos, árabes y japoneses. Los suyos son una interpretación contemporánea de jardines clásicos. Los macizos en forma de nube de escalonia de su jardín particular, podrían estar situados tanto en Kyoto como en las laderas del Generalife, pero están en Madrid en pleno siglo XXI. 
Posiblemente esto solo sea posible para un hombre que estudiando en la universidad comprendió que una de las posibilidades que tenía de hacer filosofía en el siglo XXI era introduciéndose en el mundo del jardín, o que decide llamarse jardinero en lugar de paisajista, porque ese es el nombre que se usaba en la antigüedad y opina que cambiar un nombre es perder una conexión necesaria con la historia y olvidar que lo que pensamos son en realidad ideas intemporales que como mucho expresamos en una forma adecuada a nuestro momento histórico. 
En un mundo repleto de agresividad y fealdad, los jardines de Caruncho procuran tranquilidad espiritual. Como los jardines persas, son una búsqueda del paraíso. Quizás nuestros desiertos no sean de arena, pero si lo son sin duda de hormigón y acero, de áreas degradadas repletas de basuras y escombros, y es en este contexto donde jardines como éste surgen como un oasis. Quizás por eso no me extraña que para Caruncho el gran reto del hombre del siglo XXI sea ser jardineros de nuestra propia tierra
El elemento central de su jardín es una piscina elevada rodeada en tres de sus caras por una pérgola de columnas que soportan un enrejado de metal que sostiene una cubierta de rosas, jazmines y glicinas. Así, el jardín es como una caja con una columnata en tres de sus paredes y una ladera cubierta de densos setos de escalonia que trepan hacia un kiosko y abren el jardín a la luz y las montañas. 




En palabras suyas, el jardín es un claustro abierto en un estanque a la naturaleza. La idea central del jardín, como la de todos los suyos, es el control de la luz: su diseño de caja abierta produce contrastes, la luz y la sombra, el espacio lleno y vacío, lo mineral y lo vegetal, y en el medio de todo, el agua. En el estanque central se reflejan todas las paredes del jardín, y ese reflejo produce una vibración de la luz característica de los jardines islámicos. Pero además Caruncho hace un uso magistral del color y la estructura, el contraste entre los tonos ocres siena de la casa, las columnas, los caminos, las puertas revestidas de cobre y el verde homogéneo de las plantas, la continuidad de las líneas rectas de la casa cerrada sobre sí misma en las columnas y los setos podados que se convierte en contraste al llegar a las sinuosas escalonias del fondo del jardín.



Esto es lo que se ve, pero además este jardín es de los que se sienten, el sonido del agua, el olor y la luz mediterráneos. Sin haber estado allí siento que lo conozco. En una entrevista Fernando Caruncho afirma con orgullo, que al llegar al templete que domina el jardín, sientes como en una especie de revelación que estás en el jardín, que lo entiendes, no necesitas verlo o leerlo en ningún libro. Para mi la revelación ha sido descubrir a través de Google Maps, que entre la terraza desde la que escribo esto y su jardín, sólo se interpone un encinar de 3.000 hectáreas. Es una tontería, el jardín podría estar en la otra punta del país que mis sentimientos seguirían siendo los mismos, pero el hecho de ver a vista de pájaro tan cercano el jardín, el saber que Fernando Caruncho desayuna bañado en mi misma luz, ha funcionado como una alegoría que me ha ayudado a entender por qué me gusta tanto su obra: porque Fernando Caruncho consigue estructurar, ordenar y embellecer un paisaje en el que he crecido y me he desarrollado como persona, y que ya irremediablemente estará en mi carácter para siempre. 
Me gustaría acercarme a ver este jardín, pero el estudio de Fernando Caruncho se encuentra en una urbanización privada con control de acceso, y me temo que mis afanes paisajistas no sean un certificado suficiente para que el guarda de la garita confíe en que me voy a limitar a admirar sin robar ni secuestrar a nadie. Así las cosas, de momento Caruncho y su obra seguirá siendo una ilusión muy real que se esfuma.


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